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Me pregunto si hay a quienes le importe la ciudad por encima de sus propios intereses. Intuyo que sí, y conozco a unos cuantos, los veo reunirse y discutir, a veces sin saber mucho qué hacer, pero tratando desde sus pequeñas posibilidades de aportar en algo.

Sin embargo, a veces también me pregunto si esos pocos, actúan movidos por ego o por amor verdadero.  Es difícil saberlo, el ego, es ese gran “yo” que no nos deja que la esencia se refleje nítida y sin obstáculos. Cuando el ego está permeando el amor, lo denigra en vanidad.

Muchas veces entonces, lo que realmente veo, son vanidades expuestas, sin más nada que dar, que apariencias: un aparente compromiso, un aparente interés, que no es más que un extravío propio y el utilitarismo hacia el mundo y hacia los otros.

Una respuesta tampoco es fácil.  Me interrogo sobre mi compromiso, y si bien me siento animada y conectada, desde lo que sé hacer, también me pregunto si es suficiente o si acaso no es vanidad también. Quisiera pensar que es la entrega comprometida del don, pero realmente no lo sé, el ego nos engaña constante y astutamente.

Juzgar siempre termina siendo fácil, sin embargo, quedarse callado ante el descaro es una complicidad imperdonable.

Solemos dejarnos apabullar, acostumbrarnos a los abusos de poder, a la corrupción, a la tiranía, al punto de normalizar la vulneración sin reclamo de nuestros derechos, de aceptar la opresión y la injusticia como un castigo o consecuencia natural y merecida.  Y anestesiados, omitimos la exigencia sobre lo que es nuestro.

Las verdaderas posibilidades de hacer algo bueno por la ciudad, está entre quienes la gobiernan y entre los electores. Los primeros, no están interesados, y los segundos, pareciera que menos. No quiero caer en los fatalismo ni en el pesimismo normal que se cierne sobre la desesperanza de ver pasar los años no solo repitiéndose los males, sino su recrudecimiento.  Como si todos, en algún momento, terminaremos infestados.

Hay unas tendencias que me dan muchísima ilusión, consumir cultura, leer a borbotones, meditar y el trabajo para el desarrollo del ser.  Todo esto moldea el pensamiento, cambia los hábitos insanos, desarrolla el pensamiento crítico y nos permite, no aceptar impávidos las atrocidades.  Yo quiero continuar teniendo fe en la educación, en los jóvenes, y en los viejos preocupados por dejar una mejor sociedad. Una tarea a la que invito, es a desenmascarar el ego y hacer de la vida, un compromiso con ser mejores cada día, estoy segurísima, que en esa tarea, seremos mejores ciudadanos, mejores electores, y por qué no soñar, con que de allí saldrían, mejores gobernantes.

 

 

 

 

 

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