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Gabriel Celaya Retrato de Alberto Schommer

Gabriel Celaya Retrato de Alberto Schommer Diseño del flyer Alma Castro

Lo que tenía por decir al respecto del Día Internacional de la Poesía, lo importante, lo que no se debe olvidar, lo publiqué hace un año en la siguiente anotación: Las dos conmemoraciones del 21 de marzo.

La comparto nuevamente al inicio de esta porque como termina aquella: hay cosas que uno no se debe cansar de repetir.

Hoy, para celebrar la poesía y resaltar su faceta de “instrumento de despertar y de expresión de toma de conciencia”, tal como se consigna en el primer ítem de la introducción de la proclama de la UNESCO, quiero compartirles tres poemas en los que aquella se pone de manifiesto:

El primero es el poema de William Ernets Henley que Hamilton Bruce tituló Invictus y que gracias a que Nelson Mandela lo repetía como mantra mientras estaba encarcelado se convirtió, sin que esta fuera la intención del autor, en todo un himno a la resistencia frente a las injusticias y las adversidades:

En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
Y sin embargo la amenaza de los años me halla,
y me hallará sin temor.

Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleve a mi espalda:
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.

(Si quieren saber más al respecto del poema y de su autor les recomiendo esta excelente nota publicada por Martín Sacristán en el Magazín Jot Down)

El segundo texto es ya casi un lugar común a la hora de mencionar al gran Raúl Gómez Jattin, pero no puedo dejar de mencionarlo porque en él se nos revela la precariedad de nuestra condición humana redimida por nuestra relación con el otro.

(Les dejo el texto y como es tan corto un video-audio que encontré en youtube en el que se puede escuchar el poema en voz de su autor)

Si las nubes no anticipan en sus formas la historia de los hombres
Si los colores del río no figuran los designios del Dios de las aguas
Si no remiendas con tus manos de astromelias las comisuras de mi alma
Si mis amigos no son una legión de ángeles clandestinos
Qué será de mí.

Finalmente les comparto un texto de uno de los autores que vamos a estudiar este año en el Taller de Poesía Ciudad de Bogotá: Los Impresentables 2017 de quién el pasado 18 de marzo se conmemoraban los 106 años de su nacimiento, el señor Gabriel Celaya. Comparto su texto porque en él se canta justamente, muy acorde con la conmemoración de este 21 de marzo, a una poesía que sea la herramienta atenta al latido de lo unánime en contraposición a la poesía que devino en lujo cultural:

La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

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