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Las personas que en sueños han vivido fuertes experiencias en el plano espiritual, muchas veces, al despertar, se sienten emocionalmente impactadas. En ese momento, al retornar a la realidad física, experimentan un gran alivio. Sin embargo, no se debe perder de vista que las vivencias oníricas se realizan dentro del marco de una realidad alterna que podemos llamar plano o dimensión espiritual. El mundo de los sueños no es ficticio a pesar de su falta de densidad. Todas las acciones que llevamos a cabo cuando estamos en él nos demuestran las capacidades que poseemos para actuar en el mundo físico las cuales, sin embargo, anulamos o disminuimos por causa del temor, la inseguridad, la baja autoestima etc. Por eso, una cantidad enorme de personas que no se atreven a tomar una decisión importante en sus vidas porque temen al fracaso, cuando sueñan, ven que pueden volar y llevar a cabo acciones intrépidas. Es decir, son valientes allá y cobardes acá por expresarlo de algún modo. Esa contradicción exige que revisen las actitudes y comportamientos con los cuales asumen la vida cotidiana.
En varias oportunidades he dicho que en esa dimensión, la espiritual, somos invencibles, inmortales (si nos disparan no morimos), podemos luchar con cualquiera y vencerlo, elevarnos por las alturas, en fin, al carecer de un cuerpo físico no tenemos limitaciones que nos impidan realizar nuestros deseos. El único inconveniente que nos puede atemorizar es la presencia de un espíritu condenado o maligno como dicen otras personas. Para combatir esas entidades (también lo he dicho anteriormente) el arma más eficaz que podemos utilizar es la invocación de Dios. Cada uno lo puede hacer desde la perspectiva de la religión que profese. Dios es único y todopoderoso; además, está por encima de las diferencias que los hombres han establecido para crear divisiones en torno a su nombre o a la manera de adorarlo. En fin, esas entidades espirituales no pueden dañarnos porque nuestro escudo para defendernos y, a la vez, nuestra arma para alejarlos es Dios. También tenemos sobre ellos la ventaja de contar con un cuerpo físico en el cual refugiarnos al salir de esa dimensión.
El plano de los sueños no es desconocido para ningún ser humano a pesar de las personas que afirman no soñar nunca. En entradas anteriores me he referido a este tema y he dicho que todos soñamos y lo hacemos todos los días. Sin embargo, algunas personas bloquean sus sueños y por eso no los recuerdan. Esos bloqueos tienen como causa, en muchos casos, el temor a reconocer que ese mundo (el espiritual) es la realidad que nos espera después de abandonar para siempre el cuerpo que nos atrapa y nos sirve de vehículo para movernos en el mundo físico. En ese plano podemos desplazarnos al pasado, revisar el presente y vislumbrar el futuro (sueños premonitorios). Por este motivo he afirmado que no existen sueños intrascendentes o carentes de importancia. Todos nos revelan una fracción de nuestra realidad presente con el fin de que la mejoremos o tomemos una decisión que nos será favorable. También nos pueden mostrar el futuro para que nos preparemos para la partida de un ser querido, evitemos una desgracia o prevengamos una enfermedad.
Los sueños que nos llevan al pasado para enseñarnos que hay verdades que estamos olvidando o lecciones que no queremos aprender se dan mediante imágenes en las cuales el soñador, por ejemplo, se ve a si mismo como un niño o adolescente y regresa a la ciudad donde vivió en esa época, o vuelve al colegio y debe presentar un examen pero no se siente preparado. Cuando se trata de revisar el presente la persona, en las imágenes, se ve  presentando un informe de trabajo a su jefe, solicitando una cita médica, corrigiendo a un hijo, pidiendo perdón etc. En relación con el futuro los sueños pueden mostrar escenas de un terremoto, la disolución de un hogar, un fallecimiento, en fin, de cualquier acontecimiento próximo a suceder. 
Es fundamental, en consecuencia, dar la batalla en los dos planos. En el espiritual Dios nos muestra, mediante los mensajes de los sueños, todas las fuerzas y habilidades de las que estamos dotados. También nos enseña que es nuestro protector. En el plano físico nos tenemos que demostrar a nosotros mismo que somos luchadores y valientes; que estamos dispuestos a dar la batalla porque tenemos los medios para triunfar y la voluntad y el coraje suficientes para no rendirnos ante los problemas.
Como conclusión de los párrafos anteriores quiero extractar los siguientes puntos:
1.- En el plano o dimensión espiritual somos seres con muchas capacidades y pocas limitaciones.
2.- En el plano físico nos sentimos atados por cuerdas invisibles que nos impiden realizar nuestros deseos y propósitos. Somos víctimas del temor, la desconfianza, la inseguridad, la baja autoestima y otra serie de sentimientos negativos que actúan como un lastre que nos impide desplegar las alas para conquistar las alturas a las que deseamos llegar.
3.- Las imágenes de los sueños, muchas veces, nos muestran que sí somos capaces de salir adelante actuando con valentía y firmeza; nos enseñan a confiar en nosotros mismos porque no somos inferiores a ningún otro ser humano.
4.- Si reconocemos nuestras fortalezas y nos convencemos que sí podemos, que el éxito es un logro que está a nuestro alcance, entonces triunfaremos porque las dificultades no serán para nosotros un obstáculo sino un reto. Así alcanzaremos los objetivos propuestos con la guía de Dios y sin causar daño a nadie.    
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