Los lamentables hechos de violencia que han contaminado al fútbol en los últimos días, nos hacen recapacitar y darnos cuenta que, a pesar de todo, no somos enemigos.
El fútbol mueve pasiones, nos toca en la fibra y crea en cada hincha una relación que llega casi hasta la locura por sus colores. Es un sentimiento muchas veces inexplicable pero que constantemente buscamos, pues, a veces, pareciera que no hay nada más importante en la vida que ver a nuestro equipo ganar.
Las rivalidades son el producto más hermoso del fútbol. Sin azules y rojos, sin verdes o albos; el fútbol no tendría sentido. El placer de ganar un clásico, una final, o simplemente un partido más frente los eternos rivales, puede pagar todo el sufrimiento de una temporada. Este activo intangible hace del fútbol el deporte más hermoso del mundo.
Pero esa pasión mal administrada y desbordada, nos ha jugado malas pasadas. O peor aún, cuando criminales o delincuentes utilizan al fútbol como mecanismo de acciones delictivas, el balón se mancha y nos duele a todos. Somos más los hinchas de verdad, pero, recientemente, hemos reprobado el examen.
#NoSomosEnemigos
La historia de Emanuel Balbo en Córdoba, Argentina, es sumamente triste. Él nunca pensó que al encontrar al asesino de su hermano pequeño en el estadio lo llevaría a su muerte. Simple y llanamente porque éste último gritó a los cuatro vientos que Emanuel era un «infiltrado» de Talleres (cuando no lo era), generando una trifulca inhumana que terminó en el lanzamiento al vacío de Emanuel y consecuentemente en su muerte por conmoción cerebral.
La rivalidad no puede derivar en violencia, agresión o muerte. Los estadios son templos de fiesta y de goce; no un matadero. Por ello, la reacción inmediata de la sociedad y de diferentes clubes, repudiando este asesinato y demostrando que los colores en el fútbol no nos hacen enemigos, es digna de resaltar. Hinchas, jugadores, directivos y personalidades se tomaron las redes sociales con el #NoSomosEnemigos, demostrando nuevamente el poder de la solidaridad en el fútbol. Es más, días después, jugadores de Talleres, Belgrano e Independiente salieron juntos a la cancha, pidiendo justicia por la muerte de Emanuel, pero sobre todo demostrando que la tolerancia es el primer paso para terminar con la violencia en el deporte más lindo del mundo.
En FanVox quisimos hacer un pequeño homenaje a este hincha del Pirata, resaltando cómo hinchas y otros actores del fútbol pueden unirse a través de la tecnología y generar acciones positivas que (ojalá) deriven en resultados concretos a futuro.
Si por allá llueve, por acá no escampa
Pareciera, sin embargo, que la violencia no quiere despegarse del fútbol en este lado del hemisferio. Por un lado, el conflicto Dimayor – Código de Policía – Barras está afectando al fútbol colombiano. Y si a ello le sumamos lo acaecido recientemente con el comunicado amenazante de la barra Barón Rojo Sur, que desafió el orden y sugirió actos violentos si el partido Cortuluá – Nacional se juega en el Pascual Guerrero; podemos deducir que hemos rebosado la copa.
Y sólo ayer, los jugadores de Palmeiras y Peñarol se enfrascaron en una trifulca de padre y señor mío (Yerry Mina incluido). Ellos son los primeros que tienen que dar ejemplo en este deporte de multitudes. ¿¡Qué está pasando!?
¿Qué podemos hacer?
Muchos citan los modelos que desbancaron la violencia y el hooliganismo y que permiten a familias ir al estadio, como en el caso de Inglaterra. Es verdad, buena parte de los violentos del fútbol ya no están en los estadios. Pero el fenómeno no se erradicó totalmente, se movió unas cuantas cuadras a la redonda, y a su vez derivó otros problemas como la exclusión de hinchas y los altos precios. Aspectos que llevan a la polarización y a que la clase media ya no pueda ir al estadio; solo los turistas de selfies o gente adinerada.
Culturalmente, tenemos que entender que la rivalidad no significa violencia. Colombia es un país pionero en el mundo en un mecanismo sin igual de prevención de violencia en el fútbol: el barrismo social. Parte de la solución está ahí, pero la clave está en 1) incorporar una cultura ciudadana que nos permita respetar los diferentes colores; y 2) empoderar a los hinchas con herramientas claras para organizarse mejor, identificar los problemas de raíz y, sobre todo, contribuir con su voz a la gestión transparente del fútbol.
En el fondo, todos debemos entender que en el fútbol NO SOMOS ENEMIGOS.