La designación del embajador de Colombia en Venezuela era uno de los nombramientos más esperados, luego de 5 años desde que Juan Manuel Santos convocara a Ricardo Lozano, último representante diplomático de ese nivel. La relación con Caracas ha tenido altibajos en los últimos 23 años, en especial desde que llegara al poder Hugo Chávez en 1999 y ese país adoptará una postura crítica frente a la situación interna en Colombia y convirtiera el conflicto en tema recurrente de su retórica.
Tras años de distanciamiento, profundizados por la estrategia torpe y fracasada del cerco diplomático, se puede concluir que se debe retomar el principio de la «no injerencia» sin renunciar a un papel como facilitador, mediador o garante en la crisis política que por años ha arrastrado el vecino, tal como sucedió en la administración de Juan Manuel Santos.
Armando Benedetti una de las figuras más polémicas del actual gobierno y asociada con el santismo, tiene la enorme responsabilidad de recomponer una relación, aunque rota, con la significativa ventaja de la voluntad política a ambos lados de la frontera para recuperar los espacios de diálogo y cooperación.
Uno de los peores errores de la política exterior del gobierno pasado, fue menospreciar la importancia venezolana y cubana para temas que son del interés colombiano y justificar la desmesura en dogmas ideológicos. Venezuela no solo es relevante por la circunstancia de que se comparten más de 2.200 kilómetros de frontera, sino porque es impensable dotarse de un modelo de gobernanza fronteriza sin el concurso de sus autoridades. Si el país quiere liderar un proceso migratorio «ordenado, regular y seguro», no puede castigar a quienes permanecen en ese territorio apoyando severas sanciones que golpean a los más vulnerables.
La relatora especial de Naciones Unidas para medidas coercitivas unilaterales y derechos humanos, Alena Duhan, reiteró el efecto devastador de estas acciones en los sectores más vulnerables. Ahora Benedetti tiene el reto de involucrar al vecino en políticas que permitan el ejercicio del derecho a la locomoción. La reapertura de la frontera y la salida y entrada de migrantes por los puntos y no las trochas parece un avance considerable.
De igual forma, en términos comerciales parece haber una oportunidad inmejorable. Venezuela viene recuperándose. La producción de petróleo pasó de 350 mil barriles diarios a unos 750 mil y con la expectativa de llegar al millón en 2023. La inflación ha cedido hasta ubicarse en un solo dígito, impensable hace algunos años, y el flujo de divisas por las remesas tendría efectos positivas para el acceso a bienes de primera necesidad. La recuperación económica, tímida y gradual, significa una oportunidad en términos comerciales para toda la zona de frontera golpeada por los dos años de la pandemia.
En este mismo sentido, la propuesta (que no significa decisión) de la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, sobre la posibilidad de comprar gas a Venezuela para no seguir explorando internamente, causó revuelo y preocupación por la dependencia que muchos se aventuraron a comparar con la que actualmente vive Europa respecto de Rusia. Sin embargo, cabe recordar que la integración está basada precisamente en el reconocimiento de la codependencia y resulta imposible como peligrosa la búsqueda de autosuficiencia a cualquier precio. El uribismo, que ahora insiste en la soberanía energética, debe recordar que Alvaro Uribe en 2006, vendió la participación nacional de la entonces denominada Monómeros colombo-venezolanos, lo que redujo nuestra capacidad para la producción de derivados del petróleo, claves en la agroindustria y que hoy servirían para mitigar la inflación. Insistir tercamente en ese nacionalismo económico, conduciría a retrocesos en la integración binacional y latinoamericana. América Latina, al igual que Europa, lleva años construyéndose exitosamente bajo la premisa de una interdependencia que exhorta a la cooperación, a pesar de las diferencias ideológicas.
No hay sintonía ideológica entre Gustavo Petro y Nicolás Maduro. Basta asomarse al modelo de producción energética, la relación con EE. UU. o las recientes declaraciones del mandatario colombiano sobre refugiados y asilados venezolanos a quienes se les garantiza la protección. Existe, eso sí, una necesidad mutua para gestionar el tema comercial, migratorio y la seguridad fronteriza. El reto más urgente del nuevo embajador consistirá en retomar ese canal de diálogo y los desacuerdos, que no tardarán, sean tramitados sin las polémicas tan nocivas de los últimos años.
twitter: @mauricio181212
Tan esperado nombramiento? el de Benedetti o cual? valdrá la pena reactivar frontera con un pais en crisis? con una dictadura? desde hace años es años, Venezuela quebró muchas empresas y personas naturales, que comercialmente creyeron en sus lideres… ahora con Benedetti ( conociendo sus antecedentes, como persona y politiquero? será el mesías salvador de la frontera???? ….periodistas no vendan pajaritos de oro, sabiendo que nunca vendrán.. no generen mas desinformación al pueblo, no tienen el derecho…
Califica:
Mandaron al ratón a cuidar el queso.
Califica: