Rosalba Ríos, espera confiada la entrega de la nueva plaza de mercado en La Ceja, Antioquia. Al igual que ella, los campesinos de más de 12 plazas ubicadas a lo largo y ancho del departamento, esperan con impaciencia que esas ambiciosas obras sean entregadas. Las nuevas plazas de mercado hacen parte del sueño de convertir estos espacios en lugares que aspiran a ser no solo centros de distribución de alimentos, sino edificios magnificamente dotados para el ocio y la diversión.
En la búsqueda de modelos eficientes de desarrollo tecnológico y nuevos espacios que den seguridad a comerciantes, campesinos y consumidores, la Gobernación de Antioquia ha presentado dos proyectos muy avanzados: La Ceja y San Vicente Ferrer, cuya factura recuerda más los centros comerciales urbanos, alejados de las infraestructuras llenas de belleza, calidez y olores, que caracteriza a las plazas de mercado de siempre.
El alcalde de La Ceja, Nelsón Carmona, citaba exultante el éxito de la Boquería en Barcelona y del mercado San Miguel en Madrid, desconociendo que el masivo turismo tiene asfixiados a los comerciantes, y que el Mercado San Miguel apenas tiene tres o cuatro puestos de productos frescos y ningún campesino. Una forma de estar y servir que los comerciantes del mercado Maravillas de Madrid, se pelean cada día con los inversionistas que quieren convertir ese tradicional mercado de barrio, en un espacio de comidas muy bien empacadas de acuerdo al standar de las nuevas mentalidades. Un modelo que en España está en la actualidad seriamente cuestionado y aquí se alaba y toma como ejemplo de eficiencia y futuro.
Los tiempos cambian y municipios como la Ceja han adoptado un modelo desarrollista que se abona a sistemas de ciudad que mira al progreso a través de sus obras civiles. Estos centros quieren ser los templos de la cultura alimentaria y de las experiencias gourmet que se van a ofrecer en la segunda planta, más amplia y bellamente iluminada por un techo que homenajea las cubiertas de los cultivos de flores. La imagen que proyecta deja muchas preguntas y quizá la más importante: ¿Podrá una infraestructura tan costosa, albergar las transaciones envueltas en olores de campo, cercanía y verdad que se encuentran en las plazas de mercado de toda la vida?
Lugares como estos que se alzan en municipios ricos, los cuales aspiran a ser el hogar de nómadas digitales, románticos que huyen del ruido y el atasco de las ciudades, pero que no desean renunciar a las comodidades y ofertas de las superficies comerciales de las urbes que quieren abandonar. Seguramente ese carácter tenaz, que ha desafiado la naturaleza arisca y montañosa de Antioquia, consiga vencer los retos que supone entrar a un sistema de mercadeo exigente e imprevisible. Ese campesino de hoy no será el interlocutor de antes, sino que a fuerza de cambiarle su espacio conseguirá adecuarse a los nuevos tiempos.
En El elogio de la sombra, el autor japonés Junichiro Tanazaki se duele del esfuerzo de los occidentales por evitar las sombras, higienizando y escondiendo la suciedad, mientras en oriente esa cara oculta o sucia hace parte de lo bello. Y quizá esa fue la primera impresión que tuve en la presentación del proyecto -Plaza Antioquia, Red de Plazas de Mercado-,liderado por la Gobernación del Departamento para modernizar las plazas de mercado de 42 municipios.
No consigo imaginar a los campesinos instalados en ese mercado que prevee abrir sus puertas para octubre, pero en estos tiempos raros todo es posible, hasta la esperanza de ver en esos nuevos lugares el espíritu colorido y ancestral de las antiguas plazas de mercado afortunadamente vivas, antiguas y humanas en muchos lugares de Colombia.
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