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“Se puso la minifalda, La que tanto le gustaba, La que ya no se ponía, Porque él no la dejaba(…)” Así empieza una canción de Greeicy Rendón (nuestra caleña talentosa). La letra siempre la recuerdo, porque me causa indignación que aún los hombres nos digan qué prendas vestir, cómo si fuéramos un objeto sujeto sus gustos e inseguridades. La minifalda no es cualquier prenda de vestir, su creación marca un hito en la historia de la moda, pero también simboliza un acto de rebeldía y liberación de la mujer.

Foto de iStock

La finalización de la segunda guerra mundial -que impuso en su momento ciertos códigos de vestuario conservadores, en especial para las mujeres-, motivó que en los años sesenta no solo viviéramos el Mayo Francés, el Otoño Caliente italiano, la Revolución Cubana, las protestas estudiantiles en México, la Primavera de Praga; sino también “un cambio trascendental en el papel de la mujer, la cual acortaba su falda casi 15 cm, se incorporaba a la vida laboral y por primera vez en la historia tenía acceso a la pastilla anticonceptiva, lo cual significaba la máxima liberación. (Vogue, 2020).

Mary Quant, fue quien creó y popularizó la minifalda y los pantalones cortos en 1960. Pero su diseño polémico (para la época) no solo revolucionó la moda, también permitió liberar el cuerpo de la mujer y abrir un camino económico para la industria de la moda liderada por las mujeres.

Sesenta y cinco años después, a pesar de la lucha feminista y de trabajar por eliminar prejuicios, somos las mujeres las que seguimos teniendo la culpa por sí nos violan o si se comete cualquier acto abusivo contra nosotras, ¿por qué?, por vestir una minifalda o cualquier prenda corta y “provocativa”, por caminar de noche solas, por “busconas” o por cualquier otra ridiculez.

Así sucede en Perú, donde el Congreso ha prohibido el uso de minifaldas y pantalones cortos a sus trabajadoras para evitar más casos de violaciones.  Y lo que es peor, quienes no acaten esta medida recibirán una sanción. Pero no solo responsabilizan y revictimizan a las mujeres, tapan con un dedo la red de prostitución y explotación sexual con altos funcionarios de este parlamento. El principal señalado del abuso de una mujer de 31 años, alega en su defensa que, “A nivel subjetivo, ella pudo haber entendido mis comportamientos y amabilidad con otra cosa […]. La víctima va a poder encontrar su verdad, eso le va a permitir a ella tener la tranquilidad que está buscando; y esa tranquilidad también me va a devolver a mí mi imagen y mi nombre” Malentendido dice él…

Y así podemos encontrar casos similares alrededor del mundo, más radicales y agresivos contra las mujeres, en los que no pueden trabajar ni estudiar, son obligadas a contraer matrimonio antes de los quince años, no se puede oír su voz, ni pueden mostrar su rostros. Todas estos abusos coinciden en algo: eliminar progresivamente a la mujer desde los escenarios de poder y de la vida cotidiana.

Las mujeres finalmente no buscamos protección, queremos libertad.

@Lore_Castaneda

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