Fotograma de Frontera Verde – Netflix
Las series colombianas comienzan a tener el protagonismo que se merecen, y si bien Frontera Verde no es la línea de meta, sí es un buen punto de partida.
A lo largo de sus 8 capítulos, Frontera Verde (dirigida por Ciro Guerra, Laura Mora y Jacques Toulemonde) nos sumerge en un Amazonas intrépido, misterioso y lleno de secretos, que a su vez deja ver una fascinación del audiovisual colombiano por personajes contenidos e historias abiertas de las que vale la pena preguntarse si hemos tenido suficiente.
La historia sigue a la detective Helena Poveda (Juana del Río) quien debe viajar hasta el corazón de la selva para resolver una serie de muertes extrañas que han estado ocurriendo. Paralelo a esto, sigue también la vida de Yua y Ushe, dos nativos que se enfrentan a un extranjero que quiere robarles el secreto de la eternidad.
Frontera Verde atraviesa varios momentos que son realmente espectaculares. Es una historia interesante y llena de muchas posibilidades para ser contada. Propone, desde el minuto 1, algo que parece ser un gran thriller, una fotografía precisa y delicada que funciona. Por otro lado, en instantes resulta lenta y se percibe como una elongación innecesaria y pretenciosa.
Helena Poveda es el típico personaje contenido que cuenta más desde el silencio, sugiere una rudeza que no es uniforme sino poco creíble, y desconecta en muchos momentos de la serie. En lo personal, fue muy difícil creerle. Pero la historia misma, que de por sí atrapa, consigue opacar su interpretación. Marcela Mar interpreta a la hermana Raquel, una religiosa que entra a la historia para aportar nada más que desconexión. Siento que es de esos personajes tan mal conducidos que la historia no cambiaría sin su presencia.
Por otro lado, Ángela Cano (Ushe) es quien se echa al hombro la historia y resulta ser un personaje interesante, lleno de contención pero muy bien interpretado. Sin duda el mejor de la serie.
Rescato el recurso de contar la historia a dos tiempos, esto le da el dinamismo que a veces urge. El diseño sonoro es espectacular, los detalles son sutiles y aportan sensaciones sonoras a la imagen que logran resaltar los momentos.
La producción, debo decir, es maravillosa. Vale la pena apreciar la majestuosidad amazónica dentro de sus entrañas, y hacer eso no es sencillo. Además, aplaudo como lograron no solo integrar a las comunidades dentro del rodaje, sino hacerlas parte importante dentro del relato.
¿El final? una escena que nos deja, quizás, dos posibles conclusiones: una, que se entrevé una segunda temporada. O dos, que los misterios de la selva son tan ambiguos, difícilmente interpretables y personales como lo que se aprecia en ese último momento.
Es una serie que hay que ver porque hace parte del crecimiento de la producción colombiana a nivel internacional, y es también un buen ejercicio para que sigamos contando historias que nos atraen como latinoamericanos. Por otro lado, enaltece una selva amazónica hoy amenazada, y logra enviar un mensaje directo y necesario: recordarnos lo pequeños que somos como humanos ante la inmensidad de la naturaleza.
6 claquetazos de 10.
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