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En Cartagena, de heroísmo nos queda una historia que por cuenta de un interés sospechoso, nos quieren cambiar como para mayores vergüenzas a una ciudad sitiada por “connacionales” y saqueada por ratas “público-privadas”.

No hacía falta la “mona” para partir la placa de la discordia, esta vez, como muy raro ocurre, los trinos de indignación tuvieron eco en la consciencia del Alcalde, hecho curioso cuando quedan muy pocas dudas de su gobierno autocrático y personalidad narcisista, o digamos mejor, delirios monárquicos.

El activismo tuvo una minúscula conquista, buena en lo simbólico pero todavía muy pequeña para creer que es funcional. Se podrá hablar de conquistas cuando tumben la loma de Crespo y muchas obras o decisiones que afectan a la comunidad tengan la participación equitativa y responsable de ella.

El cuento del “se está llorando sobre la leche derramada” es o una actitud derrotista o un defensor interesado de la contraparte.

Con el túnel lleno de agua, los contratistas justificaron las deficiencias evidentes como “cosa normal” de cualquier túnel, solucionable con una motobomba que evitaría que se inundara.  Las quejas entonces, eran de “enemigos del progreso de Cartagena”, sin embargo hoy, las fallas inocultables del túnel se resolverán con la construcción de otro túnel al interior del mismo, cediendo así la razón a los “enemigos del progreso” mientras callan los sabelotodo.

Exigir que las cosas se hagan bien hechas es lo mínimo, y termina siendo muy insultante objeciones como “el ya para qué”, cuando el rechazo a la “loma” de Crespo se dio inmediatamente comenzó a notarse (hay dudas de su socialización) y en lugar de examinar dichas objeciones pareciera que aceleraron para terminarla rápido y allí si justificar el “ya para qué”.  En todo caso, si es que ahora queremos posar de desmemoriados, revisemos cuán polémica fue la decisión de construir el tan afamado túnel. Para aquellos que quieren responsabilizar a la ciudadanía de haber callado, o “dejado pasar”, les recuerdo que aquí el poder se impone y los proyectos se socializan incompletos, a puerta cerrada o comprando silencios.

Ahora bien, nunca es tarde para enderezar lo torcido y si fuéramos capaces de hacer valer los derechos apelados, se defenderían aun cuando tocara derrumbar la loma.  Hay dos casos recientes en los que se ordenó “parar” la construcción, uno curiosamente el hotel contiguo al túnel, hoy lleno de turistas y eventos, nadie rindió cuentas al respecto, ni las autoridades explicaron por qué una obra que se ordenó suspender, hoy día es la realidad que no debió ser.

Los ciudadanos no deberíamos siquiera pensar en darle un monazo a la loma, pero es que cuando nos tratan como a pintados en la pared, ni siquiera deberíamos dudarlo. Conmemorando los 25 años de la caída del muro de Berlin, sin duda, la mona está de moda.

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