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Recientemente recibí en mi correo el relato de un sueño muy breve: “soñé que Dios, llorando, me decía que él tenía la culpa”. El remitente era un hombre.

La imagen del Ser Supremo llorando y confesando ser culpable de algo es difícil de comprender porque ninguna religión enseña la existencia de un Dios pusilánime. Sin embargo, el mensaje de este sueño es muy elocuente y revelador del carácter de la persona que soñó así. Se trata de alguien que no acepta su responsabilidad cuando comete errores. Prefiere creer que la culpa es de otros y finalmente, cuando no encuentra a quien señalar, le endosa a Dios la autoría de todos sus males. De una manera equivocada esta persona pretende autoconvencerse de que su entorno y el mundo en general no funcionan adecuadamente porque quienes lo rodean y Dios, en última instancia, no proceden correctamente.

Aunque se trata de un caso muy puntual, pienso que muchas personas, en este momento, asumen la misma actitud frente a sus quehaceres o a los retos que la vida les plantea. Con frecuencia escucho quejas relacionadas con la “mala suerte”, “nadie me quiere, todos me odian” y “¿por qué Dios permitió que esto pasara?”. A quienes así piensan les digo, en primer lugar, que no creo en la mala suerte. La vida no es justa si pensamos en el por qué unos nacen pobres y otros ricos. O por qué la belleza benefició a unos y la fealdad estropeó a otros. Eso no podemos cambiarlo. Pero estoy convencida de la existencia de un Dios que nos ama y nos da lo que merecemos en el momento justo. Además, el esfuerzo personal y la fijación de metas honestas y posibles son el complemento necesario de la fe en Dios.  Pero no siempre lo que queremos es lo que nos conviene. La mayoría desea tener dinero como si la riqueza fuera la mayor y mejor compensación que este mundo nos pudiera ofrecer. A veces, no obstante, la fortuna se convierte en una cruel paradoja. Les pongo un ejemplo: hace muchos años conocí a un joven pobre que con mucho esfuerzo estudió una carrera profesional en una universidad pública. Después de graduarse y gracias a conexiones políticas se convirtió en contratista del estado. Con esta actividad ganó mucho dinero y su vida cambió radicalmente. Para abreviar, les diré que el “éxito” le trajo como consecuencia la separación conyugal, el distanciamiento de su familia paterna y por último acabó enredándose con un narcotraficante. El triste epílogo de esta historia es que este señor, después de todo, terminó viviendo nuevamente en la pobreza y sin hogar. ¿Fue víctima de la mala suerte? No. Solo se dejó arrastrar por una secuencia de malas decisiones. No supo administrar el dinero ni manejar su vida personal.

Otros piensan que los responsables de sus fracasos o errores son terceras personas. No se examinan a sí mismos para revisar si la causa está en ellos. Para “tranquilizar” su conciencia dicen, por ejemplo, que les ha ido mal en las relaciones sentimentales porque no encuentran un buen hombre o una buena mujer. Pero no toman en cuenta que cuando se involucran en un romance eligen personas dominantes, controladoras y abusivas que posteriormente las maltratan en todas las formas. Proceden en ese sentido impulsadas por un patrón sicológico y emocional que las induce a seleccionar a su futuro abusador. Sin duda, quienes actúan así, deben acudir a la consulta de un profesional que les brinde la orientación necesaria para superar esa situación.

Los que culpan a Dios de lo malo que pasa en el mundo creen que el todopoderoso debe evitar que sucedan las tragedias naturales y los accidentes. Eso sería lo ideal. Nadie perdería la vida en esos hechos ni habría damnificados. Pero la realidad nos muestra que la naturaleza tiene una dinámica constante que produce terremotos, deslaves, huracanes, erupciones volcánicas, tsunamis etc. También epidemias que causan grandes mortandades. Así ha sido siempre. Tales fenómenos naturales y enfermedades tienen una explicación científica. No suceden por una orden divina. Entonces no se trata del castigo que un Dios ceñudo y severo decreta desde su trono celestial. Los siniestros, generalmente, tienen su fuente en errores humanos.

Vale la pena aclarar que si bien es cierto que esas desgracias no suceden por una orden venida del cielo, Dios sí advierte a los seres humanos de lo que está por ocurrir para que eviten sus consecuencias. Así lo hace por medio de sueños premonitorios y del fenómeno conocido como deja vu. En los primeros Dios muestra en los sueños con gran claridad las imágenes del hecho que está por suceder. Como ejemplo he citado en otras publicaciones dos sueños muy famosos. El primero es el de Abraham Lincoln quien soñó con su propia muerte. Y el segundo, el de la niña Eryl Mai Jones quien vio en sueños, dos días antes de que sucediera, el accidente que ocurriría en la pequeña aldea minera de Abergen en Gales, donde vivía. La niña soñó que su  escuela desaparecía y algo negro se la había tragado. Un deslizamiento sepultó la escuela bajo medio millón de toneladas de carbón. Murieron 144 personas, de ellas 122 niños, incluida Eryl. A pesar de la advertencia, nadie hizo nada para evitar el resultado. Pero existen muchos casos de personas que se salvaron de perecer en un accidente o desastre gracias a un sueño premonitorio.

El deja vu es el recuerdo de un sueño bloqueado en el momento exacto en que lo soñado está a punto de ocurrir. Por eso se tiene la impresión de que lo que pasa ya se había vivido. Así, muchas personas evitaron, por ejemplo, un accidente porque ya sabían lo que iba a pasar.

Para concluir, mi recomendación para quienes culpan a terceros o a Dios de sus fracasos es que reflexionen sobre sus actitudes. Que asuman con entereza sus responsabilidades, que “le dan la cara” a la vida y no esperen que del cielo le caigan bolsas de dinero. Que sean honestos y Dios los bendecirá en el momento oportuno.

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PERFIL
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Nací en Barranquilla, Colombia, en 1949. Desde muy niña, a la edad de seis años, descubrí que poseía el don de interpretar los sueños. Al principio supuse que era una facultad natural que poseían todos los seres humanos. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo observé que no era así. Entonces, al llegar a la adolescencia, decidí ocultarlo para evitarme problemas y malos entendidos con quienes suponían que lo mío era un arte adivinatorio. Después de haber educado a mis hijos, de verlos casados e independientes, y ya retirada de mis ocupaciones laborales, consideré que había llegado la hora de desempolvar el don y ponerlo al servicio de los demás.

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8 Comentarios
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  2. olfan708170

    He aquí, solamente esto he hallado: Que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones. Eclesiastés 7:29. El mismo hombre busca su propio destino; eso se llama; Libre albedrío.

  3. ruben382898

    Pues la verdad yo creo en Dios pero considero que el por lo general no interviene en el mundo y deja que las cosas sucedan. El interviene cuando en oracion sincera y respetuosa le pedimos algo y el nos lo concede.

  4. anibalcharry1115

    Que artículo tan liviano sobre la intervención de Dios en los asuntos mundanos. Acaso según la iglesia católica y los cristianos no es Él, el dueño de la vida y de la muerte y de la ocurrencia de todos los asuntos mundanos? Dios, sencillamente, como dijo Sartre: es la impotencia de los hombres. Hay que creer en él como acto de fe, que es la mejor prueba de su inexistencia.

  5. verdad453355

    “y Dios los bendecirá en el momento oportuno.”; Defínase, porque con esa frase según usted el titiritero mirará cuando es el momento oportuno de bendecir cada uno de sus títeres, y entonces si no se le antoja hacerlo que?. O sea el titiritero se lleva todos los aplausos por todo lo bueno que sucede? y los títeres los castigos por todo lo malo que pasa? Eso en lenguaje coloquial y humano significa; Con cara gano yo, y con sello pierde usted, los fanatismos son nocivos en todas las vías, le sugiero que no sea una persona fanatizada y religiosa, aprenda a ser más bien una persona espiritual.

  6. carlosocampo0526

    Lo que ocurre con la fe en un Dios, es que todo lo bueno que ocurre es obra de su Dios, pero cuando ocurre algo malo es culpa únicamente de los hombres y me pregunto ¿ acaso no nos enseñaron que todo lo domina Dios? Entonces tanto lo bueno, como lo malo deben tener a un mismo autor.

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