Hace unos días tuve la oportunidad de sostener un breve conversatorio con la escritora Pilar Lozano, sus más de treinta años en el ejercicio del periodismo hacía parte del abrebocas para un auditorio de estudiantes de último año de secundaria que la escucharon con atención. Del conversatorio lamento que la brevedad del tiempo nos haya interrumpido una charla amena y asaz fructífera. Los estudiantes hicieron preguntas de toda índole. Sin proponérnoslo el tema era: Los diálogos de paz en La Habana. Se hizo la felicidad en mí, el orgullo de ver que esos jóvenes demostraban y vivían su país y además, que esperaban un mejor futuro, me recordó a mi profesor de español de noveno grado.
Renové mi atención en la charla y la intervención de una estudiante, además de sorprenderme, penetró como agujas en nuestra responsabilidad. Ella preguntó si nosotros como sociedad hemos puesto a consideración la inclusión inminente de la juventud en el proceso de paz puesto que, ellos son los directos interesados en que se dé. El proceso (sea utopía, quijotada o estulticia) de paz hay que hacerlo, no podemos entregarle un país tan sesgado, inseguro e inequitativo como el que tenemos. Ellos sí que podrán juzgarnos, y el olvido o la gloria son irrelevantes frente al esfuerzo por ser más tolerantes y respetuosos por el derecho ajeno. Con solo eso nos acercaremos decididamente a la paz.
Anteponemos las retaliaciones y evitamos el perdón, somos tan intolerantes que detentamos teorías y falacias más para sobreponernos que para consensuar. Por ejemplo, los comentarios que se hacen en las redes sociales y en las ediciones electrónicas de los diarios en un alto porcentaje son ofídicos. Hay de los que ofenden con los clásicos madrazos hasta los que tejen la degradación de conceptos y teorías políticas. Citar se me hace innecesario, son la muestra de lo que desconocemos de Colombia, en su historia, en su geografía, en su realidad…
Entre falacias y conceptos, así estamos en Colombia. Mi madre cuenta que la Violencia, así con mayúscula inicial, le arrebató la felicidad de la infancia y sembró el terror en los campos desde mediados del siglo pasado. Para mi madre fue imposible entender cómo dos personas que se amaban profundamente tenían que rivalizar para el día de elecciones. Para mí es imposible entender cómo personas que dicen amar el fútbol defienden sus colores en la cobardía propia que da la gavilla. Incluso el ejemplo se extiende al campo de la política cuando la ideología no obedece a una idea sino a un hombre o al de alguna religión que olvide la espiritualidad.
Y ahora que es cuando más necesitamos unión y convicción en propósitos comunes no hemos sido capaces de crear estrategias ciudadanas que le aseguren un futuro mejor a las generaciones venideras. El resultado no es difícil imaginarlo.
Muy interesante el comentario de la estudiante jajaja. Ojalá más personas se preocuparan por el legado que nos dejan a las generaciones mas jóvenes.
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Articulo interesante
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Es muy interesante la reflexion que haces, sin embargo, al utilizar diversas ideas o ejemplos sin estar conectadas muy bien desde la redaccion, se pierde el sentido de lo qie tratas de decir. Es un consejo.
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Un escrito de la desgracia de país que estamos viviendo y frente al título: Elemental mi querido Watson…Les dejamos un país en manos de delincuentes gobernando ante el mundo y delincuentes gobernando en el interior de las regiones; verbi gratia el Paro Armado.
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