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De Bogotá se ha dicho que es la Atenas suramericana, que es la más educada, la que está más cerca de las estrellas, en fin, es la ciudad de los mil eslogans. Lo que callamos los rolos por no pasar vergüenzas con las demás regiones del país, es que de eslogans no vive el hombre y que esas campañas no solucionan nada. Y es que cada vez que escucho que para combatir un problema social en Bogotá la alcaldía va a lanzar una campaña, se me revuelven las tripas y me dan unas agrieras que ni que hubiera visto a la Cabal mercando en Miami.

Eso si, todas esas campañas le dejan un billetico bueno a agencias de publicidad, impresores e influencers, los verdaderos beneficiarios de las mismas. Pero eso no es culpa de las agencias, de los influencers o del alcalde de turno. En realidad es culpa de los mismos biempensantes rolos que siempre terminan votando por unos personajes salidos de quién sabe donde. Y si usted no se acuerda por quién votó entonces repasemos juntos este listado.

Milagro en el Palacio de Liévano.

Andrés Pastrana Arango

La mejor versión de Andrés Pastrana que conocimos los colombianos.

No podía encabezar esta lista otro sino el más grande delfín colombiano, única especie que nunca enfrentará peligro de extinción: Andresito Pastrana, quién viendo que la carrera a la alcaldía se le iba de las manos se puso manos a la obra y rezó con tal fervor que fue secuestrado, al parecer, por la mismísima divina providencia. Y dicha situación le dio la prensa necesaria para ganar, ya que de haber dependido de su carisma y la maquinaria política no le hubiera alcanzado. Tal desaguisado le alcanzó para llegar hasta la presidencia, y eso que terminó su alcaldía a las patadas: entregando obras a medias, puentes sin orejas y otras chambonadas. Porque lo importante no es la obra, sino la foto con las tijeras en la mano, de lo contrario la gente podría decir que fue que no hizo nada.

Lo único positivo que nos dejó a los bogotanos fue una prensa mucho más crítica y con los ojos abiertos, ya que después de su alcaldía se le puso mucho más cuidado a las obras que se realizaban en la ciudad.

Sin ropa en el tarjetón.

Antanas Mockus Civikas

El efecto Mockus trasciende fronteras.

Fue alcalde Mockus (tal vez el último buen alcalde que tuvo la ciudad), y a mi modo de ver fue un buen alcalde, a pesar de que llegó a la máxima dignidad que ofrece la ciudad tan solo por bajarse los pantalones en público. Esto debería ser estudiado más a fondo en las cátedras universitarias dedicadas a psicología del consumidor, sociología o publicidad, porque si no tiene mérito político al menos lo tiene como fenómeno paranormal. Cierto es que al no haber sido estudiado más a fondo el efecto Mockus, varios candidatos a cabildantes o ediles un tiempo después también decidieron hacer campaña empelotos, con tristes resultados no solo para los candidatos, sino para quienes trabajábamos en impresión durante aquella aciaga temporada.

Recuerdo con cariño esa alcaldía, creo que la única que logró despertar algo de orgullo o espíritu en los bogotanos.

Los nada que ver.

De alcalde también estuvo Lucho Garzón, cuyo más grande mérito para llegar a la alcaldía fue que en vez de corbata usaba un saco cuello tortuga, pare de contar. No hay mucho más que decir de Luchito, excepto por esa vez que salió borracho en televisión a decir que le gustaba Darcy Quinn.

En la silla más alta de la ciudad también se sentó Samuelito Moreno, malogrado delfín que enterró definitivamente la memoria y el honor de mi general Gustavo Rojas Pinilla y acabó haciendo olvidar del todo a María Eugenia Rojas «la capitana del pueblo». Su único legado, al igual que el de Juan Martín Caicedo Ferrer, fue recordarle a los bogotanos a qué es que van los políticos tradicionales cuando se sientan en la silla del alcalde.

De la doctora Clara López tampoco se puede decir mucho, así fue su gestión. De ella solo recuerdo una malograda frase que se le escapó durante una caminata tratando de escapar del acoso de los periodistas que le preguntaban por qué desde la alcaldía obligaban a los contratistas a votar por su señor marido, y ella dijo que en Colombia la política era así, porque uno trabaja con los de uno. Se le abona la sinceridad.

El outsider.

El creador del bolardo tras enterarse de su nominación a mejor vendedor del año

Dentro de la lucha por conseguir un alcalde decente, en Bogotá también se votó por lo que los americanos llaman un outsider, un empresario y persona de negocios más que un político como lo es Enrique Peñalosa. Saltó a la fama y tiene un puesto en la eternidad como creador del más grande de los objetos del deseo bogotano, ya que su creación se multiplicó por pueblos y ciudades que lo copiaron hasta la saciedad. Y es que quién no se ha encontrado con un bolardo en alguna de las ciudades del país. Ese negocio no se le hubiera ocurrido ni a Donald Trump, porque vender un pedazo de concreto pelado para incomodar a la gente no es tarea sencilla. Pero él lo logró, como también logró cobrar una millonada por los moños rojos más horribles que hayan decorado ciudad alguna durante las fiestas de fin de año. El que niegue el talento de Peñalosa para vender caro lo invendible es porque no sabe para que es que toda esa gente quiere llegar a ser alcalde.

El negocio con Volvo y los buses rojos es caso aparte, porque en medio de todo eso si se necesitaba, pero Transmilenio palidece como negocio junto a la idea de vender bolardos.

Sin pelos en el tarjetón.

Claudia Lopez populismo

La doctora Claudia López haciendo lo que mejor sabe hacer

También tuvimos en la alcaldía a la doctora Claudia López, quien destaca en el ámbito político por gritar a cuanto personaje se le ponga por delante. Era tal la gana de gritar y la potencia de su voz que se decidió a salir a vender Bon ice en plena campaña, con uniforme y todo. Se le abona la visión que tuvo y la manera de aprovechar los medios masivos, ya que no necesitó asesores para darse cuenta que gritarle paraco a Uribe le traía más aplausos, vivas y hurras que gritar a cualquier otro hijo de vecina. Ella supo aprovechar el hecho de que para el rolo promedio una persona que grite y ultraje a sus congéneres es lo que llaman una vieja “sin pelos en la lengua”, y para el rolo eso es algo bueno.

Desafortunadamente fue tarde ya cuando se dieron cuenta que lo de vender Bon ice no era más que un disfraz, un bañito de pueblo y que tratar a la gente de coima y vaya eche a trabajar son el verdadero ADN de una vieja así, sin pelos en la lengua.

Y la lista sigue y sigue…

A veces quiero creer que la ciudad aprendió una lección, pero la fe se me acaba prontico. Y la verdad es que de entre los candidatos que había no se hacía un caldito, empezando por Gustavo Bolívar, porque promete que sin tetas no hay paraíso pero en Bogotá el problema es de nalgas. Su antítesis, Diego “cuna de oro” Molano, es una mezcla de Claudia López, Silvestre Dangond y Álvaro Uribe, y parecía que todos los días se machucaba el dedo chiquito del pie a propósito, porque qué actitud tan berrionda. Robledo, como decía Samuel L. Jackson en Robocop, es “un hombre con los dos pies bien puestos en el pasado”, y de haber ganado Juan Daniel Oviedo, su único mérito habría sido su peculiar acento. Me cuesta aceptarlo pero eso habría marcado un nuevo récord para el biempensamiento bogotano.

Finalmente ganó el más normal de todos. No lo destaca nada, excepto el hecho de ser otro delfín. Y creo que esa es su gran ventaja, que nada llama la atención en él. Bien puestico, niño bonito, bien hablado, educado, sin escándalos ni premios parece una apuesta segura. Pero bien temprano se dio cuenta la gente que poco se puede confiar en un delfín. Con su chaquetica roja se podría decir que la ciudad votó por el noctámbulo de City TV. Su gestión se limita a dar reportes y declaraciones ante la prensa, la cual se dedica a aplaudirle cuanta ocurrencia le dictan sus asesores. No salió con nada respecto al pico y placa, y los grandes medios lo pintan como gran estadista cada vez que sale a decir que toca cortar el agua. Le están allanando el camino a la presidencia, así como hicieran antes con don Andresito.

Carlos Fernando Galán

Carlitos frente al teleprompter dando alguna genial declaración

Que la alcaldía anterior no le avisó que no había agua para la ciudad, que el presidente no lo deja gobernar, que la minga indígena está obstruyendo el Starbucks desde donde trabaja, mejor dicho, que no lo están dejando hacer nada. Todo esto sale a decir con su chaquetica roja en televisión, y uno espera que mientras el va hablando aparezca el número de teléfono para uno llamar y denunciar un hueco en una avenida o un perro que ladra muy duro.

Vamos a ver quién sigue, porque si Vicky sube a la presidencia no se me haría raro que el próximo alcalde de Bogotá se defina entre Juan Diego Alvira, Edward Porras -el noctámbulo original- y Diva Jessurum.

@jorgitomacumba.bsky.social

 

 

 

 

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