Incluso para los más privilegiados, que tienen la fortuna de disfrutar sus trabajos (algo cada vez más inusual en estos tiempos), llega un punto en que la realidad alcanza un nivel saturador y monótono. Y aunque me incluyo dentro de quienes sienten emoción por sus profesiones, defiendo de igual manera la idea de que los descansos no solamente son necesarios para mejorar la calidad de vida, sino también para llenarnos de nuevas ideas y proyectos.
Escribo en esta oportunidad desde la tranquilidad de las vacaciones, luego de un año de trabajo intenso y con la esperanza de que no se terminen con el mismo ritmo ágil con el que los días memorables usualmente se esfuman. Pero sobre todo, con el deseo de que los días de descanso traigan consigo dos efectos positivos, y que éstos a su vez logren durar durante el nuevo año que llegará pronto.
El primero es que las vacaciones no solo se traduzcan en descanso, usualmente entendido como la reducción en la actividad, y que en cambio su resultado logre traer nuevas razones para sentir cada día mayor motivación. Observar, por ejemplo, nuevos temas sobre los que desee escribir algún día. Nuevas preguntas por responder y nuevas metas para plantear. Conocer nuevas personas y recordar la emocionante diversidad humana, en asuntos tan complejos como las razas, nacionalidades e ideas, y que a veces, desde la cotidianidad de nuestros escritorios, olvidamos tener presentes.
Entender que desde latitudes muy distintas a la nuestra, personas con historias de vida ajenas a las que estamos acostumbrados enfrentan dilemas y realidades similares a las que a diario Colombia le da la cara: la frustración, la decepción y la violencia siendo algunos de los ejemplos que se me acercan a la cabeza. Y entonces entender que los problemas que enfrenta nuestro país no son únicos de su suelo y que alcanzar soluciones tampoco es imposible.
Esta última es precisamente la segunda enseñanza que espero alcanzar durante estos días de mayor tranquilidad y calma. Porque una de las ideas erróneas que nos ha condenado a los colombianos a la perversa mentalidad de la ‘fracasomanía’ es la tesis de que nuestros problemas son inéditos en el mundo, y que por ende no tienen solución.
Pero decenas de países han logrado solucionar sus guerras civiles y conflictos armados, incluso en medio de imprevistos peores que los que atraviesa el complejo posconflicto colombiano. Casi todas las naciones han enfrentado el desempleo, la inseguridad y la crisis económica. En casi todos los países del mundo han conocido la corrupción, el racismo, la polarización, el hambre y los trancones. Y muchos han logrado solucionarlos desde la creatividad, la decisión y la perseverancia. Viajar y conocer personas de otras latitudes permite a la perfección aprender de sus lecciones y vencer prejuicios, así como las tesis del racismo y la xenofobia, que tristemente han recuperado popularidad en estos tiempos.
Es por eso que en vez de entender el descanso como una pausa en la actividad, las vacaciones deben ser pensadas como un impulso de motivación para ser mejores, y estimular el deseo por solucionar nuestros más complejos problemas.
De acuerdo en todo lo demás, pero pensar que un comunista acomodado vaya a pensar en nuevas ideas con lo eficaces y sencillas que son las del Manifiesto comunista para los que saben vivir del cuento y situarse bien en la nomenklatura, no es fácil imaginarlo.
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