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2016 marcará un punto de inflexión en la política mundial por la sorpresa causada por la elección de Donald Trump, la victoria del «no» en el plebiscito por la paz en Colombia y el sorpresivo resultado de la consulta popular en el que una mayoría de británicos optó por abandonar la Unión Europea.

Tras diez meses de la entrada en vigencia del acuerdo de salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) queda en evidencia la forma cómo se manipuló al electorado británico por parte de los sectores nacionalistas del Partido Conservador y del partido derechista, United Kingdom Independence Party (UKIP). Se promovió la idea de que la membresía al bloque era la causa de todos los problemas económicos, políticos y sociales, y se pensaba que, al abandonarlo habría más recursos, menos vulnerabilidad económica, mayor seguridad – esto ultimo reforzado con una dosis de xenofobia – así como autonomía en política exterior.

Sin embargo, el escenario actual parece bien distinto y la alteración de equilibrios ha sido la constante, empezando por el estatus de Irlanda del Norte, parte del Reino Unido y cuyos intercambios con Europa deben asegurarse, algo que parece incomodar a Londres. Hasta el punto que, el año pasado, el propio Johnson promovió cláusulas que le permitirían violar el acuerdo de retirada imponiendo un bloqueo sobre territorio norirlandés, exigencia de los sectores más radicales pro Brexit, aunque absurda desde todo punto de vista, pues no se pueden aprobar normas internas para violar obligaciones derivadas del derecho internacional. Fue tal la presión interna y regional que Johnson terminó cediendo.

Ahora, la crisis por al desabastecimiento de gasolina y las tensiones por la pesca con Francia relevan la peor cara del Brexit y las consecuencias fatídicas aparte de la caída dramática de las exportaciones a Europa en un 40%, una disminución de la inversión extranjera y la pérdida del título que ostentó Londres por años como principal bolsa europea a manos de Amsterdam. La crisis de combustible se explica por la filtración de documentos de la British Petroleum en los que se advertía sobre el cierre de decenas de estaciones de servicios de gasolina por la falta de carburante. A esto se suma la drástica baja en la mano de obra de conductores de camiones cisterna para transportar gasolina, resultado del Brexit y de la pandemia. El primero  significó un cambio en las reglas de juego para migrantes y el segundo tuvo efectos sobre la economía que provocaron la salida de miles de trabajadores sin empleo. Ahora Johnson se enfrenta a la paradoja de conjurar la crisis con la aprobación de entre 10 mil y 12 mil visados de emergencia, cuando la migración fue blanco de su verbo encendido a la hora de promover el Brexit.

Pero ahí no paran las consecuencias. Los pescadores constituyen otro de los sectores fuertemente afectado por la decisión. Se cree que un 92% de este gremio votó a favor de la salida de la UE, con la promesa de que podrían pescar con menos competencia y que sus ingresos aumentarían considerablemente. Dicho de otro modo, nacionalismo económico puro y duro. La realidad, sin embargo, es otra: con las nuevas restricciones, los costos administrativos han obstruido las exportaciones y la baja en las cifras es inocultable. En los principales puertos, no se han podido recuperar los niveles pre Brexit como ocurre en Peterhead, Escocia centro de la actividad pesquera británica, hoy uno de los lugares donde más se percibe una decepción frente al Brexit. 80% del pescado se exporta, pues el consumo británico está lejos de ser suficiente para la producción. Los pescadores se sienten engañados por un partido que vendió promesas imposibles de cumplir y cuya única respuesta parece simplemente tomar medidas que afectan a los pescadores franceses sin que aquello resuelva al problema de fondo de los británicos. Los riegos de la demagogia y el nacionalismo exacerbado no dejan de causar estragos, por más de que las lecciones de la historia sean contundentes al respecto.

twitter: @mauricio181212

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