El anuncio del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre la eliminación de las FARC de la lista de organizaciones terroristas constituye un punto de inflexión en la historia del conflicto armado colombiano y cierra un ciclo de apoyos por parte de Washington a la paz en Colombia. Con frecuencia, al gobierno estadounidense se le ha señalado como uno de los actores responsables de la exacerbación del conflicto, en especial a finales de los 90 y comienzos de siglo, cuando auspició el Plan Colombia cuyos recursos a partir de 2001 fueron canalizados para la lucha contra las guerrillas. La mayoría de países de la zona denunció un plan injerencista con efectos en la región, acusación no del todo infundada. Incluso, gobiernos de derecha como el de Alberto Fujimori en el Perú y Gustavo Noboa en el Ecuador manifestaron sus preocupaciones.
Sin embargo, ese papel debe matizarse. Desde el proceso de paz de Andrés Pastrana, Estados Unidos ha desempeñado un papel relevante, no siempre reconocido, no tanto por falta de labor sino por la forma en que algunos gobiernos colombianos han instrumentalizado ese apoyo; en especial el Centro Democrático, que ha tratado de interpretarlo como un espaldarazo al uribismo, cuando en realidad ha sido al Estado colombiano en su conjunto.
Desde que en la administración Pastrana se anunciaba al mundo un «Plan Marshall a la colombiana» como rezaba el eslogan desde que era candidato conservador, Washington expresó de forma pública su apoyo a las negociaciones de paz con las FARC, entendiendo que solo era posible una salida negociada. Sin embargo, la guerrilla cometió un error imperdonable cuando inexplicablemente masacró a tres antropólogos estadounidenses que trabajaban con comunidades indígenas: Terence Freitas, Ingrid Washinawatok y Laheenae Gay. Ante la exigencia de entregar a los responsables para que fuesen extraditados, la guerrilla se negó aduciendo que «desconocía la legislación colombiana» y terminó «ajusticiando» a los sindicados. Sin condenar del todo los esfuerzos de paz, Bill Clinton tomó distancia con el proceso.
Cuando en febrero de 2002, Pastrana anunció su fin y la retoma militar de la zona de distensión, le solicitó a Estados Unidos y a la Unión Europea declarar a las FARC como terroristas, acto que, de forma inmediata, tuvo eco incluso en territorio mexicano donde la guerrilla había gozado de facilidades para promover su causa, pero fue vetada por orden de Vicente Fox.
Durante las negociaciones del gobierno de Juan Manuel Santos, Estados Unidos se involucró de forma inédita hasta el punto de nombrar un enviado especial, Bernard Aronson, y el gobierno de Barack Obama se comprometió negociar en el Congreso un paquete de ayuda de 450 millones de dólares para el Plan Paz Colombia. Esta vez se pudo concretar la idea de Pastrana de un Plan Marshall para Colombia, para financiar la reconstrucción luego de medio siglo de cruenta guerra.
Cerrando ese ciclo, Washington toma la decisión de borrar a las FARC de la lista de organizaciones terroristas, dejando en claro además que diferencia a la ex guerrilla de las disidencias a las que no se les reconoce ningún estatus político. Esto significa un revés para la tesis del Centro Democrático, según la cual el partido Comunes, hoy movimiento político surgido de los Acuerdos de paz de La Habana, debe asumir responsabilidad por lo que hagan las disidencias.
Vale recordar la controvertida declaración de la ex canciller Claudia Blum ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en la que se señalaba que la existencia de esas disidencias «debía considerarse como un incumplimiento de la antigua guerrilla ahora convertida en partido político». El alto consejero para la estabilización, Emilio Archila, contradijo la alocución, pero desde entonces no cesan los ataques del CD que sugieren un «acuerdo débil» en palabras del propio presidente, e incluso la tesis de que «no existe acuerdo de paz», según el líder natural de dicho partido.
La declaración del Departamento de Estado es una señal clara y contundente de la forma como la paz en Colombia, entiéndase los Acuerdos de La Habana o del Teatro Colón, no son únicamente un compromiso del Estado colombiano, sino que se confirman como una prioridad para Washington que trasciende los cambios de gobierno. Se trata de una advertencia para poner en tela de juicio la efectividad de la estrategia de la administración Duque que elude responsabilidades de Estado bajo el argumento peregrino de que se trata solo de compromisos que vinculan a cada gobierno de turno.
twitter: @mauricio181212
Sí Jose es cierto es muy extraña y ambigua. Coincido y creo que Biden no quiere mandar una señal de debilidad, por eso ha pactado con Boris Johnson a expensas de su relación con Europa. Creo que eso muestra que por más demócrata que sea, el nacionalismo es clave en la política exterior estadounidense.
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Elizabeth estamos más de acuedo de lo que Ud cree. Pienso que la posición respecto de EEUU se ha decidido de espaldas a los sectores más amplios. Creo que la Constitución es muy clara en señalar que la política exterior no corresponde solo a un gobierno sino al conjunto de las instituciones del Estado. Eso se debe retomar porque este gobierno lo abandonó de forma inédita como nunca había sucedido.
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En cualquier caso, el comportamiento de esta administración EUA está siendo extraño. Quizá tan convencidos de su absoluta superioridad moral que no ven necesario coordinarse con los aliados ni tomar en consideración sus posturas. Recordemos la reciente crisis con Francia por el acuerdo tripartito con UK y AUS.
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Jose, creo que puede ser raro porque en términos generales Colombia siempre fue cuidadosa de su relación con Estados Unidos, y en el pasado estuvieron casi siempre en sintonía. Esta vez, por primera vez el gobierno ha desconocido tradiciones diplomáticas y de política exterior por eso los distanciamiento con algunos círculos en Washington muy sensibles con el tema de la paz. Gracias por el comentario.
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Desde fuera, fue un poco extraño ver a EUA distanciándose (al menos, en apariencia) de la posición del gobierno colombiano, a su vez distante (al menos, en apariencia) de la que el propio estado colombiano ha mantenido en ocasiones anteriores. Un poco más de continuidad reforzaría considerablemente la credibilidad exterior e interior de Colombia. Por supuesto, no es un problema particular del país, sino que está bastante extendido entre los estados de nuestra estirpe.
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Su analisis es un buen analisis del punto de vista Rosarista. Le falto aclarar que EL plan Marsahll fue un acuerdo entre USA y El estado Colombiano en el gobierno de Pastrana I. Usted vuelve y retoma el analisis en Pastrana II. A una persona del comun o del ordinario es decir que no es especialista, le queda dificl comprender el juego politico, sin conocer el juego de los apellidos o estirpes de la historia colombiana. Nuestra historia de dependencia con les USA viene desde la venta del Canal de Panama. Depues de este PACTO HISTORICO solo vienen estadistas que juran honor a los USA. De pronto Usted me hace recordar à los jidaistas que juran honor al Estado Islamico. Esperemos que la JEP y la Comision de la Verdad os muestren la otra historia. Esa que no es oficial.
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Los distintos gobiernos de USA se han comprometido de lleno por la paz en nuestro pais , lo más extraño es que un gran sector del país encabezado por Álvaro Uribe y su centro democrático, amigos de la guerra , deseosos de mantener al país en la edad de piedra, hacen hasta lo imposible por hacer trizas el tratado de paz
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Dr Jaramillo. Desde las cumbres intelectuales universitarias seguramente esta decision de los gringos genera alborozo y aunque argumentaran que es otra cosa lo cierto es que las Farc no ha cumplido ni con la verdad, ni con la justicia y mucho menos con la reparacion. Entonces en el mundo intelectual mucha felicidad , pero las veraderas victimas ofrendadas en el negocio siguen igual
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Las fart siguen siendo terroristas aunque el impostor y fraudulento biden quiera limpiarles la Imagen, lo cierto es que sus principales cabecillas acaban de salir fuera de circulación, y no alcanzaron a disfrutar de su fortuna mal habida.
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