La COP-20 se acerca cada vez más y los líderes políticos y económicos del mundo, decidirán en tan importante conferencia mundial, el rumbo del planeta. Veo este 2014 como un año que marca un hito importante en la historia de la humanidad: el éxito de la Marcha Climática Mundial, el reciente acuerdo climático (con algunas dudas aun) entre China y Estados Unidos, la publicación de un nuevo informe del IPCC que orienta a un desarrollo y una economía baja en carbono, entre otras importantes acciones mundiales, regionals y nacionales.
Nuestra vida y sobrevivencia dependen de las condiciones de la Tierra. La contaminación, deforestación, aumento de temperaturas, pérdida de biodiversidad y fósil-dependencia, están marcando un “punto de no retorno” a nivel planetario, es decir, aunque quisiéramos no podríamos volver atrás y corregir nuestros errores debido a que el planeta habría perdido su capacidad de resiliencia. Para plantearlo de un modo más sencillo, harían falta miles de años para reparar el daño que hemos provocado.
Nuestra forma de ver, actuar y sentir el entorno ha estado errada o al menos la hemos exteriorizado de una forma muy incompetente. El planeta ha tenido que ir modificando sus condiciones locales y globales para dar inicio a una transición muy veloz de cambios socio-ambientales. ¿Podrá la humanidad soportar estas bruscas transformaciones?. ¿Podremos salir fácil de éstas?
El cambio climático ha sido durante los últimos años, el centro de conversaciones políticas, económicas y ambientales. Representa uno de los desafíos más grandes de la humanidad, ya que pone en “jaque” todos los sectores socio-productivos que conocemos. Haciendo un breve repaso a la historiografía climática del planeta, encontramos que en los últimos 650.000 años han existido siete ciclos de avances o retrocesos glaciares y la última edad de hielo finalizó hace unos 7.000 años. Esa fecha marca el inicio de la era moderna en lo que respecta a clima. La mayoría de estos cambios, se atribuyen a pequeñas variaciones en la órbita de la Tierra. La tendencia actual al calentamiento es de vital importancia, ya que ha sido inducido por el hombre a un ritmo sin precedentes en los últimos 1.300 años. De acuerdo al IPCC, las actividades antropogénicas tienen un 95% de responsabilidad en las emisiones de gases de efecto invernadero que originan el cambio climático.
Este fenómeno corresponde a una patología social múltiple y debido a esto, el cambio climático debe ser visto como un tema multisectorial, incluyendo a comunidades en la toma de decisiones de planificación, implementación, monitoreo y evaluación de los cambios del clima por medio de estrategias locales como educación, salud, producción, comercio, entre otros.
Considero vital que las políticas climáticas abran el paso a áreas de conocimiento local, tomando en cuenta al desarrollo humano para ejecutar acciones sobre la vulnerabilidad ante el cambio climático. Ejemplos de esto podremos encontrarlos en muchos lugares de Colombia y otros países de América Latina, sobre todo en relación a temas de agricultura y gestión de riesgos.
Desde hace tiempo el Banco Mundial viene alertando que ningún país puede por sí solo, afrontar los desafíos interconectados que plantea el cambio climático, entre los que se incluyen: decisiones políticas y económicas, despliegue tecnológico y consecuencias mundiales a gran escala. Me atrevería a agregar que ningún político del mundo puede afrontar estos riesgos sin escuchar a las comunidades. La gente es la principal ventana que tienen las naciones para poner en marcha mecanismos que ayuden a paliar los daños generados por el cambio climático.
Vale la pena destacar que si evadimos estas acciones, el cambio climático supondría una condena segura para la humanidad y de todo lo que conocemos sobre la Tierra. Tenemos las horas contadas si no actuamos con velocidad. No dejemos que el cambio climático sea nuestra condena. Luchemos y actuemos.
El planeta está en riesgo y nosotros con él…
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