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Entre las caricaturas que marcaron mi infancia está la del Correcaminos, en donde un desgarbado coyote busca de todas las maneras posibles atrapar al astuto correcaminos, quien no solo no se deja alcanzar, sino que además hace de la tarea del Coyote una misión arriesgada, dolorosa y por momentos peligrosa. Quienes son modelo 90 probablemente no entiendan bien el asunto, pero de seguro en You Tube encuentran a que me refiero.

No había vuelto a pensar en esta historieta que por cierto hace mucho no veo, hasta cuando mi amigo Hugo – para que después no me delate por derechos de autor – mi dice muy serio en medio de una conversación muy amena: «¿me pueden decir por qué el coyote jamás se comió al correcaminos? Luego de tanta joda, se lo merecía!!!».. ¿será?

De seguro estamos llenos de buenas ideas en nuestra vida, pero tal parece que tenemos muy pocas ganas de volverlas realidad. Normalmente tenemos una idea empresarial interesante y nos asusta pensar en el precio que debemos pagar: pérdida de estabilidad, mayor trabajo probablemente, endeudarnos, cómo mantener el nivel de vida al que estamos acostumbrados, ya lo intenté una vez y fracasó… consideraciones para justificar el continuar como estamos asi no nos sintamos a gusto no faltan. Bien reza aquella frase de «ya sea que digas que puedes o no, tienes la razón».

¿Qué nos genera ese miedo a arriesgarnos? Yo pienso que hay dos causas: la falta de fé en mi propio poder y el miedo almacenado al raspón.

La primera de ellas es clara. Desconocemos en gran medida de lo que somos capaces, del poder que tenemos en nuestras manos de alcanzar lo que queramos, sin importar lo poco razonable que pueda sonar. En muchas ocasiones, ni siquiera nos aceptamos como somos, no nos amamos a nosotros mismos lo suficiente como para apoyarnos en nuestros propios deseos. Y si partimos de la base que auto-dudamos de nuestras capacidades, pues creo que será dificil lograr que otros crean en nosotros.

Y si a esta se suma el miedo heredado y almacenado al raspón, pues el asunto se complica más. Cuando eramos pequeños nuestros padres en su infinito amor hacia nosotros, siempre buscaron la manera de disminuir los riesgos de dolor para nosotros. «Cuidado te caes», «que te pegas con eso, no lo hagas», «ya te caiste una vez, para que vuelves a subirte ahi?».. estas y otras frases, que en adición, hoy en día nos sorprendemos las madres y los padres repitiéndolas a nuestros hijos como resultado de esa herencia mental protectora, dejan un legado bien clarito en la mente: «hay que evitar el dolor, los raspones duelen, ve por lo seguro».

No se que hicieron la mamá y el papá de Thomas Alva Edison, pero lo cierto es que este hombre de lo último que padecía era del dichoso miedo al raspón, y asi lo demostró al sufrir algunos dicen que 999, otros que 1.200 y otros que hasta 5003 raspones o intentos fallidos, antes de descubrir el foco para producir la luz de incandescencia. Y cada vez que ocurría un «desastre» en sus pruebas decía que eso no había tenido un fracaso porque había descubierto una manera más de no producir el bombillo.

Con tanta diferencia en las cifras no se que tan cierta es esta historia, pero lo que si estoy segura es que los grandes hombres y mujeres de la humanidad no tuvieron un camino fácil y hecho a su medida, sino que perserveraron hasta lograr lo que querian.

Vivimos en un momento económico complejo, pero muchos se «han comido el cuento» que hasta que las grandes economías no se recuperen pues todo estará color oscuro, entonces sentemonos de brazos mas o menos dos años a ver si los pronosticos de reactivación se cumplen y dejemos en el cajón los proyectos, las buenas ideas convertidas en acción porque «la situación está tan dificil»!

Creer en nosotros mismos es lo complejo en realidad. Convencernos que tenemos la capacidad de ser más que las circunstancias es en lo que sería importante trabajar y de paso dejar de transmitirle a las nuevas generaciones que arriesgarse vale la pena solo si ya tienes todo «planeado y sopesados los riesgos».

!!Que se raspen!! ¡¡no permitamos que pierdan esa valentía innata y la confianza en que ellos son capaces de lograr lo que quieran!! que nuestros niños y jóvenes no se rindan en la busqueda de lo que quieren solo porque la mamá les dijo que les va a doler si llegan a fracasar.. ahh y de paso les están decretando el fracaso – otro tema largo de hilar -.

Si el Coyote no se comió al correcaminos definitivamente no fue por falta de perseverancia, sino, pienso yo, de estrategia.. mas bien miremos si por ahi es donde está el centavo que buscamos para completar el peso.

COMENTARIO POSTERIOR DEL AUTOR. Gracias al excelente aporte de un buen amigo mío quien leyó este artículo, debo confesar que desconocía el capítulo donde por fin el Coyote logra su objetivo y convierte al Correcaminos en una deliciosa ave asada, asi que como añadiría otra persona: «el que perservera alcanza». Una razón más para no temerle a los raspones!!!

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