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Razón no les falta, en muchos casos, a quienes desde diferentes tribunas han ofrecido sus críticas a la generación nacida en el último cuarto del siglo pasado. De los ‘millennials’ se dice que son perezosos, flojos para el trabajo e inconstantes en el ejercicio de sus profesiones. Pero la discusión merece otra mirada.

Son cada vez más los videos y artículos que han entrado a hacer parte del marco de la viralidad en internet, planteando válidos cuestionamientos frente a los primeros resultados de esta generación en el mundo laboral. Sobre todo, coinciden en lo poco que han tenido que luchar para conseguir lo que tienen y, por ende, en la facilidad con la que dejan ir los logros que en poco tiempo han concretado. Cambian de trabajo ante la primera oportunidad laboral que se atraviesa y desconocen la importancia del compromiso en la mayoría de ámbitos de sus vidas.

Y tienen razón algunas de estas lecturas, a pesar de basarse en impresiones anecdóticas a falta de estadísticas debidamente documentadas. La poca duración de los millennials en sus trabajos es un hecho del que cualquier jefe puede dar fe, mientras crece la preocupación frente a qué es lo que desmotiva tan fácilmente a esa generación. El problema es cuando los empleadores solo se preocupan por la alta frecuencia con la que renuncian los jóvenes, pero no por los motivos.

La respuesta radica en el corazón del mercado laboral, en donde la oferta de profesionales ha crecido a una escala superior al aumento en la demanda de nuevos empleados por parte de las empresas. Y el resultado es visto a diario en las filas de jóvenes recién graduados, dispuestos a estrenar sus diplomas a cambio de precarios salarios. Esto último ha complacido especialmente a miles de empleadores, quienes han encontrado en la contratación de recién egresados la excusa para pagar sueldos minúsculos e injustificables.

Precisamente la paradoja que caracteriza a los millennials es que a pesar de ser una de las generaciones con más diplomas y mayor preparación, enfrentan algunas de las condiciones laborales más complicadas. Las responsabilidades que lentamente van asumiendo y la larga fila de desempleados que vienen detrás de ellos son las razones por las que deciden aceptar sus primeros trabajos.

Pero es el factor salarial el que en muchas ocasiones motiva a los millennials a dar un cambio en el orden de sus prioridades. Adquirir experiencia en un lugar de trabajo para luego aplicar a otro empleo, aspirando a mejores condiciones salariales, se ha convertido en un mecanismo de ascenso mucho más efectivo que la lenta carrera en el interior de una empresa. Y no solo deben enfrentar los millennials la precariedad salarial de los primeros empleos, sino también poner la cara a las deudas adquiridas con fondos de créditos universitarios, que en el mundo entero han aumentado de manera escandalosa. Es así que muchos llegan a dar sus primeros pasos en la vida profesional ganando poco y con deudas imposibles de pagar con semejantes ingresos.

Son muchas las palabras que se pueden escribir, en medio de lo anecdótico y de los comentarios permenentemente repetidos, sobre las torpezas cometidas por los millennials en su arranque en la vida laboral. Pero ¿quién no las cometió en su momento? ¿Quien, que en el clímax de su profesión se defina como templado, no sintió confusión sobre su futuro en el momento de dar sus primeros pasos?

Los empleadores tienen un enorme compromiso generacional con los más jóvenes, a quienes deben formar como líderes del futuro, antes que verlos como la sencilla manera de obtener mano de obra profesional por regalados costos.

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