Quisiera poder entrar al corazón y a la mente de Carlos Otero, alcalde de Cartagena no elegido, a ver si logro entenderlo, si puedo explicar cómo una persona puede ser tan nula.
Quisiera saber dónde apunta su mirada. ¿Es que acaso no se desplaza por la ciudad sino que se teletransporta y por tanto no vive el caos vehicular, los cráteres en la vía, la suciedad e inmundicia?
¿No vive Otero en la ciudad de la explotación sexual de niños de seis años? Donde todos roban el espacio público, la gente hace lo que le da la gana, las motos van por los andenes, los peatones por las vías, el comercio especula con sus precios y abusa de propios y visitantes que se desencantan con una ciudad bella por fuera y podrida por dentro.
No vive la ciudad insegura, la de la extorsión, sicariato, robo y violencia entre pandillas que crecen en las propias instituciones educativas que cierran sus puertas por falta del servicio de aseo que el Distrito no contrató.
Desde que llegó al cargo han sido pocos sus pronunciamientos públicos, por cierto, desafortunados. Dijo que Campo Elías le había dicho que no regresaría y al día siguiente fue desmentido por el mismo Campo. A los periodistas solía decirles o más bien regañarlos para que preguntaran sobre el tema que los convocaba y no sobre otros asuntos de interés para la comunidad. Respaldó a funcionarios cuestionados en momentos en que la ciudadanía exigía explicaciones, responsables y claridad, frente a un presunto hecho de corrupción, como fue el caso del escándalo desatado por los permisos para el Tsunami Vallenato, del que por cierto, no se supo más.
Lo más descabellado fue su posición respecto al fallo que obliga al Hotel Hilton restituir terrenos de la nación con la construcción de un parque para la ciudadanía. Otero consideró que debía atacarse el fallo en lugar de acatarse por el precedente que sienta para los muchos hoteles que están en la misma situación. Nunca fue más ingenuo en un alcalde, el descaro con el que demuestra donde están sus intereses.
Mientras insistió en negar la injerencia de la casa García en sus decisiones, pidió renuncia protocolaria a todo el gabinete distrital y se cuentan 14 cargos considerados cuotas del clan en mención.
Vive Otero en las nubes que observa desde la ventana del avión de Carlos Mattos, el empresario del que dicen apoyó a Campo en campaña para hacer un megaproyecto en Chambacú, por el cual, el alcalde encargado tendría una reunión que terminó en un «paseo» por las nubes que ocultan la miseria de la ciudad.
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