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Todo hombre en estado de madurez natural, con el tiempo deja de buscar novia y se preocupa por encontrar suegra. Nunca será lo mismo, porque es casi la tercera mujer por la que uno dará la vida, aunque lo niegue y oculte. Una suegra, me imagino yo en mi ignorancia de soltero por imposición social, es como una nueva mamá a la que también hay que robarle el corazón. Así que si uno se fija bien, es casi como el levante en tercer grado de consanguinidad, porque no es suficiente con que la hija quiera estar con uno, sino también conseguir que la matrona dé el sí.

No piensen que soy un hobbit fracasado, o un pitufo emocional en asuntos de relaciones. Sí he tenido suegras, lo que pasa es que algunas ni se han enterado. La verdad es que siempre fui el amante bandido al que las chicas buscaban por su talento para socializar, bailar y besar. Varias veces fui la golfa, la de esconder, y por eso no conozco de cerca el protocolo de tener otra mujer encima en la escala evolutiva.

Sueño con el día en que la pueda conocer para poner a prueba mis teorías. Aunque dicen que de suegras nadie sabe, porque igualmente son mujeres y como tal nunca se les va a entender. Bastará con amarla y dedicarme a verla, para saber qué le gusta, si esa blusa y reloj nuevos que le regalé son de su agrado, aunque haya tenido que raspar la MasterCard unas 48 veces para poder comprarlos.

Si es inteligente, se aprovechará de esta necesidad de aprobación para o agarrarme de chofer, o simplemente ponerme penitencias tácitas, de esas que les gustan a las mujeres a fin de probar la casta de uno como yerno. Yo con todo gusto le diría que sí, que la acompaño a probarse toda la tienda, o a mercar y luego organizar lo comprado, o a la Iglesia. Es lo menos que puedo hacer por la mujer de quien mi novia sacó parte de su belleza. Hay que decirlo, uno ama a la suegra porque así como uno la ve, es como será la novia en unos 20 o 30 años.

Estoy convencido de que una mujer llega a la vida de uno y lo cambia todo, hasta la bendita autosuficiencia con la que uno ha convivido siempre. Y si me voy a ser colaborador de una mujer, qué mejor que venga con suegra cómplice incluida, de esas que ayudarán a cuidar la casa y pagar los recibos cuando su hija y yo estemos recorriendo el mundo y viviendo lo que fuimos llamados a hacer.

Espero que también entienda que soy un hijo prestado, y como tal debería valorarme como yo la valoro a ella. Le agradeceré el buen gusto que le inculcó a su hija, encarnado por supuesto en mí, pero también en los colores de las sábanas, en la sazón de la comida y en la ropa con que vestiremos a mis hijos, sus nietos amados. La suegra es garantía de una esposa honrosa; aunque también aplica si es loca, adicta al crack o a Jesús.

Así como le ofrezco mis servicios de comedia ambulante y refinada, espero que en correspondencia esté siempre disponible para solucionar los problemas que tengamos. Ojo, no es que se vaya a meter de chaperona en la relación, pero hay que aceptar que uno que otro consejo experimentado no caería mal para repetir historias de matrimonios o relaciones funestas.

Así las cosas, entiendo que uno no tiene ni idea en la que se está metiendo cuando se fija en alguien, seriamente hablando, porque así como todo niño viene con su pan debajo del brazo, toda mujer viene con su madre en el calabazo. Por eso me dedico a mirar no solamente mujeres, sino también sus madres, a quienes les va la madre por no querer verme de vuelta.

Luis Carlos Ávila R
@benditoavila
www.lafiebredelascabanas.com

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