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Tal vez para intentar encontrar algún indicio que devele el porvenir de la criatura o por necia curiosidad, los adultos inevitablemente le viven preguntando a los niños: ¿Y tú qué quieres ser cuando grande? Mientras unos dubitativos no logran decidir entre los superhéroes del momento o se debaten entre policías y bomberos, también es un lugar común encontrar la respuesta de los que quieren ser astronautas.  Al parecer basta con crecer con planetas de icopor al alcance de la mano o dormir con la edición ilustrada de El Principito bajo el brazo para tener a una edad incipiente completamente definido el futuro. Con el pasar de los años, todos esos sueños se terminan decolorando inevitablemente como los dibujos de los cuentos de Julio Verne que se apilan en los baúles del olvido.

Sin embargo, para que los astronautas existan se requieren de seres humanos que efectivamente ocupen ese oficio privilegiado. En algún lugar de Ontario, Canadá creció un niño que jugando con avioncitos de juguete entre cultivos de maíz soñaba con conquistar el espacio sideral. Cuando apenas tenía nueve años, después de observar hipnotizado frente a un vetusto televisor la transmisión de la llegada del Apollo 11 a la luna, supo de una vez por todas a que se iba dedicar el resto de su vida. Después de una larga y exitosa carrera en la aviación y posteriormente en la Nasa, Chris Hadfield no sólo logró cumplir su sueño de conquistar otras galaxias en varias misiones espaciales sino que en un hecho sin precedentes compartió las vivencias de su última expedición con el mundo a través de las redes sociales.

Y desde allá tan lejos en el espacio, la tecnología no fue inferior a la ciencia al garantizar desde sus cuentas de youtube y twitter una audiencia global a la altura de la información que estaba transmitiendo. Desde una lata en órbita, dio a conocer en tiempo real las mejores visuales de la tierra desde un ángulo de pretérita exclusividad del creador. Flotando de una manera tan peculiar compartió con todos sus seguidores los más increíbles vistazos desde la inmensidad adonde los continentes parecen vitrales medievales  y los océanos se asemejan a los óleos de Van Gogh. Sin la fuerza de la gravedad en el partidor compartió los más didácticos videos en los que los quehaceres más triviales como comer o lavarse los dientes se convierten en experiencias exóticas.

En su momento más brillante, guitarra en mano interpretó su propia versión de la canción de Space Oddity de David Bowie, como un rito para engalanar la cúspide de su carrera. Acto que seguramente había ensayado en su cabeza toda su vida y que tenía reservado exclusivamente para imprimirle su sello personal a su momento cumbre. Gozándose cada segundo en la cima como cualquier mortal, con su performance final de despedida antes de emprender su viaje de regreso consiguió magistralmente algo que solo en inglés se explica con exactitud: seize the moment.
Sin duda @Cmdr_Hadfield será la inspiración de muchos jóvenes alrededor del mundo y de quienes simplemente desde la comodidad de sus hogares pudieron estirar las piernas y relajarse un día cualquiera para echarle una ojeada celestial a las maravillas del planeta tierra.

 

Foto: (imágen de Bermuda) tomada del twitter @Cmdr_Hadfield

twitter: @alfrecarbonell

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