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Si hubiera sido Juana de Arco me habría retractado a la primera mechoneada: «Pero cómo van a creer que yo escucho voces de ángeles o de Dios… Era broma… ¡Cayeron! ¡Ja, ja, ja! Saluden a la cámara escondida detrás del establo… y allá hay otra camarita en donde el herrero… No me quemen… ¡No me quemen!».

Pienso en cómo Jesús fue tan valiente para aguantar semejante paliza y vejación. Se habría salvado de todo si tan sólo hubiera dicho: «Yo no soy el rey de los judíos. Ustedes sí son ‘güevones’… se lo creen todo». Su mensaje fue tan poderoso que incluso hoy los gamines lo usan en la calle: «Por la verdad murió Cristo», les he escuchado decir.

Acúseme padre porque he mentido, además, por cosas menos importantes que las convicciones de Juana o de Jesús. Mientras más tengo que perder, más me siento tentado a decir mentiras, desde las ‘piadosas’ hasta las trascendentales.

Es como un mecanismo de defensa para conservar la confianza de una madre, la tranquilidad en un noviazgo o la estabilidad de un trabajo. O -simplemente- para evitar una situación incómoda, como cuando alguien tiene un moco a la vista o un pedazo de cilantro entre los dientes. «¿Qué me ves?», preguntan. «No… nada», respondo yo.

Son MENTIRAS INNECESARIAS. No hay nada de malo en decirle a alguien que tiene un moco o una lagaña en el ojo. ¿Por qué no admitir que uno está viendo un escote pronunciado? Como si la otra persona no supiera que tiene las ‘lolas’ expuestas.

Uno cree que así le evita una vergüenza al prójimo, pero -en realidad- uno termina siendo cómplice de la burla colectiva hacia él. ¿Qué sugiero? Incluso si su jefe (no importa si es el presidente de la compañía) tiene un pedazo de queso enquistado en sus dientes, ¡dígaselo! Si le da ‘oso’ hacer la observación en frente de los demás comensales, póngale un chat con un emoticon: «Jefe, tiene una porción de ‘doble crema’ entre el incisivo lateral y el canino de su derecha ;)» -no le ponga la carita con la lengua afuera, porque va a creer que usted mismo se lo quiere quitar-.


«¡Pues claro que estás gorda!»

Otra es la MENTIRA IRRESPONSABLE. Ocurre, por ejemplo, cuando llego tarde a la oficina. Invento que se me vino la sangre por la nariz justo cuando iba llegando. Incluso, alguna vez dije que me retrasé por la conmoción que causó una pulga en el transporte público (véase ‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio’).

Ese tipo de mentira es ‘irresponsable’, no por el hecho de engañar al jefe, sino porque así me justifico para seguir llegando tarde. Es lo mismo que pasa cuando la novia pregunta si está gorda. Aunque eso hace parte del ‘Test – Pierdes porque pierdes’ (véase ‘Salir con colombiana vs. extranjera’), es mejor contestar con franqueza, porque de lo contrario uno se vuelve cómplice de la mala nutrición de ella.

Intente armarse de valor y dígale la verdad a su pareja: «Pues claro que estás gorda. Con esa manera de comer mantecadas y helados, ¿cómo pretendes estar como un ‘lulo’? Lo que pareces es una naranja… ¡ombligona! Además, ¿pa’ qué me preguntas si te vas a poner brava conmigo? Tú eres quien come de esa manera, pero el regaño me lo gano yo».

Existen también las MENTIRAS ESTÚPIDAS, las que nadie cree, porque son absurdas o porque toda la evidencia está en contra de uno. He acudido a ellas cuando llego borracho a mi casa, emanando alcohol por cada poro y le digo a mi mamá: «Tranquila, sólo me tomé dos cervezas… ¡Hip!». Es tan ridículo como el estudiante que va a clase en la universidad sin haber hecho la tarea: «Ahhh, ¿era para hoy? -inserte aquí voz de idiota-. Yo no sabía».

Es inevitable poner cara de zoquete con este tipo de mentiras. Pasa también cuando la novia pregunta si uno está coqueteando con otra: «No ‘Chiquita’, te lo juro que no… ¿por qué lo dices?» -inserte aquí voz de menso con los ojos muy abiertos, como de persona que se declara inocente pero no convence a nadie del jurado-.


«¡Qué delicia quedarse en Bogotá en Semana Santa!»

La que más detesto es la MENTIRA PERDEDORA. Es aquella de ciertos pusilánimes que no aceptan su mala suerte ni la buena fortuna de los demás. Para la muestra están quienes dicen «gozarse» Bogotá en Semana Santa «porque la ciudad es una delicia sin tanta gente y qué pereza irse a esa ‘chichonera’ de Cartagena, con esa cantidad insoportable de turistas y de vendedores ambulantes».

Una vez más, me declaro culpable señor juez: yo soy uno de ellos. También soy de los que hace rato no logra conquistar a una mujer y digo que me siento «tranquilo» estando solo. Como señaló recientemente el twittero @Gaminsito -con altura, dignidad y franqueza-: «Necesito una novia con urgencia porque ya siento que me estoy lastimando».

Finalmente, quiero referirme a la MENTIRA COLECTIVA. Se trata de aquella que algunos ‘creen’ a la fuerza, porque resulta más fácil huirle a la realidad. Ocurre con las niñas adolescentes que juran ser vírgenes y sus madres aseguran estar convencidas de que así es. Sucede también con algunos jóvenes que se jactan de ser unos experimentados sementales y sus padres los alaban, cuando -la verdad- son víctimas de la misma ‘autoflagelación’ que padece @Gaminsito.

Pasa, además, cuando uno se encuentra en la calle con un conocido que no había visto en mucho tiempo: «Almorcemos un día de estos». O cuando uno está esperando que un amigo lo ayude a conseguir trabajo y recibe esas palabras tan esperanzadoras como lapidarias: «Lo tuyo va bien» (sí, claro).

El «no mentirás» sigue siendo el más difícil de los mandamientos, incluso por encima del que ordena -de manera casi ingenua- no desear a la mujer del prójimo. Es extraño tanto temor a decir la verdad. Incluso, creo que hacerlo puede ser el mejor de los negocios.

Inténtelo. Dígale a su jefe que tiene cilantro en los dientes y él valorará la persona confiable que es usted. Acepte frente a su novia, con naturalidad, que usted estaba encantado viendo el escote de su amiga, porque -al fin y al cabo- «ver y no tocar, se llama respetar» (es decir, usted va a quedar como todo un caballero). También admita que usted se quedó en Bogotá porque no tiene amigos para salir de la ciudad o sencillamente anda más ‘vaciado’ que vendedor de la BMW en el Chocó.

Algunos estudios señalan que una persona dice alrededor de tres mentiras en una conversación de 10 minutos. Sólo por probar, reduzca ese indicador a cero durante una semana. Puede estar seguro de que ni lo van a crucificar, ni lo van a quemar en la hoguera. Eso sí, tal vez su jefe lo despida, su novia lo eche, sus padres se decepcionen y sus amigos no lo vuelvan a invitar a viajar en ‘combo’ a Cartagena.

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*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Nos fascinan las ‘lobas’, ¿por qué a ellas no les gustamos los ‘lobos’?’

*facebook.com/agomoso Twitter: @agomoso

Ya está a la venta el libro «A usted también le ha pasado, ¡admítalo!» -de Intermedio Editores- en Panamericana, Librería Nacional (aquí, compra on-line), Prodiscos, Tower Records y La 14, entre otras. Incluye 20 artículos INÉDITOS (vea aquí los títulos). ¡El prólogo es de mi mamita!

*Si se lo perdió…

‘El amor al carrito nuevo’

‘Cosas que nos pasan a los hombres en baños ajenos’

‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio: la puerta’

‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’

‘Almuerzos de mujeres: ideales para entenderlas mejor’

‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’

‘Mujeres que le tienen fobia al motel’

‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’

‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’

Shows de mujeres que hacemos los hombres’

‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’

‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’

‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’

‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’

‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’

‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’

‘Manejo como una dulce anciana’

‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’

‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’

‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’

‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo, ni novia, ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

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