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Estados Unidos es una fuente inagotable de crímenes violentos. De los tiroteos masivos a los asesinos en serie hay una caterva de delincuentes que sobrepasan lo imaginable en cuanto a infligir dolor ajeno. Y en no pocas oportunidades la acción de las autoridades fue tardía, motivada por prejuicios de diversa índole.

La lista es pavorosa: Ed Gein, John Wayne Gacy, Ted Bundy, el llamado “Hijo de Sam”, Aileen Wuornos… hombres en su mayoría con un pasado de abandono de uno o ambos padres, carácter retraído, comisión de delitos menores, rechazos amorosos, algunos abusados sexualmente, todo lo cual crea un corto circuito en sus mentes que los lleva a cometer su primer homicidio, y a partir de allí descender al infierno en una espiral de sangre irrefrenable.

Con la efervescencia del género “true crime” en el cine y la televisión no es raro que aparezcan continuamente series documentales o dramatizados que recrean el origen de su maldad y un recorrido de sus infames gestas. Pero con la lupa actual, productores como Ryan Murphy también pretenden resaltar el punto de vista de las víctimas y sus familiares, así como cuestionar el proceder judicial. ¿Lo logra en esta ocasión?

https://www.youtube.com/watch?v=XGTrtPATyPs

¿A qué se enfrenta ‘Dahmer’?

Jeffrey Lionel Dahmer quizá no llegó a imaginarse que sería recordado con el mote de “el carnicero de Milwaukee”, pero no le resultaría ofensivo dado el trato que dio a los cuerpos de cada hombre que cayó en sus redes. Su obsesión por la gente de raza negra, aunque declarada por él como algo circunstancial, añade un matiz perturbador cuando se conoce la sevicia con la que ultrajaba los cadáveres. ¿Buscaba en el fondo algún desquite? ¿Por qué llegar a ese extremo?

Ignoro si no han sido suficientes las decenas de producciones audiovisuales, entre series y películas, que han buscado desentrañar esta oscura figura desde hace 30 años para tener que volver a contar esta historia. Con o sin consentimiento de los familiares de las víctimas se han narrado una y otra vez las tropelías del originario de Wisconsin, situación que abre heridas cada cierto tiempo, mismas que no se apaciguaron ni con su captura y condena a prisión perpetua como con su escabrosa muerte a manos de otro recluso. Este es para mí el principal dilema de la serie que nos ocupa: vender la necesidad de su visión, aún con su perspectiva incluyente, a costa de revivir el sufrimiento de los allegados que no estuvieron de acuerdo con su realización.

Dahmer - Imagen Netflix

Mientras tanto, en Hollywood se relamen los bigotes cuando algún productor llega con la idea de contar en pantalla “el retrato definitivo” de alguno de estos criminales. Actores y actrices buscan su consagración, como efectivamente ha sucedido, así que la apuesta es segura.

En el caso de Murphy, quien mezcla su claro activismo por las minorías con su fascinación con el terror, el homicidio y los escándalos mediáticos, lleva al día su lista de chequeo en cuanto a historias basadas en hechos reales: su saga American Crime History que ha contado el caso de O.J. Simpson, el crimen de Gianni Versace a manos de Andrew Cunanan y el sonado flirteo entre el presidente Bill Clinton y la becaria Mónica Lewinsky.

“Dahmer” no entra en este grupo por hacer parte del acuerdo de Murphy para Netflix, pero cumple en esencia con los códigos de su creador: elencos con actores de prestigio que respaldan a jóvenes protagonistas, o bien, a glorias del pasado que buscan notoriedad. Estéticas brillantes, una casi exclusión de música incidental y atención a los detalles.

En este caso, Evan Peters no se aleja del rango actoral en que lo hemos visto, principalmente en series de Murphy. Ya ha bordeado papeles tan dementes como el de “Dahmer”, por lo que su interpretación puede verse diluida con el recuerdo de sus anteriores roles. Todo el conjunto es correcto en cuanto a producción e interpretación, pero ¿no es más de lo mismo? En el terreno de las bioseries parece que hay poco margen para innovar. O lo cuentas desde el principio o desde el final y ahí intercalas pasado y presente hasta algún final. Puro confort.

Finalmente queda la asociación de este criminal a la comunidad LGBTIQ+. Si bien los crímenes de odio siguen propinándose, y se mantiene la misma vehemencia para que se haga justicia, también ocurre la comisión de delitos en contextos de citas casuales donde los victimarios deslumbran con su aspecto físico, buenas maneras o generosidad. En cualquier caso, el relato sórdido de “Dahmer” es vista por un cierto sector como un refuerzo de los estereotipos que se achacan a la vida nocturna y las relaciones LGBTIQ+, con el agregado de llegar a perder la vida en el peor de los casos, lo cual poco beneficia a su aceptación.

Cada quien sacará sus conclusiones al respecto, pero desde mi juicio quizá sea la oportunidad para reflexionar sobre una mayor cohesión social no solo en la misma comunidad sino en la sociedad en general sobre la forma como satisfacemos nuestros deseos y los ponemos en diálogo con los de los demás. No puede ser que un encuentro consensuado se convierta en un paso hacia la tumba. Ha ocurrido, es real, así que más allá de “romantizar” el riesgo y la adrenalina de lo desconocido, es mejor tomar precauciones con el apoyo de una verdadera red social. Si en la época de Dahmer, los 17 jóvenes a los que les quitó la vida hubieran contado con ese soporte, además de mejores condiciones de vida y con un óptimo desarrollo de sus habilidades sociales, su destino hubiera sido otro.

Para los que me leen ¿qué opinión les merece esta serie?

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