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Qué tal llamarlos maestros, esos no son maestros… maestros son aquellos seres sumisos y nobles que solo saben decir sí a todo, maestros son aquellos que no cuestionan las políticas, los objetivos, los procedimientos y los paradigmas, maestros son aquellos que no chistan nada cuando tienen que llevarse trabajo a su casa; porque un maestro ético debe llevar siempre trabajo a casa. Maestro es aquel que imparte un océano de conocimiento y de contenidos con un centímetro de profundidad, maestro es aquel que soporta la presión laboral en silencio, ese es un buen maestro porque ha perdido por fortuna el carácter y el espíritu crítico; maestro es aquel que ha entendido que no es indispensable en un colegio porque en el engranaje industrial nada y nadie es imprescindible, una pieza se reemplaza por otra y el sistema sigue como Dios ordena. El maestro es aquel que abandona toda muestra de su personalidad y se adapta a los incesantes cambios de la actualidad, que, aunque contradictorios y errátiles, son incesantes. Maestro es aquel cuya virtud es la genuflexión.

Diversos sectores del Gobierno del Nobel de Paz y presidente de la república de Colombia, el señor Juan Manuel Santos, han manifestado que los docentes deben recapacitar en cuanto a sus intenciones de paro pues estarían dejando en vilo a más de ocho millones de niños y que no es oportuno hacer una mejora salarial porque el presupuesto no alcanza, -nunca alcanza- por lo tanto, el paro es injustificado. Las dos cosas son ciertas, no hay lugar a dudas, los docentes deben tener la sensibilidad de entender que el presidente y su gabinete tienen la razón, es abismal la ceguera ante lo evidente, el paro es injustificado. Cerca de ocho millones de estudiantes y sus familias están en vilo pues, de darse el paro ¿qué sucederá con esos estudiantes? Se les ha olvidado a los docentes que en la calidad del servicio que prestan no solo se debe tener la vocación sino el sacrificio, pues el colegio además de centro de instrucción es una guardería a la que la familia le ha confiado plenamente la enseñanza y la formación de las futuras generaciones. Cada vez que hay una actitud reprochable de parte de los estudiantes hay que revisar lo que pasa con los profesores, la culpa ha de ser de ellos.

Los docentes son unos desagradecidos, ellos se quejan de afectaciones laborales en cuanto al salario, las condiciones de contratación –que siempre cambian en este mundo dinámico– la prestación de servicios de salud, recreación o pensión, y las modificaciones para el ascenso en el Magisterio. Pero se les olvida que ellos tienen cuatro momentos de vacaciones en el año, que muchos cuentan con contratos a diez u once meses para que sean creativos y se ingenien otras formas de sobrevivencia. Un docente debe trabajar sin esperar pensión ni reconocimientos porque lo suyo es el servicio, la vocación y el sacrifico. Los profesores de ahora se quejan de la falta de tiempo para la preparación de las clases que se les va en el registro de formatos académicos y no ven que en internet está ya toda la información, incluso los exámenes con respuestas y todo. Algunos de esos facinerosos docentes incluso llegan a manifestar que es importante preparar las clases con actividades que sojuzgan de creativas e impactantes. Ja, ilusos.

El paro que inició hoy jueves once de mayo, concentrará grandes movilizaciones en Bogotá y el resto de capitales del país. ¿Desde hoy once de mayo hasta el próximo martes dieciséis de mayo qué harán los docentes? Sencillo, hacer proselitismo con estudiantes y padres de familia para granjearse un apoyo que les permita presionar al Gobierno con unas peticiones, que reafirmo, son injustificadas. En lugar de hacer pancartas y crear arengas dodecasílabas deberían quedarse a calificar trabajos, planear clase, cuidar niños y así, aprovechar el tiempo libre que es bastante en otras labores que ennoblezcan su labor como cobrar pensiones, asear los salones, asistir a charlas y clases extra, fuera de la jornada laboral o servir de guardias de tránsito. Aún no me explico cómo hay profesores que se la pasan los sábados y los domingos a pierna suelta en sus casas cuando hay tantas cosas por hacer en los colegios, tantas órdenes por seguir y acatar. El problema tal vez tenga su origen en las facultades de educación donde parece que les enseñan a los candidatos a licenciados a creer que su profesión es tan digna y comparable como la de un ingeniero o un médico. Los licenciados deben saber que si acaso una orden llega con un grito o un gesto es para que se sigan las políticas, porque el denostarlos es ajustarlos para que su trabajo, andar y pensamiento sea recto. Hay que hacerle entender a los profesores que dejen de creer en esas fruslerías de los valores, el sentido crítico, el tiempo libre, la vida privada, la dignidad y el ocio académico. Hay algunos que reclaman tiempo dizque para leer obras literarias con el fin de reseñárselas a los estudiantes. El buen trabajo hay que recompensarlo con más trabajo y menores beneficios.

Ojalá nuestra sociedad eduque más de esos maestros a los que me referí al principio, en cuanto aquellos que tanto se quejan y hasta hacen paros y forman sindicatos ni qué decir… y eso solo para referirme a los profesores del sector público. En cuanto a los profesores del sector privado… con ellos todo va de maravillas…

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