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50645605 - restaurant or bar table with plate of appetizers and wine. two people talking on backgroundDesde mi restaurante veo a mis clientes: parejas que se dan abrazos y besos e intercambian muchas miradas de enamorados, y que tal vez ninguno de los dos ha sido capaz de decirse uno al otro lo mucho que se quieren. Veo familias completas celebrando algún evento, y son felices.

Al ver este panorama me pregunto: ¿por qué mi vida fue diferente?

 

Nací en El Espinal, Tolima, el 26 de diciembre de 1970, en un hogar sin amor, con unos padres ofensivos, hirientes, que no querían una niña sino un varón; siempre recibí maltrato verbal.

Para mis padres era un cero a la izquierda; “nunca iba a servir para nada”, decían;  la peor desgracia para ellos es ser su hija. A los 5 años fui violada por un tío materno, muchas veces manoseada por mi abuelo materno. Crecí siempre llamando la atención, a la espera de ser aceptada y pidiendo afecto.

Me destaqué siendo gran bailarina, jugadora de baloncesto, declamadora, pintora, mala estudiante por tener déficit de atención; crecí sola, dándome golpes por no saber cosas de la vida; me aferré a amores platónicos para poder ser feliz. 

Desde muy pequeña pedía de Navidad que me dieran unos paquetes de regalitos que traían ollas, platos, portacomidas, estufas, y con ellos jugaba a que hacía cenas románticas y las compartía con mis amigos imaginarios; luego, cuando ya tenía unos 10 años, mi abuela me ponía a pelar papas para que cogiera destreza en el manejo de cuchillos; después, que le batiera las claras de huevo, y así seguía, queriendo aprender a cocinar. Ya a los 13 años mi madre no me volvió a preparar desayuno, y desde entonces comencé a cocinar y preparar cosas: muchas, inventos; otras teniendo en cuenta las recetas, pero cambiando ingredientes para hacerlas a mi gusto.

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A los 8 años, haber visto una pelea entre mis padres fue clave para tomar una decisión en mi vida. Ese día mi madre, con un cuchillo y una botella en sus manos; mi padre, con una correa persiguiéndola para atacarla; yo, en medio, gritándoles: “no peleen”.

Decidí no casarme y quedarme sola.

De adolescente, siendo poco agraciada, me enamoré y me aferré a un amor platónico. Era un cantante de música juvenil de los años 80, de aquellos conocidos en Colombia como grupo Menudo. Este grupo comenzó a tener mucho éxito en todo el mundo.

René Farrait era uno de los integrantes, y me ilusioné tanto que con solo verlo en TV me sentía satisfecha; soñaba mucho con él, y fue entonces cuando me juré conocerlo y ser su esposa.   42432898 - concert illustration. vector illustration

El tiempo pasó y no lo lograba, hasta que ellos llegaron a un concierto en Bogotá (Colombia). Fue entonces cuando conseguí hacerme amiga de él. Finalmente lo conocí, terminamos siendo amigos, teniendo contacto telefónico; hablamos mucho, y eso me hacía feliz.

Sin embargo, después de varios años de amistad, sin ninguna explicación se terminó todo contacto, sin que René quisiera saber nada de mí.

Seguí destacándome en la parte artística, hasta que tuve que cambiar de ciudad y dejar todo: amigos, colegio y un reconocimiento de compañeras y profesores.

En la nueva ciudad fui rechazada y matoneada ya no solo por mi familia, sino por mis compañeros de clase.

En 1986 comenzó un amor por la culinaria, con un sueño de tener algún día un restaurante. Terminé mi secundaria y fui a Bogotá a la universidad, albergando siempre en el corazón los dos sueños: el poseer un restaurante y ser la esposa del Menudo René.

El sueño del restaurante igual era un imposible para esa época, pues no tenía ahorros ni trabajo, solo era la empleada del servicio de mis padres y hermano, quienes siempre me dijeron que nunca iba a ser nadie en la vida, que iba a ser una fracasada.

40656761 - cute cartoon girl looking up thinkingAhhh… parece que las profecías que vaticinaron desde niña se cumplieron.

Sin futuro, sin amigos, sin poder salir, como en una cárcel, veo pasar los días uno a uno, como si fuesen una copia del anterior, solo añorando y esperando que al menos la muerte sí me quiera y me lleve a su lado.

A los 46 años, tengo mi restaurante. Comencé cursos para mejorar en cuanto a pastelería y panadería, que son recetas exactas.

Hoy veo que puedo sacar una sonrisa a los clientes que saborean un delicioso plato, preparado y coordinado por su propietaria.

La vida me ha dejado unos grandes mensajes:

Si no lucho por mí misma, ¿quién lo va a hacer?

Solo me espera seguir adelante con mi restaurante, tal vez conozca a alguien que quiera vivir con una mujer sencilla y con muchos sueños para compartir.

**Gracias a una lectora:

* Condolezza quiere ser tu amiga, escribe a este blog literario y cuenta tu historia a:  condolezzacuenta@hotmail.com  Twitter: @condolezzasol. Todas las historias serán revisadas y corregidas para ser publicadas.  Se reservarán los nombres, si lo deseas.  

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