Por más avances científicos y rigurosos estudios que pretendan demostrar patrones de pensamiento, la psiquis del ser humano nunca dejará de ser un misterio. Faltan muchos años todavía para que llegue un método que con algún tipo de chiquitolina le permita a los científicos conocer de primera mano el funcionamiento del cerebro. Pero partiendo de lo que hay, es fácil concluir que por más que en términos generales hay avances y existen cada vez más leyes positivas al respecto, vivimos en un mundo que no ha dejado de ser racista.
Estados Unidos es tal vez el país en el mundo en donde más se ha sufrido la tensión racial y el tema siempre ha sido determinante en la agenda política. La historia de ese país ha estado marcada por la lucha por la igualdad en los derechos de los afroamericanos que afortunadamente y hoy en día en el papel han conquistado la equidad. Sin embargo en la práctica, se siguen presentando incidentes como la muerte del joven negro bajo custodia policial que motivó los disturbios de Baltimore. Igualmente, las cifras de inadmisiones y expulsiones en las escuelas siguen evidenciando un trato desigual hacia esta población.
Desafortunadamente, en la psiquis de un grueso número de estadounidenses reposa un odio racial que con el sentimiento xenofóbico que ha exacerbado Trump, se ha venido confirmando con su ascenso en las encuestas. Pues el racismo en su definición más taxativa implica una ideología que defiende la superioridad de una raza frente a las demás y la necesidad de mantenerla separada del resto.
Los años más oscuros de Europa se vivieron motivados con el ascenso de una política de segregación racial que logró despertar el más cruel sentimiento de odio hacia la raza judía impulsado por un sentimiento ultranacionalista alemán. A pesar de que Alemania es quizás el país en el mundo con regulaciones más fuertes en contra del racismo como garantía de la no repetición de los horrores del holocausto, aún existen grupos neonazis que reflejan un saldo de odio racial que permanece en algunas cabezas.
En Colombia, aunque con menos incidencia en la vida política pululan los casos aislados, como el más reciente de la señora en Cartagena que con ofensas raciales agredió despiadadamente a un taxista. Más allá de quién tenía la culpa en el accidente, el problema está en la intolerancia que reflejan los reclamos cargados de la más abyecta discriminación. En este caso parece que la rabia fue la que logró despertar los peores prejuicios raciales que reposaban en el subconsciente de la señora quién a su vez no se considera racista con el argumento de que su mejor amiga es negra.
El racismo que persiste en los niños quienes dicen sin contemplaciones lo que piensan, es la prueba más fehaciente de lo lejos que estamos de realmente superar este problema. Mientras el odio racial siga latente así sea en el subconsciente de la gente, el racismo seguirá condenado a perpetuarse de generación en generación.
En los años 70 una profesora de Iowa en Estados Unidos hizo este experimento en un aula de estudiantes en donde experimentaron en carne propia la injusticia de la discriminación racial:
Más de 40 años después se hizo un experimento similar en México y los resultados no son muy alentadores:
Foto y videos: Tomados de Google
Twitter: @alfrecarbonell
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