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Las redes caen. Se va la luz y el cielo se pone negro. Hay una explosión en Washington y otra más arriba, en Otawa. Japón ha desaparecido y las Coreas, aunque por otras razones, también. En Rusia más de diez mil bomberos, que pretendían proteger las reservas de una planta nuclear, fueron arrasados por las llamas en cuestión de segundos, como cuando uno se quema las pestañas prendiendo un cigarrillo. La capa de ceniza que se acumula en el cielo es cada vez más espesa.

De la tierra comienzan a brotar fuentes de un líquido caliente y pegajoso. Hay periodistas desmembrados entre los escombros y caen bolas de fuego del tamaño de un coco, que dejan grietas irremediables en la superficie. La tierra se sacude, hay un rugido agudo y cae un rayo destructor en Barcelona.

 El Sena es un caño de aguas negras. Roma, una sopa de sangre. Hay muertos por todos lados. Señoras sin brazos caen del cielo y el Norte de África arde en llamas.

Cae un meteorito del tamaño de Medellín, en Medellín, y en el Amazonas hay una grieta que amenza con engullir al país entero. En el Guaviare hay un incendio delirante; en Cali explota otra bomba y, en Tunja, una nube de cenizas empieza a asfixiar a miles de personas inocentes…

Ese tema, el del fin de todo, me gusta. Hoy, cuatro de septiembre, es el bicentésimo cuadragésimo séptimo (247) día del año. Faltan 118 días para que se acabe el año y 108 para que, según el cuento, se acabe el mundo. Se me hace agua la boca.

La verdad, es que este ha sido un año de mierda. No veo la hora de que se acabe. Eso de que ha disminuído la corrupción, los homicidios y el desempleo, no es verdad. Son estrategias de este gobierno para ganar popularidad. No ha mejorado nada. Lo que hay que reconocer es que ya no descuartizan campesinos; pero la incomodidad, sigue. No sé de dónde diablos sacan cifras en las encuestas de este país. Por qué no me preguntan a mí. Yo solo veo abuso de poder, pobreza, desempleo e indigencia.

Puede que si se llega a un acuerdo con las FARC nos ahorremos los billones que son destinados «para la guerra» y los destinemos mejor a la educación. Si aumenta la calidad de la educación, aumenta la calidad de vida.

En fin, yo creo que el presidente Juan Manuel no se ha puesto a pensar que si llegamos a un acuerdo de paz con las FARC y el ELN muchos guerrilleros van a ir a presos y, con el hacinamiento que hay en las cárceles del país, se va a armar un motín.

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