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Cuando dictaba la Cátedra del Humor en mi querida Universidad del Rosario —una de las asignaturas de la Decanatura del Medio, a quienes agradezco profundamente por apostar al desarrollo de las competencias emocionales— solía comenzar cada semestre con esta frase: “Bienvenidos y bienvenidas a clase. Pablo Neruda, poeta chileno, decía que si nada nos salva de la muerte, que al menos el amor nos salve de la vida. Pero yo, a diferencia de Neruda, creo que no es el amor lo que nos salva de la vida, sino el humor. Especialmente, la capacidad de reírnos de nuestra desgracia y tomar distancia para poder continuar”.

Y así es. Nos reímos a diario, pero pocas veces nos detenemos a pensar en la importancia que tiene el humor en nuestra salud mental… o en la vida, en general. Piensen en algún momento en el que se hayan sentido avergonzados de ustedes mismos. Seguro tienen varios. Tal vez fue una caída frente a alguien, una declaración amorosa que terminó en rechazo, o alguna situación en la que simplemente se sintieron como perdedores. Y no lo nieguen: todos hemos sido perdedores alguna vez.

Ahora pregúntense: ¿ese momento sigue siendo igual de relevante hoy? ¿O, más bien, se transformó en una anécdota divertida? Estoy casi segura de que la mayoría respondería lo segundo. Porque el tiempo —y con él, la distancia psicológica— nos permite resignificar lo que antes dolía. Aquello que parecía insoportable, con los años se vuelve parte de nuestras historias, a veces hasta graciosas. Ya sea para reírnos nosotros… o para que otros se rían con (y de) nosotros.

Mi momento de perdedora
Recuerdo una vez jugando fútbol en el colegio, sentía que por primera vez podría destacar en rol de defensa. Vi a mi madre a lo lejos con su típica malicia protectora. Me hizo señas para que me acercara, pero yo me resistí, quería mostrarme independiente. Era una especie de partida de ajedrez entre ella y yo. De repente comenzó a llover y mi madre se acercó, me tomó del brazo mientras yo me resistía, me sacó del partido.  Ella solo repetía después cuando le pregunté ¿por qué? me dijo que me estaba salvando de una pulmonía. Aquello para un adolescente era una sentencia social de muerte.

Mis compañeras se rieron de esa escena muchos años. Me hicieron comentarios como: «¿y dónde dejaste a tu mamá?» «¿ya viene tu mamá para que no te mojes? un día dije pues, sí, aceptemos esto con dignidad. Así que en lugar de engancharme decidí mirarlo con humor y respondía: «no solo viene sino que trae sombrilla y me lleva cargada de paso». Eso me ayudó a que la sentencia social de muerte no me dejara sin amigos. Luego, estudiando psicología del humor, entendí que esto que hacía sin saberlo, es una forma de afrontamiento ya que nos permite por un lado, volver a valorar un evento que lucía amenazante desde una perspectiva mucho más liviana y, por otro, unir a las personas a través de compartir un chiste común. El humor me ayudó a enfrentar este y un sinfín de problemas más al menos al girar su punto de vista ¿oíste, Pablo Neruda? no fue ningún noviecito.

Foto de iStock

La psicología del humor o la ciencia de la risa (sí, eso existe, no solo estudiamos traumas de la infancia)

La psicología del humor es parte de la psicología positiva. Una subdisciplina de la psicología que está más interesada en estudiar las habilidades y fortalezas humanas así como la prevención de enfermedades mentales. Y hay algunas recomendaciones que se han creado a partir de promover el uso del humor y de no tomar la vida tan a pecho. Los Les Luthiers ya lo decían «para qué tomarse la vida tan en serio, sino vamos a salir vivos de ella». Y pues nada, la ciencia les da la razón a estos célebres sabios argentinos.

Beneficios de perder la seriedad y reforzar el sentido del humor

  1. Incrementa la capacidad para afrontar la adversidad: la vida está llena de problemas y los seguirá estando. Las investigaciones muestran que la capacidad para reírnos de los momentos estresantes y de las dificultades las aligera y ayuda a aumentar la toma de perspectiva (que es básicamente tomar distancia del dolor y tratar de verlo desde un lugar menos difícil). Victor Frankl (1946), un conocido psicoterapeuta por su libro El hombre en busca de sentido, relató como en los campos de concentración nazi el humor era una forma de estrategia para hacer menos difíciles los días. Una anécdota que contaba era la de un prisionero que se hizo la promesa de inventar historias divertidas después de ser liberado. No siempre se puede, es cierto. Pero se puede intentar.
  2. Aumenta la motivación: las investigaciones muestran cómo reírnos aumenta nuestra motivación y la capacidad para desempeñar tareas (Lefcourt et al., 1997; Martin, 2003). Es decir, si quiere mejorar su capacidad para aprender, motivarse, ver memes, ver series, ir a escuchar a comediantes: esto no es un gasto, es una inversión. O para todos los presupuestos: tomar cerveza con sus amigos y reírse de la vida mejora todo. Eso no es «perder el tiempo porque tengo que trabajar», es invertir en usted mismo/misma y su autocuidado. Con mesura. Por favor, no le digan a sus parejas que leyeron en un blog de psicología que había que tomar cerveza desenfrenadamente para ser más feliz. Se promueve el humor con café, aromática, té o lo que sea.
  3. Nos aproxima a otros: se conoce que otro de los usos del humor es reforzar lazos sociales y generar vínculos más fuertes. La gente que se ríe de lo mismo se identifica en conjunto con situaciones graciosas fortaleciendo una comunidad de amigos o colegas, que, a largo plazo, puede ser un apoyo en momentos difíciles.
  4. El humor nos ayuda a distensionar y reírnos del poder: como un plus, da el permiso de reírnos a espaldas de las figuras de poder, lo que puede aliviar la tensión y hacer que veamos las cosas que sí están bajo nuestro control y nos concentremos en ellas (Martin, 2003). Si usted es profesor como yo, debe saber que sus estudiantes se ríen de usted pero, lo bueno, es que al menos hay gente feliz a costa nuestra. Unas por otras.

Bonus track

«No todo es una gran batalla» y le agregaría: pero -casi- todo tiene el potencial de ser un gran chiste. Esta es una frase que escuché por primera vez en That ’70s Show, una comedia gringa de adolescentes hippies (con el mejor intro de la historia, se las recomiendo). Fue el consejo que una de las protagonistas le dio a otra que planeaba pelear insistentemente con su novio del capítulo. Creo que es otra forma de decir que el dolor nos hace vulnerables y sensibles. Pero no hay que vestirlo en todas las ocasiones. No todo es una fuente de sufrimiento intenso, no todos los conflictos destruyen relaciones, a veces se infundan en aspectos más sencillos cuando nos distanciamos y revaloramos ¿de verdad discutimos por esto? En cambio, la risa, por su parte, nos hace fuertes y resilientes. Y nos recuerda que siempre podemos acudir a ella para navegar la adversidad. Si la vamos a pasar mal de todas maneras ¿por qué no reírnos un poco de eso?

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