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Ocurre, generalmente, cuando uno trabaja menos (o peor, está desempleado) y la novia tiene una ascendente carrera en la que cada vez le queda menos espacio para su relación.

Antes yo era el ‘señor-sólo-piensas-en-trabajo’; vivía tranquilo sin hablar con mi novia y desesperado porque ella quería comunicarse las 24 horas. De un momento a otro, los papeles se invirtieron. Me volví el ‘novio hipersensible’, la ‘flor intocable’, el ‘quejetas panderetas’. Pasé de tener una dispendiosa rutina de oficina a gozar de una vida con mucho tiempo para mí mismo. Lo quería compartir -por supuesto- con ella.

Recuerdo un indicador inequívoco de cuando entré en ese estado emocional: la llamaba a su celular, a cualquier hora del día, incluso sabiendo que ella podía estar en una reunión importante. Lo hacía para confirmar que yo todavía era lo más importante en su vida y que ella aún era capaz de suspender sus actividades laborales con el propósito de contestarle el teléfono a su ‘princesito’.

Cuando devolvía la llamada, este ‘novio hipersensible’ respondía digno y haciendo pucheros. En vez de aprovechar el tiempo para conversar con ella, le hacía una pregunta con leve tono de reclamo: «¿Por qué no contestabas? Antes sí hacías una pausa en el trabajo, así fuera sólo por unos segundos, para hablar conmigo». Ella me explicaba con paciencia que estaba en medio de una reunión con su jefe. Pero eso era una respuesta insuficiente para mí: «¿Y te costaba mucho mandarme un mensajito de texto?». Me sonrojo de vergüenza con sólo acordarme (inserte aquí ícono de carita apenada del BlackBerry Messenger).

Ella tomó nota del tema y en la siguiente ocasión hizo justo lo que le había pedido: «Mi vida, estoy hablando con mi jefe, ahorita te llamo», decía el mensaje por chat (acompañado de un guiño, un beso y un corazón). En esa ocasión, tampoco quedé satisfecho, porque -estando en el plan de ‘flor intocable’- ese «ahorita te llamo» se vuelve eterno. Pasaban una, dos o tres horas largas para mí -en medio del desocupe-; el mismo periodo resultaba muy corto para ella -atareada con sus labores de oficina-. Cuando finalmente sonaba mi celular, le contestaba con ese tono de «te voy a decir que no me pasa nada, pero obvio que sí me pasa algo». El reclamo que sigue es apenas evidente: «Es que ya no tienes tiempo para mí» (inserte aquí ícono de la carita que se tapa los ojos con una mano).

Cuando mi novia se empezó a fatigar de mi ‘quejitis’ aguda, no me contestaba ni me llamaba hasta el final del día. Ella prefería recibir un sólo reclamo en la jornada y no varios repartidos en diferentes horas. Yo me encargaba de recordarle esas ‘cosas’ que antes sí hacía por mí (a pesar de que las mismas ‘cosas’ fueron insuficientes en su momento). «Yo no entiendo…, es que ya ni me devuelves las llamadas a las tres horas, los mensajes del chat los envías sin carita feliz, ni beso, ni corazón. De verdad estás muy distante» (inserte aquí la carita de llanto).

 

Cuando uno es ‘quejetas’, todo tiene que ver con el pelo

Además, me volví experto en aplicar la llamada ‘Advertencia Miranda’ de la policía estadounidense: «Cualquier cosa que digas podrá ser Y SERÁ usada en tu contra». En efecto, si ella un día había dicho que no podía verme porque estaba cansada, yo le reclamaba a la semana siguiente porque se había ido a comer con unas amigas: «Para salir conmigo siempre estás cansada, pero para los demás tienes toda la energía del mundo». Si ella hacía compromisos para mejorar su papel en el noviazgo, yo aprovechaba la más mínima oportunidad para echárselos en cara: «Dijiste que experimentaríamos cosas nuevas ¡y yo aún sigo esperando que hagamos el trío!»

Otro indicador de mi complejo de ‘quejetas panderetas’ fue que -extrañamente- todo tenía que ver con mi cuero cabelludo: «¿Otra vez me vas a dejar con los crespos hechos?… ¡Tú te la pasas tomándome del pelo para sacarme el cuerpo!… ¡Me están saliendo canas con esta rogadera!… ¡Me va a llegar la melena hasta la ‘nies’ de tanto esperarte!…».

La ‘Advertencia Miranda’ terminó por jugar en mi contra. Ella entendió que me había convertido en un fiscal acusador y dejó de comprometerse a hacer planes: «Si te digo que sí y después no puedo, me vas a hacer show«. «¿Qué tal la convencida? -pensaba- ¿Show yo? Si todo lo que digo es verdad; es más, tengo testigos… ¡Que pase la madre del ‘novio hipersensible’!».

Me encargué de ‘construir’ una relación fatigante y conflictiva, basada en el reclamo y la permanente insatisfacción, producto de la inseguridad y de mi falta de oficio. Me volví ‘novio-dependiente’ y concentré mi exceso de tiempo libre en la necesidad de estar a su lado. A veces me inventaba salidas con otros amigos y amigas, esperando que mi novia se sintiera mal por mi agenda propia. Pero el tiro me salía por la culata: «Qué bueno mi amor que hagas tus planes», decía ella con alivio mientras yo me moría de la piedra (inserte aquí el ícono de ira).

Seguramente la vida me cobró esa actitud arrogante que tuve cuando estuve del otro lado, en mis épocas de ‘señor-sólo-piensas-en-trabajo’. En ese entonces deseaba que mi ‘novia hipersensible’ dejara de ser tan cansona; varias veces le sugerí que se ocupara yendo al gimnasio o leyendo libros. También celebraba que saliera con sus amigos, de manera que me dejara respirar un poco.

La diferencia es que ella -como mujer- tenía y tendrá siempre la excusa perfecta para ser ‘flor intocable’: sus cambios hormonales y la maldita regla. En cambio uno se ve -simplemente- como un despreciable hombre haciendo show de mujer. ¿No les da vergüenza? (inserte aquí el ícono de los ojos con pestañas largas).

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¡OJO! Este mes de marzo sale a la venta el libro «A usted también le ha pasado, ¡admítalo!», de Intermedio Editores. Son 21 ‘posts’ publicados y 19 INÉDITOS como: «TERMINAR con… colombiana vs. extranjera» (es la segunda parte de «SALIR con… colombiana vs. extranjera»), «Yo era un patito feo, inmundo; ahora soy un pato, a secas», «Soy el amigo gay de un par de amigas», «Las costeñas me intimidan» y «La buena vida de los hijos bastardos». ¡El prólogo es de mi mamita!

*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’

*Mi twitter: @agomoso. Busque posts anteriores en bit.ly/agomoso

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