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“Deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan glorioso logro humano”. Nelson Mandela

¿Puede un congresista votar en contra de su bancada si su conciencia o sus electores así lo demandan?

En Colombia, la ley 974 de 2005 o Ley de Bancadas obliga a los congresistas a votar conforme a la decisión de su bancada y puede sancionarlos disciplinariamente y hasta quitarles su investidura por incumplimiento.

Lo que es peor, la Ley de Bancadas se aplica con efectos directos y punitivos. Y, a pesar de que nuestra Constitución tiene jerarquía política y prima sobre cualquier ley, inexplicablemente, los partidos se la pasan por alto.

Es muy conocido el caso de la “Yidispolítica”, para justificar la reelección de Álvaro Uribe Vélez y recientemente, lo que sucedió con tres congresistas de Cambio Radical que fueron investigados por no haber votado, supuestamente, contra la consulta popular del gobierno de Gustavo Petro.

Entre los “creadores” de esta ley están los políticos más sectarios y enemigos de la libertad de pensamiento y expresión: Germán Vargas Lleras y Efraín Cepeda Sarabia. Son dos personas que se han perpetuado como jefes de partidos. Y en el caso de Cepeda, él es El Conservatismo y los demás le rinden pleitesía, con lo que él disfruta y por eso no quiere irse, porque el congreso es su hábitat y se siente empoderado ante los que llegan a su rebaño. Y digo rebaño, porque la Ley de Bancadas es una ley que hace actuar como borrego. Los congresistas parecen entes que actúan sin voluntad propia. Es curioso que los otros coautores hayan desaparecido del universo político colombiano, por razones “non muy sanctas”: Álvaro Araujo, Alonso Acosta Osío, Jorge Luis Caballero Caballero y Édgar Eulises Torres Murillo.

Con esta ley se perdió totalmente la libertad de disentir e incluso, no permiten la objeción de conciencia, ni votar en contra de las decisiones que vayan contra los intereses de la región del congresista.

Esta ley no solamente se aplica en el congreso; también sucede, en las corporaciones legislativas departamentales, distritales o municipales, como las asambleas y los concejos.

¿Cómo se puede entender que quienes son elegidos por el pueblo, dejen de lado la autonomía que le otorga ese mismo pueblo para que lo represente y permiten que sean otros los que impongan su voluntad y su criterio?

Pasarán muchos años para que este pobre pueblo recupere la libertad que le han robado los que se apoderaron de ella. ¡Si es que alguna vez hemos tenido libertad!

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