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Te imploro que no me hagan quedar mal con mi novia. Te ruego que mis tíos no le cuenten del pantalón rojo que me ponía mi mamá cuando yo era pequeño y que -según ellos- ahorcaba cruelmente mis partes nobles.

Es un cuento que han echado de manera ininterrumpida año tras año. Cada vez que lo reviven, todos vuelven a reírse como si fuera la primera vez. Uno de mis tíos se para en medio de la sala, jala su pantalón hacia arriba e imita mi supuesto caminado de niño ‘apretadito’. Por favor, apreciado Niño Dios, no permitas que vuelva a hacer eso, porque una cosa son los genitales de un niño y otra cosa es que mi tío cuarentón forre su ‘paquete’ y lo exponga frente a mi novia.

También te imploro que mis tías, cuando conozcan a la niña con la que salgo, no repitan el comentario que le han hecho a las anteriores: «Andrés, ¿este año con otra? ¿Es que cada diciembre le regalan novia nueva? ¡Hum! Patiño, Patiño… ¡lo que te cuelga ya no es de niño!».

En casa de mi abuela materna somos 30 los que nos reunimos para recibir el Año Nuevo. La familia de origen paisa (todos viviendo en Bogotá) la componen una abuela, ocho tíos y tías, quince primos y primas, y seis yernos y nueras (o concubinos y concubinas, en su defecto, en el caso de quienes han decidido vivir en pecado).

Somos 30 bocas imprudentes que no conocen de temas tabú ni entienden qué significa guardar la compostura. Allí no hay censura. Le caen (le caemos) al que sea; todos somos víctimas y victimarios.

Yo exijo cada año que repitan la historia de mi primo ‘Amibas’. Le decimos así porque su madre negaba el embarazo y culpaba de las náuseas a unos supuestos parásitos en su estómago. «Imagínense -cuenta uno de mis tíos-, tanto que invirtieron en unas amibas, ¡las más caras de la historia!, porque no sólo tuvieron que alimentarlas y vestirlas, sino también pagarles la universidad». Todos ya sabíamos que diría eso, pero la risotada colectiva es inevitable.

 

«¿O sea que tu papá no es tu papá?»

Luego vienen las burlas a quienes somos hijos bastardos. No se escandalicen, queridos lectores conservadores, eso no tiene misterio. El diccionario nos define como hijos nacidos de «una unión no matrimonial» o hijos ilegítimos «de padre conocido». Los tíos me saludan diciéndome: «¿Qué hubo sobrino? ¿Será que este año sí viene su papá?». Una vez más, la carcajada es general. En ese punto, mi novia se sorprende del calibre de los comentarios, se incomoda y me pregunta en secreto: «¿Cómo así? ¿O sea que tu papá, el que conozco, no es tu papá?».

Las peleas son recurrentes. Familia paisa que se respete tiene a los tíos haciendo ‘vaca’ para pagar la «casita» de la abuela. Siempre hay alguien atrasado en la cuota, el que definitivamente no puede costearla y el que se queja porque ha tenido que asumir la mayoría de la deuda. Algunas tías lloran en medio del agarrón, hasta que la abuela les grita a todos: «¡Dejen la pendejada! Si eso genera tanto problema, ¡pues yo vendo esta puta casa!». Todos sus hijos contestan en coro: «Nooooo mamá, cómo se le ocurre».

Llega la hora de la cena y todos sacamos al ‘muerto de hambre’ que llevamos dentro. «¡Mamá! -le dicen mis tíos a la abuela-. ¿Por qué a Andrés le dieron más carne?»; «¡Tía! -dice alguno de los primos-, regáleme una cucharadita de su arroz con leche». «¡Oiga pendejo! -me dice una de ellas-. ¡No le robe el yogur a mi niño!».

Todos cuidan con celo sus platos. Tenemos la vergonzosa costumbre de meter la mano en la comida del otro para robarle una papa o un pedazo de pollo. Quien es designado para repartir los platos acostumbra a hacer «control de aduana» y -antes de entregarlos- roba algo de cada porción. Pasa lo mismo con las bebidas: sea jugo, agua de panela o chocolate, todos -¡todos!- tienen la maña de probar un sorbo antes de dárselo al destinatario final.

 

«Tal vez es el último diciembre en el que Dios me permita estar viva»

Viene el baile de los primitos menores. Los niños de turno en la familia hacen una tradicional «presentación». Yo no recuerdo cuáles me tocaron a mí en la infancia, pero sí tengo claro que mis primos menores han bailado desde «Macarena» y «Aserejé» hasta el ‘perreo’ de Daddy Yankee. Este año -estoy seguro- el tema principal será el «Waka Waka» de Shakira.

A mi novia la pondrán a bailar -casi obligada- sólo para tener oportunidad de burlarse. El único filtro que aplica mi familia para darle el «visto bueno» a una niña es que tenga capacidad de burlarse de sí misma. «Vamos a ver si esta ‘china’ es de lavar y planchar», me dicen las tías con malicia.

Llega el momento de los regalos (el 24 es con la familia de mi papá; el 31, con la de mi mamá). Pero antes, mi abuela hace una emotiva intervención: «Les quiero agradecer por haber venido, a pesar de las dificultades. Estoy muy contenta porque seguimos unidos. Además, lo más seguro es que este diciembre sea el último en el que Dios me permita estar viva…». Aquí, uno de los tíos imprudentes la interrumpe: «Mi mamá siempre amenaza con lo mismo y nada que se muere». Todos intentamos contener la risa -incluso algunas tías hacen amago de escandalizarse-, pero la carcajada es incontenible.

Quien reparte los regalos es el niño más pequeño; de lo contrario, nos exponemos todos a su inaguantable berrinche. Cada entrega es un espectáculo, una gritería, una burla, una pelea. Decomisan los regalos, los esconden, los tiran de un lado a otro («¡que se los ponga, que se los ponga!»).

Bailamos hasta tarde y nos turnamos para dormir; si bien no hay cama para tantos en la casa, nadie se quiere ir. La mañana siguiente, durante la repartición del desayuno, es un déjà-vu de la noche anterior.

Querido Niño Dios: te ruego, te imploro, te suplico que olvides la petición inicial. Como última opción, prefiero cambiar de novia antes que renunciar a la espontaneidad de mi familia. Mejor ilumínala a ella para que tenga buen sentido del humor, para que sea -como nosotros- de lavar y planchar.

 

*EL PRÓXIMO ‘POST’ SALDRÁ EL MIÉRCOLES 12 DE ENERO, DESDE LAS 8 A.M.:
‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’

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*Si se lo perdió…

‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’

‘Manejo como una dulce anciana’

‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’

‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’

‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’

‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo ni novia ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

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