Creo que es importante empezar esta entrada del blog recordándote que estás en todo tu derecho de no dejarte presionar, de llorar, reír o expresar lo que estás sintiendo durante este tiempo de cuarentena. No tienes que dártelas de fuerte, al final la fortaleza no se mide por las lágrimas de las que te abstienes sino por la veces que pudiendo quedarte en el suelo intentaste volverte a levantar.
Nadie, NADIE, puede darse el crédito de ser experto en el arte de vivir, menos en estos momentos, pues todos estamos aprendiendo a hacer del encierro algo llevadero y por qué no, positivo en medio del contexto tan duro que se vive en todo el planeta.
No sé si es por mi profesión, pero todos los días me llegan cifras de contagios, estudios científicos, videos de personas mostrando el dolor que hay del otro lado del mundo, memes, consejos de autocuidado…. Estamos rodeados por una sobrecarga informativa, unas veces útil y otras tan abrumadora que es mejor ni nombrarla. Lo cierto, es que pese a los millones de artículos que rondan por ahí sobre cómo mantenerse en casa durante estas semanas y no fallar en el intento, nadie nos dijo que un aislamiento preventivo deja de ser algo difícil cuando le damos un sentido y entendemos que lo que nos deja inmóviles es realmente una oportunidad de ponernos a trabajar en nosotros mismos o sembrar en eso que queremos cosechar en los próximos meses.
Sé que muchas cosas están en pausa, pero soñar o ponerse retos personales es gratis y solo depende de uno mismo. Si no sabes por dónde empezar, imagina que vas a ejecutar una gran edificación. Saca papel y lápiz: planea, diseña, dibuja, calcula costos y piensa cómo acercarte a eso que quieres lograr. Ser una mejor persona puede ser, por ejemplo, una excelente meta en la cual trabajar.
No nos avisaron que durante esta temporada muchas de las relaciones con quienes por el afán nos desconectamos -aún viviendo en la misma casa- volverían a florecer. Tampoco que otros lazos se pondrían a prueba o nos iban a hacer una falta descomunal ante la ausencia de esos “que tengas un buen día” , “¿cómo estás?» o «¿todo bien?” de quienes nos importan, pero por diferentes motivos han estado lejos. Afortunadamente extrañar también es válido en estos momentos y a veces es necesario un poco de silencio para entender con claridad y transparencia eso que sentimos o que nunca supimos cómo expresar. Como se titula el libro del español Itiel Arroyo, ‘Amar es para valientes‘, por lo que ojalá la lejanía alimente en nosotros la gallardía. El amor no es algo con lo que valga la pena estar atragantado. Al contrario, se dice, se lucha y si es necesario resuelve dudas. Si al darlo regresa a ti, habrás ganado un tesoro. Si no, por lo menos ya sabes qué puerta debes dejar de golpear, pues jamás te dejarán pasar de la entrada.
Ya que nos toca evitar los abrazos con terceros, abracémonos a nosotros mismos por más fallidos que nos creamos, mirémonos al espejo con otros ojos y recordemos nuestro valor. Amemos lo que somos, incluyendo los errores. Las cuarentenas también son un buen tiempo para la reconstrucción interna.
Nadie nos mencionó que un aislamiento sería un buen filtro para ver qué tan sensibles o no somos ante el dolor ajeno, que haría relucir las iniciativas más bonitas o los actos más egoístas de quienes juzgan desde el privilegio a aquellos que ahorita están batallando con la escasez de comida, la ausencia de trabajo o la soledad.
¿Cuántos días llevas en casa? Mi récord personal es de un poco más de cuatro semanas, con algunas salidas a trabajar, porque es que cuando uno estudió periodismo jamás se imaginó que lo que parecía ficción iba a ser una realidad e íbamos a tener que salir a ponerle el pecho a las noticias en plena pandemia (lo mío fue cuestión de días y ya ando trabajando en casa, pero aprovecho para expresar mi admiración por esas personas que anhelando estar con sus familias, salen para que el resto podamos estar bien).
Lejos de sentirme encarcelada por la limitación de no salir, estas semanas he entendido que libertad y encierro son conceptos que van mucho más allá de quedarse o no en casa, que uno puede estar en las calles o viajando entre países y vivir preso de sus decisiones, del trabajo, de algunas relaciones tóxicas, de la soledad, de una vida de excesos…. La libertad no se resume en estar o no en un lugar cerrado o en hacer lo que me da la gana, sino en esa facultad que tenemos de amar nuestro diseño original, en la capacidad de soltar lo que nos abruma para recuperar nuestra paz y en esa opción diaria que tenemos de tomar nuestras propias decisiones de manera responsable con nosotros mismos y la sociedad (porque como dicen por ahí: mi libertad termina donde empieza la del otro. Todo me está permitido, pero no todo es para mi bien. Todo me es lícito, pero no todo me conviene).
Este tiempo en vez de limitarnos y sentirnos amarrados, tal vez era la única manera de poner pausa las rutinas y al ruido que hay ahí afuera y bajarle el volumen a esas voces que en el día a día nos hacen presos del qué dirán, del afán, de los trancones, de comprar cosas costosas o que no necesitamos. Porque es muy fácil caer en el juego de llevar una vida que se muestra libre cuando realmente estamos presos del sistema, esclavos de poder ser alguien que emana éxito a costa de olvidarnos de lo más importante: que somos seres humanos, no máquinas y que lo que realmente llena el alma no se consigue con dinero, fama o aplausos.
Así que mientras todo esto pasa, lavémonos las manos con agua y jabón. Los que podemos, quedemos en casa y cuidémonos de nosotros mismos y los otros. Vayamos más allá del pánico y la incertidumbre. Ya sabemos que nos cambió la vida, así que hagamos que esto valga la pena. Si el mundo se transforma, ¿por qué no hacerlo nosotros? Descubrámonos, busquemos ideas nuevas, arreglemos dilemas internos… Reconozcamos cuáles son esos lugares en donde fuimos felices y debemos jugárnosla por volver, pero también identifiquemos esas rutinas nocivas que nos estaban matando en vida y debemos exterminar.
Ah y ojo con esa frase de salir mínimo con un libro leído, un negocio o cursos nuevo. Eso sería nuevamente volverse preso de las apariencias, nadie tiene que decirte qué es lo mínimo que debes lograr. Solo se trata de mirarnos hacia adentro y hacer el esfuerzo de ser mejores personas a nuestra manera.
No se deje abrumar por su entorno, como dice la siguiente canción de Redimi2 y Evan Craft, todo va a estar bien:
“Cuando vengan los buenos tiempos, disfrútalos; pero cuando lleguen los tiempos malos ponte a pensar que todo viene de Dios, y que nunca sabemos lo que nos espera…”, Eclesiastés 7.
PDT: Gracias a las personas que se han tomado el tiempo de compartirme algo de su vida, he intentado poco a poco responderles. Ha sido emocionante conocerlos ¡Nos seguimos leyendo!
Excelente reflexion
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