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Quién no recuerda esos versos de Antonio Machado, inmortalizados en la voz de Joan Manuel Serrat: «Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar»…

Te voy a contar mi historia de fin de semana y te propongo que una vez termines la lectura, tomes un minuto más y te devuelvas para volverla a leer pero en ese momento cambies unos detalles que al final de este texto te indicaré.

«El fin de semana tuve la osadía de retomar una costumbre que había archivado hace varios años: caminar como deporte. Así que emprendí una caminata entre el municipio cundinamarqués de Tena, – una de las más grandes reservas hídricas y de vegetación virgen y bosques espesos de niebla de la region del tequendama y de Cundinamarca-, y Bojacá, donde la bendición a los vehículos es una tradición.

Cuando iniciamos la caminata, mi compañero de viaje, consciente de mi estado físico medio oxidado, insistía en hacerme caer en cuenta del camino que faltaba por recorrer «¿Si ves esa montaña que está allaaaaa? y veía yo efectivamente a lo lejos una montaña de vegetación muy espesa, con lo cual no solo mi ánimo se incrementaba, sino que en el fondo una vocecita me decía: ¿en qué me metí? ¿cuanto tiempo vamos a durar en esto?¿seré capaz?..

A medida que ibamos avanzando, entre el canto de los pájaros que habitan esa maravillosa reserva natural, el sonido de nuestras pisadas, las ramas al apartarlas a nuestro paso y el agua que corría y tintineaba alegrándonos todo el camino, no me percaté de cuánto habíamos avanzado, hasta que en un momento nos detuvimos y mi compañero me dijo «mira hacia atrás».. En ese punto podía divisar perfectamente cuánto había caminado sin darme cuenta, ya no se divisaba carretera y el aire se hacía un poco denso.. que bien se sentía.. y las preguntas continuaban..

A poco menos de dos horas llegamos a una de las principales paradas: una cascada de por lo menos 120 metros de altura, claro, su caudal era muy poco y por lo tanto caía como una regadera en plena época de racionamiento, pero aún así era hermosisima.. ahí estaba el nacimiento de ese riachuelo que nos había acompañado. Sentarme, cerrar los ojos y agradecerle al camino el habernos conducido hasta ahí, me hizo olvidar que las piernas ya habían comenzado a dar síntomas de cansancio… y habían menos preguntas.

 

Se me había olvidado indicar que durante varios minutos tuvimos como guía a un caballo que encontramos en el camino y que de manera muy cortés nos miraba, se adelantaba y cuando lo perdíamos de vista se devolvía y nos volvía a lanzar una mirada fija  como diciendonos » a ver.. hagánle que los estoy esperando» y nos acompañó hasta que una reja impidió su paso, pero se tomó el tiempo suficiente para despedirnos y agradecerle su compañía.


Por no conocer el lugar, por no atender las señales de la naturaleza, me hundí en el fango, que dada la temperatura del agua estaba helado. Pero eso no logró dañar ese momento sublime y con el agua de aquel riachuelo, la no fangosa claro, lavé el jean, mis tennis, hice cambio estratégico de pinta y continué medio disfrazada de cantinflas, bolsas en los pies y cero civilizada, en busca de la meta.. la cual no llegaría sino más de dos horas después, luego de bajar, subir, bajar y volver a subir una montaña de una inclinación más pronunciada que las que acabábamos de dejar atrás.

Las preguntas habían dado paso a una decisión firme de no continuar imaginando lo que faltaba, sino concentrarme en cada paso que daba para avanzar a un ritmo que me permitiera llegar al final, en tanto que miraba atrás eventualmente para que la vista del camino recorrido me continuará llenando de energía para lo que tenía por delante.

Y el premio llegó: delante de mis ojos se abrió al fondo la imagen de Bojacá y el camino se hizo plano y permitió a mis piernas relajarse.. lo había logrado a pesar del barro, la oxidación física, el frío, ahh porque donde hay niebla hay frio..muuchoo frio.. y algo que nunca le confesé a mi compañero de viaje: una rinitis alérgica al frío que siempre termina mal, pero que a fuerza de ignorarla e invitarla mas bien a que se uniera al resto de mi organismo a disfrutar de la experiencia.. tampoco fue un impedimento y ahi estaba disfrutando del final del camino y lista para emprender el siguiente reto..

Hasta aquí mi «gran aventura», aunque otras cosas pasarían pero quedarán para otra entrega.

Ahora me gustaría que te devolvieras y la leyeras haciendo solo un cambio en el enfoque de la lectura: ya no es mi historia o anécdota personal de fin de semana, es una historia de vida.. la mía o podría ser la tuya: El camino son tus proyectos ¿cuantos has dejado porque te has quedado pensando en que están muy lejanos?. El fango, la caída, la rinitis, la pendiente de la montaña son los obstáculos que te encuentras cuando te fijas una meta. Las preguntas en la cabeza.. ahhh las preguntas en la cabeza son tus consideraciones a la hora de tomar decisiones en tu vida. Nuestro fabuloso caballo es el representante de esos guías que aparecen en nuestro camino y si bien deben abandonarnos después de un tiempo, nos brindan su sabiduría y compañía en el momento indicado, pero muchas veces ni siquiera nos damos cuenta. Y ¿quién es tu compañero de viaje? o ¿viajas solo?

Hoy, luego de este agradable puente, te invito a que te pegues una de estas caminadas en donde la meta puede ser Bojacá o algo aún más interesante: tu propósito de vida.

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