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La crisis en Haití llega a niveles preocupantes mientras la comunidad internacional y en especial los Estados de América Latina y el Caribe parecen no darle la importancia que merece. El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, lanzó un llamado desesperado para la conformación y despliegue de una fuerza multinacional en un país gangrenado por la violencia y ahora por una epidemia de cólera. ¿Qué condujo a Haití a esta dramática situación? ¿Es posible una salida en el corto plazo? ¿Está condenado a ser un Estado fallido, la primera nación que consiguió la liberación de esclavos?

La crisis no comenzó con el asesinato de Jovenel Moïse situación que captó la atención del mundo. En realidad, fue en 2015 con la elección que disputaron Moïse y Jude Celestin que le dio la victoria al primero pero que el segundo jamás reconoció denunciando un supuesto fraude. Esto obligó a repetir las elecciones que, nuevamente ganó Moïse. El presidente juramentó en 2017 para un mandato de cinco años, por lo que empezó a contar este tiempo no de 2016 según la primera elección, lo que ocasionó las primas manifestaciones multitudinarias. La oposición dejó de reconocerlo como presidente desde 2021 cuando se pensaba que había expirado su mandato y además porque el entonces mandatario había dado signos claros de autoritarismo. En enero de 2020, dos terceras partes del Congreso fueron disueltas por entonces jefe de Estado que además empezó una campaña de persecución contra la oposición, todo bajo la mirada impasible de la Organización de Estados Americanos (OEA), activa en los temas nicaragüenses y venezolanos. Seguramente la distancia que asumió Moïse con Nicolás Maduro y su simpatía por Donald Trump explican parcialmente el silencio, sobre todo de Luis Almagro, el ultraconservador secretario general de la OEA, cuyas condenas dependen en extremo de color ideológico de turno.

A Moïse se le acusó de apoyarse en algunas de las pandillas y bandas criminales para mantener el control, lo que habría disparado la violencia. Su paroxismo llegó en julio del año pasado cuando fue asesinado en circunstancias que aún no se han despejado. Una de las hipótesis es que el asesinato habría respondido a un ajuste de cuentas con las mafias y pandillas en las que se habría apoyado para mantener el control. El caso es que desde julio Haití no encuentra estabilidad. Ariel Henry, primer ministro, asumió las riendas con la tarea inaplazable de convocar a elecciones, pero es tal el caos que aquello no ha sido posible. Con la crisis de los combustibles en el mundo y el alza desmedida de sus precios terminaron por encarecer productos de primera necesidad.

Las bandas criminales hoy controlan la infraestructura estratégica del país, en especial de Puerto Príncipe, a donde llegan los carburantes y la central petrolera de Varreaux. La situación se ha agudizado con la reemergencia de la epidemia de cólera que llegó al país en 2010 por una bacteria que trajeron los cascos azules de Naciones Unidas y que en 2019 provocó la muerte de 10 mil personas. La ausencia de agua potable -cólera se trasmite por el agua- es uno de los factores de exacerbación de una eventual crisis sanitaria.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, al que muchos consideran inútil, ha advertido que para la fecha 4,5 millones de personas se podrían hallar en riesgo de inseguridad alimentaria y 1,5 millones de manera inminente. El órgano estima que Haití está ad portas de una catástrofe humanitaria, sin que se vea cómo Ariel Henry pueda convocar a elecciones. Por eso el pedido desesperado de Guterres consiste en el envío de una misión de Naciones Unidas que facilite la retoma del control en la distribución de bienes y en el mediano plazo la celebración de comicios, cuya urgencia ha quedado opacada por la inseguridad alimentaria y el brote de cólera.

En el G7, que agrupa a los Estados más poderosos del mundo y que se encuentra reunido de emergencia, no habrá ninguna alusión a Haiti, solamente nuevas formas de seguir financiando la guerra en Ucrania, mientras el resto del planeta sigue pagando sus consecuencias en términos de seguridad alimentaria. El silencio -también presente en gobiernos y medios de América Latina-  es tan reprochable como habitual.

@mauricio181212

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