Si volviera a nacer, elegiría ser Sacerdote nuevamente. Solo tenía 17 años cuando inició su formación, en el Seminario Mayor de los Padres Eudistas en Usaquén, para ser sacerdote eudista. Hoy con 80 años ha sido elegido por el papa Francisco para ser cardenal de la Iglesia católica y así reafirma su vocación: “Vale la pena entregar toda la vida al servicio de los demás! A la manera de Jesús! Es un don inmenso de Dios, poder hacerlo! ”
Hay una profunda coherencia entre su pensamiento, su sentir y sus actos. Y es la coherencia, lo que define nuestro paso por este mundo. Así que sin duda, estar frente a él, es estar frente a esas personas que son inspiración, que producen admiración.
Los tres grandes pilares de su vida se conectan con el sentimiento universal: el amor. El mismo que para San Juan en su Evangelio, es el verdadero nombre de Dios.
Su familia, el servicio como sacerdote y ayudar a construir el proyecto de Jesús han llenado sus días y sus años, a los que se ha entregado con verdadera pasión.
En el primero, su familia, conoció el amor. Lo aprendió de la relación diaria con sus padres y hermanos. Lo experimentó en el perdón y en la forma como lo amaron y cuidaron sus padres y lo ha visto extenderse y replicarse continuamente, entre los pobres, los jóvenes, las familia, los sacerdotes, los seminaristas y tantas gentes a las que ha servicio en la vida. Lo ha brindado con la misma profundidad y devoción entre los nuevos miembros de generación en generación.
El segundo, tiene intrínseco una confianza especial en los jóvenes, a los que considera semillas de transformación y soporte del futuro de la iglesia. Sus fuerzas se han dirigido a entusiasmarlos, a que conozcan a Jesucristo y con Él, el sentido de la vida. Siendo Arzobispo de Cartagena ayudó a formar y ordenó a más de 70 sacerdotes y aunque afirma que hay mucha fe en la costa norte colombiana, no ha sido una tarea menor. En Zipaquirá, donde también pastoreó el rebaño de Jesús, ordenó a más de 60 sacerdotes
“Si no fuera por monseñor Jiménez quien sabe dónde estaría. Yo me había retirado del seminario y el día que me estaba inscribiendo en la universidad, él me llamó y eso fue suficiente para entender cuál era mi camino”. Afirma Esteban Hernández Correa, seminarista de quinto año de formación en el Seminario de Cartagena. “Monseñor se ha preocupado mucho por todos nosotros, los jueves compartía siempre el pan de la palabra y el de la eucaristía. Nos llama por nuestro nombre, eso es muy especial, ese es su gran carisma”. Aseguró.
El tercer pilar en la vida de monseñor Jiménez, es el amor a la persona de Jesús. Eso puntalmente lo ha conectado con el papa Francisco, “caminamos en la misma línea” enfatiza Jiménez. Se conocieron mucho antes de que se convirtiera en papa, siendo Bergoglio obispo de Buenos Aires y Jiménez presidente del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Tuvieron varias oportunidades de compartir, y en la hermosa coincidencia del amor a Jesucristo estrecharon la admiración mutua y una amistad perceptible en pequeños gestos como el saludo, o la mirada que se dirigieron en su reencuentro en la visita del papa a Cartagena, ciudad que encierra otras curiosas coincidencias, como el hecho de ser la arquidiócesis más antigua del continente, la ciudad a la que monseñor le profesa un profundo amor y que ahora el papa redirige su mirada para tener en ella a uno de sus cardenales.
“Amo a Cartagena, porque aquí hay tantos hombres y tantas mujeres que aman a Jesús y que quisiéramos que lo que Jesús propone para vivir y para convivir fuera una realidad entre nosotros”, manifestó Jiménez.
El 7 de agosto de 2022 fue invitado especial para celebrar la misa de las fiestas patronales de San Cayetano, corregimiento del municipio de San Juan Nepomuceno, departamento de Bolívar. Allí llegó, con la sencillez que lo caracteriza, sin ningún objeto de valor, en un pequeño vehículo conducido por uno de los jóvenes que han crecido bajo sus enseñanzas, impartidas en la pastoral juvenil de la Arquidiócesis de Cartagena.
Osnaider Morales Bello, hoy con 24 años, es docente de un colegio en el barrio el Pozón, Sector 14 de Febrero, uno de los barrios más marginados de la ciudad de Cartagena. Allí Osnaider enseña en un Colegio de la Arquidiócesis en medio de las más difíciles realidades, donde dolorosamente ha habido pequeños que se suicidan, que les duele tan profundamente la vida y donde es necesario brindar amor, consuelo y la esperanza que solo se consigue con fe. “Conozco a monseñor desde los 12 años, gracias a él hoy soy quien soy, conozco las necesidades de mi entorno y contribuyo a superarlas, él es una persona admirable, que donde llega, conquista, él es poseedor de un gran carisma”, comenta con gran entusiasmo.
Al llegar a San Cayetano, lo reciben en uno de los afamados negocios de chicharrones del lugar. Sin sotana, con traje eclesiástico básico, compuesto de pantalón negro, camisa blanca y cuello clerical, se funde entre la muchedumbre, sin rimbombancia ni protocolos. Ahí quieren que pruebe todo. Le llenan las manos de yuca, chicharrón, bollo de mazorca, queso, suero y un picante que hacen a base de huevo que se conoce como “machucado”. Luis Guillermo Díaz, persona de confianza de monseñor dice: “él sabe que la mística del cariño de las personas está en los alimentos que le brindan, así que aunque no pueda comerlos, él lo hace en un compartir que va más allá de lo que se ve”.
El templo de San Cayetano está colmado. Todos quieren recibir la bendición de Monseñor. Le presentan a los más pequeños, ponen en sus oraciones sus necesidades y sufrimientos, sienten que pueden depositar sus cargas en él, siguen sus recomendaciones, lo escuchan con atención y le ruegan con fervor.
Su gran obra está en la atención que él da a los otros. Se entrega, más allá de la palabra. Una parte de su ser se impregna en los demás, su presencia se siente en su mirada al otro, él se esparce en los demás al entrar en contacto con ellos, los toca de algún modo y allí todos vuelven su mirada a él y se nota cómo se conectan con su palabra y su oración.
De todo lo que ha hecho en 80 años de vida, no hay discusión que en su trato a los demás está su obra más significativa. Es exactamente haber depositado semillas en cada persona que conoce, las cuales germinan y hace que su mensaje se multiplique y llegue a más lugares de los que permiten sus fuerzas. En los más de 19 municipios de la Arquidiócesis de Cartagena visitados permanentemente, en su trasegar como obispo de Zipaquirá, o como presidente del CELAM, o en cualquier otro lugar que su ministerio sacerdotal y su ministerio episcopal lo ha llevado, ha conquistado corazones con el mensaje y ejemplo de Jesucristo, quien ha sido toda su guía, inspiración, su verdad, su palabra y el sustento de toda su obra.
Este es monseñor Jorge Enrique Jiménez, quien el pasado 27 de agosto fue nombrado cardenal de la Iglesia católica, convirtiéndose en el décimo colombiano que ha recibido esta distinción en el caminar de más de 500 años de la Iglesia católica en Colombia. Confiamos en que su influencia ahora supere las fronteras de nuestro territorio para que el impacto del evangelio de Jesús sea mucho más global, dando esperanza a todos los hombres y mujeres que se hagan sus discípulos y en quienes el centro de su mirada y de su corazón sean los pobres.
Bello escrito- Se siente el AMOR en estas palabras lindas para conmemorar la bien merecida distincion a
Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Buena esa Martha!!
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