Imagen ilustrada y editada por @InyectarVida
Por: Diego Rodríguez [Angeólogo, director de Inyectar Vida, terapeuta certificado en Integración Emocional]
Estuve chateando con Haihaiel, Dagda, Oberon, Stwony y Nador. Intercambiamos diversos pensamientos, nos reímos de los memes que se registran constantemente en redes sociales y en los que los colombianos somos expertos.
En algún momento sentí que ellos, mi ángel de nacimiento, mi ángel guardián, los espíritus de la naturaleza; me habían dejado en visto. Sentí un vacío enorme, ver los dos chulitos azules y no recibir contestación alguna.
Invocaba a los dioses, a mis guías de luz, pero reiteradamente los dos chulitos azules generaban ante mis ojos una profunda desilusión.
En un momento recordé al vagabundo que algún día rechacé, a mi familia en instantes en que han querido compartir conmigo por lo menos un saludo, y esos chulitos azules punzantes fueron el epicentro de su tristeza.
Recordé llegar a casa agotado después de una larga jornada de trabajo, y aquellas personas que me aman, familia, amigos y mi compañera de camino, anhelando escuchar mi voz o por lo menos recibir un mensaje de buenas noches, yo simplemente me disponía a dormir, calando nuevamente los chulitos azules en el corazón de aquellos seres leales con mi ser.
Medité con el ángel Lauviah, en su cualidad de rendición, desde el círculo del entendimiento, bajo un mensaje claro: “No te olvides de ti mismo porque cuando lo haces, por repercusión olvidas a los demás”.
Esa noche observé que me había olvidado de mi felicidad, la felicidad real, la venia buscando en lugares superfluos. Mientras diversos seres, mutilados de tristeza, de vacíos, con la depresión a flote, los veía pasar frente a mis ojos con la fría indiferencia.
Ahora, después de años y años de escepticismo, me encontraba buscando un diálogo directo con la divinidad, sentía que en el cielo nadie me escuchaba, aquel Dios que todos nombran al parecer me había ignorado todo este tiempo.
No es cierto, revisé nuevamente mi WhatsApp y me di cuenta, una y mil veces: yo había dejado en visto a Dios.
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Que el universo, la vida, los ángeles, y los espíritus de la naturaleza te protejan. Amor vital para tu ser.
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