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Muy lejos de aquello que percibimos superficial y racionalmente de una obra de arte, el verdadero objetivo del artista es crear emociones. Sentimientos totalmente subjetivos, que produzcan un exclusivo pensamiento para un solo ser humano, guiados por un impulso irracional, desde una obra única. 
Por Esteban Alvarán Marín
Susan Woodford, explica en su texto ‘Cómo mirar un cuadro’, que existen varios puntos de vista desde los cuales un observador detalla y analiza una obra de arte de éste tipo, según sus intereses personales. Se puede hacer una introspección histórica sobre qué circunstancia del pasado está tratando de expresarnos el pintor, también un análisis cultural de cuáles eran los comportamientos, tradiciones y costumbres de las personas en el momento del artista pintar el cuadro, e incluso, se puede realizar un examen sobre cuál es el grado de realidad que impuso el autor en su obra.
Cada quien observa, mira o ve de una pintura, aquello que necesita ver. Es más, algunos lo hacen sólo por cumplir con algo o alguien; como si entrar en contacto visual con una obra, fuera menester inquebrantable, para el ego de falsas intelectualidades. 
Sin embargo, para quienes lo hacen por su propio gusto y/o pasión, aquellos que se enfrentan a una distancia de dos pasos y medio frente a frente, contra el misterio infinito y universal de una pintura, para usted querido lector, el cuadro tiene expresiones sublimes pero múltiples y sólo una de ellas, está guardada en el cofre que puede abrir la llave que usted guarda en su inconsciente. El cuadro puede significar cualquier cosa, menos lo que otros ya interpretaron sobre el mismo.  Aquella obra de arte guarda celosamente una interpretación para usted, el único héroe capaz de descifrarla.
Me uno a la iniciativa de la pintora y escritora valenciana Carmen López León, que propone al observador suspender durante unos minutos todos los sentidos aparte de la vista, con el fin de proporcionar toda la concentración mental al proceso de desenmascaramiento de una pintura. Según lo explica ella en su texto ‘Mirar un Cuadro’, «la mirada se convierte en un acto trascendente cuando se funde la contemplación y la estimación, el juicio espontáneo y el sentimiento».
Acabe de raíz con cualquier prejuicio, paradigma o tradición con la que llegue a mirar un cuadro. Como poco la vida se lo permite, deje salir a relucir su contemplación pasional y deje a un lado sus valoraciones racionales. Ahora, concéntrese en describir los sentimientos internos que le produce la obra. El artista se lo agradecerá. 
Esteban Alvarán Marín
LA LUPA
lalupaopinion@gmail.com

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