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Es común escuchar que en los sectores más acomodados de la sociedad colombiana se relaciona la vulneración a los derechos con la voluntad humana. Es así como hay quienes afirman que las mujeres no abandonan el hogar de su esposo maltratador es «porque les gusta que les peguen» y los pobres han escogido serlo, «porque así consiguen todo regalado». Charlas motivacionales de hombres engominados y con trajes ceñidos al cuerpo, recomendando madrugar y tener mente positiva como las claves del éxito parecen ser el refuerzo de esta creencia.

Decir que la pobreza es mental no solo denota un bajísimo nivel de empatía, sino una capacidad de análisis mediocre. Sin embargo, las políticas más comunes de superación de la pobreza enfocadas a la estabilización socioeconómica se quedan cortos frente a la problemática multidimensional que prolonga la precariedad de los más vulnerables.

La tolerancia a la frustración y la capacidad de respuesta ante los problemas, parecieran conceptos desconocidos para quienes ponen en marcha dichas políticas y no deja de ser preocupante que esto se convierta en paisaje. Hay estudios[i] que demuestran que en condiciones de pobreza las redes de apoyo de las personas se transforman y esto, por supuesto, genera una ruptura del tejido social recrudeciendo la vulnerabilidad de comunidades enteras.

A la situación de pobreza que Colombia comparte con el resto de países de la región, deben sumarse las consecuencias del conflicto armado. Los registros de la UARIV dicen que en Colombia hay casi nueve millones de víctimas de la guerra. De estas personas, la mayoría son campesinos o comunidades étnicas que fueron desplazados forzadamente y que lo perdieron todo. Esto quiere decir que hay un gran número de personas que atravesaron un momento traumático y que se enfrentan a las secuelas de este mientras las dinámicas de la ciudad les exigen educarse y trabajar.

Una política de superación de la pobreza que no contempla la esfera psicosocial de los individuos va totalmente en contra de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible. Esta política contempla el asistencialismo como medida indefinida, ya que las posibilidades de atender a las demandas del exterior por parte de la población son nulas y sin un adecuado acompañamiento para la superación del trauma, no se generará ningún tipo de estrategia por parte de los individuos que los lleve finalmente a generar ingresos suficientes y sostenibles.

En el 2018 la pobreza multidimensional en Colombia fue de 19,6% según cifras del DANE, 1.107.000 personas más que en la medición de 2016. Esta debería ser una señal de alarma suficiente para replantear la forma de abordar este problema, que va mucho más allá de quererlo todo regalado.

 

[i] http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-74502016000500006s

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