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Un blindaje que garantice una Paz duradera

La descomposición se expandió e hizo metástasis en gran parte del Establecimiento. Su hedor nauseabundo apesta y asfixia. Sólo se ve a lontananza una tabla de salvación: una Paz blindada con verdaderas reformas en la política, en la justicia y en lo social que garanticen su permanencia y duración, sin impunidad y con el compromiso serio de reparación y no repetición.

Creo que la anhelada Paz es un querer generalizado de todos y cada uno de los colombianos, con la excepción de unos pocos que sacan gabelas de esta guerra absurda; claro está, que la Paz debe provenir de una concertación justa y equitativa al daño causado y que se garantice su reparación, sin ninguna brizna de impunidad y con una voluntad inequívoca de no repetición; garantías personales y políticas para los actores del conflicto, y es aquí en donde se debe de exigir lo expresado al comenzar los diálogos por el jefe guerrillero Timochenko: “llegaremos a la mesa de diálogos sin arrogancia y sin rencores”, y, por supuesto, con la verdad sobre el tapete y con la cesación unilateral de las operaciones bélicas, compromiso que ha sido incumplido en múltiples ocasiones.

La Paz no se puede buscar o alcanzar recurriendo a verdades a medias, ni con tapujos y, mucho menos, teniéndole miedo a alguno de los mecanismos de refrendación, porque queda endeble y de duración efímera, ni sacando leyes a las volandas que le tuerzan el cuello a la Constitución; que todos conozcamos a conciencia qué es lo que vamos a aprobar en el cacareado Plebiscito, no con monosílabos que encierran poco o mucho, no conociendo su contenido y alcance y que sólo obedece a darle un tinte de legalidad facilista. La Paz no se debe de buscar para alcanzar reconocimientos personales, sino para que garanticen la armonía y una buena calidad de vida de toda la comunidad, y salga Colombia, de una vez por todas, de esta encrucijada.

Mientras la Paz no se blinde con unas reformas radicales en la política, en la justicia y en lo social, pronto se fragmentará y pasará a ser una quimera más, porque la corrupción seguirá florida e incólume lo que dará pie para el resurgimiento de nuevos grupos subversivos. Sólo basta recordar la anécdota de ‘Tirofijo’ que como causal de justificación invocó, para formar la guerrilla de las FARC en el famoso Marquetalia, caserío de Planadas, la muerte de unos cerdos y unas gallinas a manos del ejército, así, como la violencia que generaron los bandoleros ‘Desquite’, ‘Sangre Negra’, Efraín González y tantos otros, por la no aplicación de una pronta y cumplida justicia por la muerte de algunos de sus seres cercanos.

La impunidad es el principal sostén de la corrupción y esta combinación ignominiosa impide la aplicación de una pronta y cumplida justicia, lo cual genera caos y anarquía y su sostenibilidad es a través de una encarnizada violencia.

Nosotros tenemos varios caldos de cultivo donde se germina violencia y que más temprano que tarde reventarán: los servicios públicos en este país se están volviendo impagables; los costos financieros para usuarios son altísimos en beneficio del oligopolio bancario con ganancias exorbitantes; el desempleo es preocupante; la falta de control en el costo de la educación es evidente; el poder dominante de muchos gremios que manejan concesiones como salud, telefonía, televisión por cable, etcétera, es marcado y abusador; tenemos la justicia más corrupta, lenta y de difícil acceso; la clase política nuestra es corrupta hasta el tuétano; la cobertura de la seguridad social es deficiente; la violencia contra la mujer y el menor es preocupante; la sanción punitiva para los altos funcionarios corruptos es nugatoria, siendo todo esto enemigos letales y silenciosos de una Paz duradera y estable.

Estos fogones en donde se tiene en cocción estos peligrosos detonantes de violencia, requieren de una pronta conjuración como medio preventivo a fin de evitar que en un futuro se crezca el problema y se salga de control como ocurrió en la década de los sesenta, y todo este esfuerzo en medio de optimismos, pesimismos, críticas y desconcierto resulte fallido por unos hechos ya conocidos y menospreciados, y que puedan servir de mampara para alterar el orden público y dar al traste con todo lo hecho en procura de alcanzar la Paz que tan afanosamente se busca.

Si el gobierno está tan seguro de que todo lo plasmado, hasta ahora, en los acuerdos de La Habana, es tan benéfico para el país y sus habitantes, entonces por qué los ha manejado con tanto sigilo, y por qué el temor a determinado mecanismo de refrendación, y por qué se ha recurrido a ciertos trámites que denotan desafuero y abuso de poder para violar olímpicamente la Constitución, y, además, creyendo erróneamente que esta es la forma de blindar los acuerdos de Paz.

El pueblo colombiano requiere con urgencia una Paz sólida y permanente, y si los acuerdos firmados en La Habana son benéficos para todos, la votación será masiva, no necesita que el presidente de la República siga desangrando el erario a través de sus “cupos indicativos” para incentivar electores obsequiando tejas, cemento, efectivo y cancelar los gastos de la publicidad que demanda el cacareado Plebiscito. Este dinero se debe invertir en alimentación de la niñez, para que no se sigan muriendo de desnutrición en La Guajira y en El Chocó. En Brasil se cayó la presidenta Dilma Rousseff, por actos menos graves.

Ante la acelerada y descarada descomposición de muchos de los miembros en nuestras instituciones estatales inducida por la codicia y el poder económico y por las nimiedades burocráticas vergonzosas, sólo nos resta la solidaridad de todos los ciudadanos de a pie y buscar por todos los medios una tabla de salvación: “una constituyente”, organismo único capaz de sacar adelante las reformas radicales que se claman, y de paso, revocar en su totalidad la rama legislativa y a las Altas Cortes. Su hedor nauseabundo apesta y asfixia. Se puede reformar o refundar este país sin disparar una bala y sin recurrir a ninguna alianza macabra, como la de otrora con los “paramilitares”.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, junio 16 de 2016.

Apostilla: ¿Qué posición asumirán los venales y desvergonzados magistrados de la Corte Constitucional cuando reciban para su examen todo el mamotreto legislativo sobre la Paz, a sabiendas, de que se tramitó en el Congreso sin el lleno de los mínimos protocolos que se exigen para la formación de las leyes?
No necesito firmar ninguna Resistencia Civil. Sí no se dan a conocer la totalidad de los acuerdos firmados entre el gobierno y la guerrilla, mi voto en el Plebiscito será por el NO.

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