En tierra de ciegos el tuerto es rey, reza un dicho popular en mi país, El Salvador. Sí, la tierra del presidente más «cool» de las redes sociales, el más joven y radical de Latinoamérica. ¿Cuál es mi opinión acerca de su gestión actual? Eso es otro tema que dejaremos para más tarde, porque mi opinión está muy por debajo de la observación de los hechos, aunque estas primeras líneas lo dejarán en claro.
Pero más allá de escribir sobre «el presi» (como le dicen sus seguidores), quiero hacer una observación de la izquierda salvadoreña que, desde mi punto de vista, ha sido una de las más exitosas de la historia. Esto debido a que ha sabido hacer los cambios adecuados en los momentos precisos para obtener los mejores resultados.
El fenómeno Nayib Bukele no es producto de un experimento espontáneo, ni mucho menos un aparecido o favorito de un líder social del pasado. Es lo que podría considerarse el resultado final de un proceso de más de ochenta años, si consideramos que inició con la «Huelga de brazos caídos» organizada por sindicatos y civiles en contra de la gestión del general Maximiliano Martínez en la década de los 30’s, durante una dictadura militar que se venía arrastrando desde 1850 y duraría más de cien años.
A partir de ese momento y sólo después de haber sido masacrados en plena marcha y finalizar con un genocidio de treinta y tres mil indígenas -pisoteada su raza, cultura e idioma al punto que hoy la palabra «indígena» en El Salvador es sinónimo de ignorancia y estupidez- la izquierda salvadoreña comprendería que las marchas no sirven de nada cuando lo único que tienes es carne de cañón. Por lo tanto, optaron por la formación ideológica dando inicio así a una lucha en el campo de las ideas, siendo su semillero la Universidad Nacional de El Salvador – UES, que dejó como resultado a uno de los intelectuales más respetados de Latinoamérica, Roque Dalton.
Después de invertir aproximadamente treinta años en la formación ideológica, en los 70’s se cosecharían los sindicatos más fuertes. Los profesores, los universitarios, los estudiantes de secundaria, los obreros, los campesinos y la iglesia, a través de los Jesuitas, constituyeron una izquierda con una formación académica, política, agrícola y religiosa que haría frente al General Molina, quien respondería de la misma forma que las dictaduras militares saben hacerlo. En efecto, el resultado fue otra masacre, en esta ocasión las víctimas fueron los estudiantes.
Después de esto, la izquierda dio un giro en su dinámica y se empezaría a considerar la lucha armada, con Joaquín Villalobos como uno de sus principales impulsores y Roque Dalton su opositor. Fieles a que el fin justifica los medios, Roque Dalton sería secuestrado y asesinado por la misma izquierda que lo formó, quitando de esta forma el obstáculo que impedía dar el paso a la formación militar. Los movimientos sociales que antes mencioné pasarían no solo a formar intelectuales sino también guerrilleros.
En 1979 se da un golpe de estado dirigido por el Mayor Roberto d’Aubuisson dando fin a la dictadura militar. La izquierda, por su parte, seguiría en su cacería de intelectuales, quienes querían seguir luchando con ideas y no con armas. Surgió otro personaje clave, quién sería el último intelectual y religioso pero a quien la izquierda no tocaría. Me refiero a Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Pudo ser el ejército el autor de su asesinato (a estas alturas es dudoso), pero la izquierda usó entonces su muerte para justificar y dar inicio al conflicto armado. Se unirían los diferentes sindicatos y movimientos sociales para formar un solo frente, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional – FMLN con Shafick Handal, Joaquín Villalobos, Facundo Guardado, Ana Guadalupe Martínez y otros más a la cabeza. Durante doce años, 75 mil muertos y un sin número de desaparecidos, se libró una sangrienta guerra civil.
Finalmente, después de la caída de la URSS y el cierre del apoyo económico de Estados Unidos al Ejército Salvadoreño, ambas partes deciden poner punto final a la guerra armada y abrir paso a la guerra política. El FMLN pasaría a ser un partido político, y nuevamente el fin justificaría los medios, ya que los grandes líderes de la guerrilla serían excomulgados del partido en los 90’s, quedando como máximo dirigente Shafick Handal. En 2004 el FMLN haría su tercer intento de alcanzar el poder por la vía democrática, esta vez con Shafick Handal como candidato, mientras Hugo Chávez y todo un nuevo movimiento socialista en Latinoamérica lo veía. El resultado daría el punto final para el líder izquierdista, obteniendo solo un 30% de los votos contra un 70% de su rival de derecha. En 2006, Chávez lo invitaría a La Paz, Bolivia, para una reunión con otros presidentes.
Días después, Shafick regresaba a El Salvador y bajaba del avión en una camilla, porque había «sufrido un infarto agudo al miocardio a causa del cambio de altura en el vuelo». Tres años después de su muerte, el FMLN alcanzaba el poder Ejecutivo por la vía democrática, con Mauricio Funes, un periodista de una izquierda «rosada», formado por los Jesuitas, que se vestía de blanco dejando de lado el rojo.
Después de un largo recorrido y luchando en diferentes frentes, la izquierda estaba a un paso de lograr lo tan anhelado, el poder absoluto. Y para ello tenía un solo obstáculo, el FMLN. El poder es desgastante y el partido empezó a perder credibilidad. Funes, al final de su mandato tuvo que exiliarse en Nicaragua, acusado de corrupción.
El FMLN ganó en 2014 por segunda vez el Ejecutivo, pero esta vez con un ex líder sindical, ex comandante guerrillero y ex diputado, en pocas palabras, un candidato que representaba todo lo que el partido es. Aquí es donde, en mi opinión, la lucha más grande de todo movimiento político no está en otro rival político sino en el cambio generacional del pueblo. Así que, había que sacrificar al FMLN para que la izquierda siguiera en el poder. ¿Pero cómo hacerlo?.
Es en este momento de la historia es donde entra «el presi», hijo de un fundador del FMLN que sale en la purga de los 90’s. Porveniente de una familia adinerada pero de izquierda, ganó la alcaldía de San Salvador con amplio margen e hizo muy buena gestión. Era el candidato perfecto para la presidencia. Así, el FMLN se aseguraría un tercer mandato. Pero en el partido rige la «jerarquía» y el turno de Bukele estaba lejos. Fue así como Bukele inició su campaña política en redes sociales con una de las estrategias principales de la izquierda: generar odio por un enemigo en común: en este caso, el FMLN. De esta manera, la izquierda, una vez más, lograba deshacerse de quién le estorbaba. La izquierda obtuvo su tercer mandato ejecutivo con Bukele. Además, este año logró mayoría calificada en la Asamblea Legislativa y colocó a su antojo a los magistrados que rigen el órgano judicial. Por fin, después de luchar con las ideas, con las armas y en la democracia, la izquierda llegó a su tan anhelado sueño: el poder absoluto.
Nayib Bukele es, por el momento, la expresión máxima del socialismo. Estábamos acostumbrados a ver a un Shafick o un Chávez al frente de una izquierda roja y armada, pero el socialismo no tiene color ni rostro porque es un fin, «un horizonte al cual camino» como diría Eduardo Galeano. Es crear una nación que sea Estado-dependiente, centralizada, donde todos sean iguales y el final será siempre el mismo, porque los tiempos podrán cambiar pero el ser humano siempre será el mismo.
Por: Ottoniel Sorto
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