
Cuando no queda más que la osamenta muerta
que rasguña la sangre negra de las vísceras
y todo en polvo se deshace en la ceniza
y los órganos curtidos pierden sus colores
retorcidos por el tiempo en un abismo,
Cuando de ellos no quedan más que piedras secas
y el aire suena entre los huesos huecos
sacudiendo a los gusanos que se esconden dentro
y la carne pudre entre sus venas y aguas
al esqueleto ausente de fragante vida,
Las horas vuelan hacia la eternidad del tiempo
entre el esperma inerte y entre las horas muertas
mientras la muerte mira desde sus ojos huecos
Que la vida llora su ocaso y quien la mira
ve los pétalos desencantados de los nardos
que cansados esperan que la gravedad acerque
el encuentro inevitable allá, con los gusanos.
Que con sus ojos óbitos la muerte mira
la agonía primavera que la está mirando
resignada siempre entre lágrimas blancas
se desvanece el suelo y se la va llevando.
Que el tiempo es insaciable y ante él perece todo
Porque de no ser aquel nuestro destino
habría un calor olor a almizcle colándose entre el frío,
un hedor a vivo intermitente
un engendro vivo dentro de tanta muerte.
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