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En ningún momento se trata de una apología a la xenofobia, ni más faltaba, pero el asunto es de preocupación. La diáspora china desde hace tiempo se ha expandido por todo el mundo, y el fenómeno que ahora se presenta en Colombia afectando el comercio debe ser una prioridad de las autoridades, por ejemplo, la DIAN y la Cancillería.

Por estos días, se ha empezado a ver en diversos medios de comunicación las protestas de los comerciantes en contra de la competencia desleal por parte de inmigrantes chinos en mercados que históricamente han sido neurálgicos, como en el caso de San Victorino y San Andresito, solo para citar el ejemplo de lo que sucede en Bogotá. Sin duda vivimos en un mundo cada vez más globalizado y el intercambio sociocultural es un hecho innegable, pero las implicaciones de una inmigración no controlada puede afectar tanto a la economía como a la cultura. El asunto no se puede tratar únicamente con pañitos de agua tibia, hay que tomar medidas serias.

Es fácil colegir que Oriente se cierne como el nuevo imperio, y a mí juicio en el supuesto que Trump se haga a la presidencia sentenciará la debacle para los Estados Unidos, un duro golpe para la egolatría del país “más poderoso del mundo”, el sistema monetario y la cultura. Debe llamar la atención que el fútbol chino se esté armando con muchas figuras; de continuar tal estrategia y llevarse más figuras podrá hacer que los ojos de los aficionados se vuelquen a Oriente y así la propagación del nuevo imperio económico se consolide con una rapidez impresionante, la globalización del fútbol bien puede hacer de Caballo de Troya. Pero aunque se trate de un imperio en ciernes, la cantidad de habitantes de esa parte del mundo es tal que difícilmente pueden autoabastecerse, se habla incluso de que el gobierno chino apoya a sus conciudadanos para que monten negocios en el extranjero.

Colombia es uno de los países en los que más se había demorado en aparecer el fenómeno que ya lleva años en capitales de Europa y de América Latina. A muchos de los bonaerenses les incomoda que los comerciantes chinos no den el cambio exacto y sí lo aproximen con dulces de baja cuantía, todo tras un halo de amabilidad, excesiva paralingüística y desconfiable inocencia. Los comerciantes se quejan por competencia desleal, claro, tienen razón, y no solo por un asunto de precios. Los comerciantes chinos pueden llegar a trabajar dieciocho o incluso más horas al día, difícil competir con eso. Algunos podrán pensar que muy bien por ellos que trabajan tanto, pero la aceptación nos conlleva a entrar a un estilo de vida mucho más acelerado y esclavizante del que ya tenemos, eso es terrible. Culturalmente tenemos hábitos en nuestro comercio que se verán sumamente afectados.

En cuanto a lo financiero sería conveniente que la DIAN revisara cómo son las prácticas de importación de estos comerciantes y que revisaran incluso si muchos de los chinos (para enero del 2012 llegó un contingente de 150 trabajadores, cifra que ha aumentado significativamente) que trabajan en Colombia pagan los impuestos. Entre Montelíbano y Puerto Libertador, en el departamento de Córdoba, está la concesión de la carboeléctrica GECELCA S.A. ¿Qué pasará con todos los chinos que vinieron a la construcción del proyecto energético cuando este finalice? ¿La DIAN está tan atenta por el pago de impuestos de estos trabajadores tal y como lo hace con los nacionales? La cantidad de chinos es tal que colapsan el supermercado más grande del municipio todos los domingos después de las dos de la tarde, al parecer único momento de descanso que tienen. Y eso que no se está discutiendo por qué la concesión se firmó con el parágrafo que da prioridad laboral de extranjeros y no a nacionales.

Reitero que no hay ninguna intencionalidad xenofóbica, pero el Estado sí le debe poner control al asunto. Son muchas las afectaciones que se dan. Mayor desempleo, quiebra de microempresarios y fuga de capital.

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