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La vida en la Tierra tuvo su aparición hace aproximadamente unos 3.500 millones de años, cuando las primeras células dieron inicio a un sinfín de cadenas biológicas y ecológicas dando origen al ser humano. A pesar del cortísimo tiempo que tenemos como especie ocupando la Tierra, nuestras graves alteraciones al entorno son evidentes y han ido modificando las cadenas naturales de la vida.

Nuestra sobrevivencia depende de las condiciones del planeta. La contaminación, deforestación, aumento de temperaturas, pérdida de biodiversidad y fósil-dependencia, están marcando un “punto de no retorno”, es decir, aunque quisiéramos no podríamos volver atrás debido a que el planeta habría perdido su capacidad de resiliencia y harían falta miles de millones de años para reparar el daño que hemos provocado.

El cambio climático ha sido un fenómeno que ha demostrado que esta sociedad “no funciona bien” y sin embargo, al ser víctimas y cómplices del aumento de temperaturas mundiales, los seres humanos tenemos varias opciones para poder mitigar los efectos del fenómeno y por consiguiente pensar en cómo el mismo puede afectar lo menos posible a las comunidades, los ecosistemas y las economías del mundo.

Este desafío debe ser visto como un catalizador de procesos de degradación puesto que afecta todos los sistemas del planeta. Para atacar el problema de raíz, debemos como sociedad transitar hacia la globalización de los temas y la COP-20 es uno de estos ejemplos. Líderes del mundo unirán sus voces en Lima, Perú, para buscar alternativas y estrategias que logren integrar la adaptación, la mitigación y el financiamiento en un acuerdo vinculante y responder a preguntas como ¿seguir patrocinando la quema de combustibles fósiles o invertir en energías renovables?, ¿continuar deforestando o frenar la irracional tala de bosques?, ¿seguir pensando que somos inmunes al cambio climático o sentar las bases para una requerida adaptación?

Fuente: CNN

Pero no solo. La COP-20 debe servir para unir las voces de comunidades y gobiernos. La participación social es fundamental a la hora de hablar de adaptación, desarrollo y resiliencia; y para ello, es imperante que las naciones inviertan en la gestión del conocimiento puesto que es la principal medida de adaptación al cambio climático. Las comunidades deben estar informadas y participar activamente en la toma de decisiones, cambiando así el paradigma actual, pasando de víctima y cómplice a protagonista. Se debe pensar en la gente y trabajar para ella.

El tiempo es limitado y debemos actuar ahora. Líderes políticos del mundo se han percatado de la importancia que representa el cambio climático para sus naciones pero, ¿será esto suficiente?. La humanidad debe comprender que el cambio climático representa un desafío ético más que un reto científico. Eventos climáticos extremos serán cada vez más frecuentes y traerán destrucción de ecosistemas (naturales y sociales), altísimos costos económicos y -como dijo alguna vez Rob Watson (un eco-consultor internacional)- “con la raza humana como nefasto experimento biológico del planeta”.

A fin de cuentas y para salir de estas, debemos modificar nuestro actual modelo de desarrollo, ser resilientes al nuevo clima y adaptarnos a las nuevas condiciones del planeta…

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