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Algunas palabras dedicadas a la más infame de las bestias.

¿Cómo hablar de la corrupción?, ¿para qué? Se ha escrito tanto sobre el tema que agregarle palabras parece un esfuerzo inocuo. A pesar del sinfín de estudios, diagnósticos, estadísticas, propuestas, comités, zares y zarinas, etc., el monstruo sigue incólume, incluso me aventuro a decir que engorda con el paso del tiempo.

La corrupción constituye, sin lugar a dudas, la peor lacra de las soportadas por los colombianos. Es la manifestación más destructiva y acabada de la tan mencionada cultura del atajo. Es la fuente de las otras lacras que nos asuelan o las propicia. En artículos pasados he propuesto argumentos donde intento responder a la pregunta de por qué todos los que habitamos en Colombia participamos en un esquema generalizado donde el atajo es rey. Intentar ser verticalmente recto en este país lo marginaría a uno en muchos aspectos del sistema imperante. Entonces no hay por qué extrañarse de que el fenómeno se replique con mayor virulencia en el mundillo de la política. Los individuos que quieran participar en la actividad política o administrativa, tendrán que plegarse en alguna medida a la forma tradicional de practicarla. Si no lo hacen, se verán abocados a una de dos situaciones: o serán sacados de la vía mediante maniobras sutiles de atravesar palos en la rueda por quienes ya están apoltronados en las cimas de la administración, o serán cobardemente suprimidos por la acción vil de la chumbimba. Aunque pareciera que algo ha cambiado en los últimos tiempos, en líneas generales el poder sigue en manos de una cofradía excluyente y corrupta hasta el tuétano.

La corrupción postra al país de muchas formas. Vemos algunas:

– Le quita recursos por la vía expedita del chanchullo, recursos que deberían destinarse al desarrollo (educación, infraestructura, asistencia social, etc.)

– Debido a los mecanismos clientelistas sobre los que se apoya, genera una burocracia inútil, ineficiente, gigantesca, ladrona, que por supuesto también consume recursos, y de ñapa entorpece todos los procesos sociales y económicos.

– Distrae al Estado y lo debilita frente a una de sus responsabilidades principales cual es contrarrestar el crimen y los grupos criminales organizados, es decir, proteger al ciudadano. Más aún, como la corrupción le resta legitimidad al Estado, termina propiciando la aparición de tales grupos.

Se dice frecuentemente que la situación del país obedece a la incompetencia y vileza de nuestros gobernantes y administradores. Yo sostengo que sí, pero también hay que advertir que nuestros líderes no son sino un producto de la tierra, como muchos, muchísimos de nosotros. O si no pregúntese con la mano en el pecho: si por alguna circunstancia accidental de la vida, pongamos por ejemplo que es hijo de un político curtido, usted accede a las más altas dignidades del gobierno, ¿se quebraría el alma intentando modificar las costumbres políticas? Propongo otro ejemplo que revela otra cara de la misma realidad: muchas veces cuando se critica el comportamiento de la gente, se encuentra una justificación, principalmente cuando se trata de personas humildes, diciendo que el ciudadano está obligado a comportarse así por la situación del país, pero al mismo tiempo es justo puntualizar que la situación del país es una consecuencia de la manera de ser de los ciudadanos que lo habitan. ¿Cuál debe modificarse, el ciudadano o el país? Yo pienso que ambos, pero ante todo el primero.

Este panorama describe un auténtico y diabólico círculo vicioso. ¿Cómo romperlo? Varios lectores han opinado con sabiduría, según mi humilde opinión, que el único camino duradero y consistente es mediante la educación. Para mí es innegable. Se requiere reconstruir al colombiano para hacerlo un ser socialmente capaz, lo cual podría tardar una o dos generaciones suponiendo que comenzáramos la titánica labor inmediatamente, labor que nos corresponde liderar a quienes hemos visto la necesidad y el derrotero del cambio. Se ha traído a la memoria algún intento pionero, cuyo autor fue nuestro querido profesor Mockus, exponente exótico de la sana razón puesta al servicio público. Tomado como ejemplo, demuestra que hay vías expeditas que podrían permitirnos sobrevivir mientras se impone una cultura generalizada basada en el respeto. Los que hayan tenido la oportunidad de conocer de primera mano una ciudad del primer mundo, habrán observado que un colombiano puesto en el ambiente apropiado, asimila los comportamientos civilizados del entorno, así sea por simple imitación. Por supuesto los hay que ni poniéndolos en la mitad de Oslo serían capaces de sacudirse su habitual salvajismo, pero digamos en honor al argumento, que estos serían casos excepcionales que no harían sino reforzar la idea. Dado que es inútil esperar que a corto plazo la gran masa asuma espontáneamente comportamientos civilizados, la única esperanza que nos queda es la aparición de un líder visionario con el poder de convocatoria suficiente para vencer en elecciones razonablemente libres, como las que tenemos en Colombia. Yo citaría como ejemplo mirando al futuro cercano, al mismo profesor Mockus pero ya que estamos en clima pre-electoral, no quiero parecer sesgado políticamente y atraerme la maldición de algunos. Obsérvese que estoy enfatizando únicamente el aspecto de la cultura ciudadana. Estoy suponiendo a priori que la cultura ciudadana llevará automáticamente a la cultura política, afirmación que sin ser comprobada, es altamente probable. Al traer a cuento al profesor Mockus, he omitido mencionar sus capacidades administrativas, tema que no es relevante a esta discusión y del cual no tengo elementos de juicio suficientes.

Un líder con las características descritas parece por ahora nuestra única esperanza para salir de la sin salida a corto plazo. Si logramos encontrar a éste, nuestro líder, y suponiendo que la chumbimba no lo haga presa prematura de sus designios, podríamos decir que nos habremos ganado la lotería. Si él (o ella) logra cristalizar un proyecto de cultura ciudadana que convoque la capacidad de la gran masa para asumir comportamientos civilizados, supondríamos una mejoría en los procesos de convivencia y en poco tiempo seguramente se comenzaría a gestar una mejor conciencia y madurez en los asuntos políticos por parte del ciudadano promedio. Sería un anticipo del empeño por erosionar poco a poco la maldita cultura del atajo, el comienzo del fin del avivato, siempre y cuando el esfuerzo sea sostenido y se le dé continuidad. El problema con las loterías es que así como nos podemos ganar el premio gordo, también podemos salir despeluchados. Ese es el riesgo de cifrar nuestra senda hacia el progreso en un ser providencial. Porque también nos puede resultar un paquete chileno, pero no veo otra alternativa; es preciso asumir el riesgo. Desafortunadamente mientras los cambios en los procesos políticos y sociales no obedezcan a un avance estructural en la forma de relacionarnos, nos tocará jugar a los dados con el destino de esta martirizada patria.

PD: La corrupción es inevitable. Nunca se podrá eliminar en su totalidad. Se trata, como dijo un insigne político ya desaparecido caracterizado si no por su brillantez, sí por su pragmatismo, de «reducirla a sus justas proporciones». Todos los países del orbe están condenados a convivir con la corrupción; es parte de la naturaleza humana, del sistema. Nuestra desgracia consiste en que la corrupción ES el sistema.

GLOSARIO:

chumbimba: dícese del proyectil arrojado por arma de fuego.

chanchullo: componenda. En Colombia, maniobra destinada a quedarse con los bienes que no son de uno.

despeluchado: esquilmado, tumbado, víctima del avivato. Se refiere a todo colombiano cuando da papaya.

paquete chileno: tongo, estafa. Es paradójico que se llame «chileno» a este paquete, pues si por algo se han caracterizado los chilenos, es por haber sido capaces de forjar un proyecto socialista moderno, racional, todo lo contrario de un tongo. Propongo la redefinición del término: en adelante se llame paquete colombiano.

 

PIETRO ROCA

LA PIEDRA AFUERA

Correo: pietro.roca@hotmail.com

Blog: http://www.eltiempo.com/blogs/la_piedra_afuera/

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