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El mundo asistía horrorizado a la ejecución de Steven Sotloff mientras Estados Unidos impotente carece aún de un margen de maniobra visible, como para contener el avance feroz del llamado Estado Islámico (EI) en Irak. Cómo entender la lógica de este movimiento que ha concentrado la atención del globo, y ha logrado poner a las potencias del Medio Oriente acostumbradas a los disensos, de acuerdo sobre la necesidad de no dejar prosperar semejante proyecto de Estado. Algunas preguntas y respuestas que ayudan a entender la inquietante situación.

¿De dónde surge el EI?

El origen del Estado Islámico es confuso, pero se remonta a la creación en 2004 en Irak, de Al Qaeda en Mesopotamia bajo el liderazgo del jordano Abu Moussab Al Zarqaoui quien reivindicaba una guerra a muerte contra las tropas estadounidenses establecidas desde 2003. Era tal la radicalidad y violencia del grupo, que la propia comunidad sunnita (reivindicada por el movimiento extremista), al igual que Al Qaeda terminaron por rechazarlo. Ello facilitó que Estados Unidos neutralizara a Abu Moussab en 2006. En 2007 el movimiento resurgió como Estado Islámico de Irak, pero fue contenido por las fuerzas de ocupación norteamericanas. Estas milicias extremistas buscaron, por tanto, refugio en la frontera con Siria, en las provincias de Niníve y Ambar.

¿Por qué ahora resurge con tanta fuerza el EI?

La conjugación de tres factores lo explica. En primer lugar, el estallido de la guerra civil siria en 2011, permitió que esos grupos radicales sunnitas establecieran un frente común. Los rebeldes sirios sunnitas luchaban contra el gobierno alauita (una rama del islam chií) de Bachar Al Assad. Vale recordar que Estados Unidos, Turquía, y Arabia Saudí apoyaron a esos grupo en Siria a través del envío de armas. El efecto de esa acción ha sido nefasto, pues es probable que hubiesen terminado por armar a los miembros del actual Ejército Islámico en Irak.  Luego de un periodo corto de simpatía, los rebeldes sirios terminaron acusando a los grupos extremistas sunnitas provenientes de Irak de haber intentado apropiarse de la revolución siria. De esa división surgió el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) que siguió combatiendo pero esta vez  con más fuerza que en el pasado. En segundo lugar, la debilidad del Estado iraquí ha sido clave para el avance del EIIL que comenzó en el norte del país, pero fue llegando al centro paulatinamente. Y en tercer lugar, la división entre el mundo chií y sunnita tiene mucho que ver. En el fondo de la idea de proclamar el Estado Islámico en junio de este año, yace la aspiración del islam sunní de imponerse sobre el chií. Abu Bakr al – Baghdadi el califa autoproclamado del EI, se reivindica como el sucesor legítimo de Mahoma. Vale recordar que la disputa entre chiitas y sunnitas surge por la sucesión del Profeta.

Y las soluciones…

Estados Unidos y la mayoría de países occidentales tienen muy poco que aportar en la crisis, especialmente porque para el EI cualquier tipo de apelativo de terrorista importa poco, a diferencia de grupos como Hamas y Hezbollah. Estos en aras de ganar terreno en la negociación buscan que desaparezca la etiqueta que sobre ellos reposa como terroristas. En contraste, el EI repara poco en la forma en que Occidente procure aislarlo. La salida, en consecuencia, depende del movimiento de tres Estados: Arabia Saudí, Irán, y Turquía. En buena medida estas potencias regionales han dinamizado los conflictos externos de la zona en una especie de guerra fría. Principio válido desde Irak, pasando por Siria hasta Palestina. Los tres tienen una influencia notoria sobre el destino iraquí que de ser rescatada podría hacer inviable el proyecto radical del EI. Parece que esta vez la salida no depende de los Estados más poderosos, o no por lo menos de los cinco grandes del Consejo de Seguridad. En eso radica una gran lección de la crisis, el mundo ha cambiado y con ello las formas de solución de sus conflictos, la situación en Irak lo confirma.

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