Les voy a contar una historia que no está documentada. Fue encontrada en unas cavernas a manera de pintura rupestre, por unos antropólogos amigos míos de toda la vida, en Papua Nueva Guinea. Trataré de ser lo más preciso y justo con la historia:

Imagínense una tribu de cavernícolas. Como en toda manada, las del ser humano también tenían líder, el que mandaba la parada, por lo general es el macho alfa. Por cosas de la vida en esa manada hay un duro cocinando, tanto que los demás cavernícolas empiezan a pedirle más seguido comida, tanto le piden que el cavernícola empieza a decirle a unos:

– Oiga, qué pena don cavernícola amigo, pero es que ya tengo como 20 pedidos. Si lo quiere se le tiene, pero se le demora. Mañana le hago, pero hoy ya no alcanzo.

– «Huuuy, no me haga eso, Cucamonga. Venga, hágale para hoy que estamos de aniversario y mi esposa me levanta si no hago nada. Mire, le entrego este antílope si me ayuda. ¿Sí? Hágale, no sea malito.»

Imágenes de un Neandertal. Los estudios indican que podría tratarse del primer Uldarico.

¡Y así nació el comercio! Si no me creen, vayan a Papua Nueva Guinea y pregunten por mi amigo. Bueno, a nuestro cocinerito le empezó a ir muy bien, y eso llamó la atención del líder de la manada. Entonces este macho alfa, con garrote en mano, se fue a reclamarle al otro porque estaba cocinando sin su permiso. El cocinero tenía dos opciones: o dejaba de cocinar y se iba a sembrar hortalizas con su mujer, o moría a garrotazos. Pero entonces fue cuando se le prendió la hoguera y dijo: «¡Eureka!* Pues mejor le pago a este man con algo de lo que los demás me pagan a mí». ¡Y así nacieron los impuestos!»

Nota del Autor: *La palabra Eureka no fue inventada sino hasta varios miles de años después, cuando a un viejito llamado Arquímedes se le ocurrió una gran idea en el baño. Ahí nació el baño como lugar ideal para tener buenas ideas. Pero esa es otra historia. El equipo de redacción de Marmotazos.com se toma la libertad de usar esta palabra por no encontrar una mejor en cavernicolés.


Y así la humanidad nos ha pasado por emperadores, reyes, virreyes, señores feudales, y todo tipo de figuras que buscan «regular» lo que sucede en sus terrenos. En pocas palabras: si usted quiere sacar provecho comercial en mis tierras, me paga y yo lo dejo, que en palabras elegantes se llaman «impuestos», precisamente porque nos los imponen. Apuesto a que no se habían dado cuenta.

En algún momento de la humanidad, a algún pelado que era muy rápido corriendo alguien le dijo «¡Chino! lléveme en pura al castillo, yo le pago con este pernil de jabalí, recién cazado«. Y había otro pelado que no era tan rápido pero aguantaba como un berraco, y le pagaban por el transporte de larga distancia. Y luego apareció otro que se dijo «juemadre, yo debería juntar a todos estos pelados para que transporten gente. Que los clientes me paguen a mí, centralizamos el mercado, y yo les pago una partecita a los chinos estos«. Y así nació Uldarico.

La moraleja de este par de historias es que el mundo siempre cambia, y siempre hay alguien que aprovecha los cambios y se adapta. No voy a profundizar en este tema y lo voy a dejar para otro #Marmotazo. Pero sí voy a profundizar en el tema de los taxis.

Hace unos años había gente que transportaba a otra gente en sus carros, hasta que el gobierno de turno le dio por ponerles normas: Usted puede transportar todo lo que quiera, pero me paga impuestos de rodamiento. Luego apareció Uldarico, que en lugar de ponerse a manejar, compró unos taxis y puso a otros a manejar. Con eso pagaba los impuestos al gobierno y vaya uno a saber qué más. Cuando el mundo cambió y apareció la tecnología del radio teléfono, la tecnología del teléfono. Gracias a los avances de la ciencia surgió una nueva raza de mujeres que tienen la capacidad de hablar a 200 mil palabras por minuto. Entonces Uldarico vio una oportunidad de negocio y juntó todas esas cosas en una sola y se inventó la modalidad de pedir taxis por teléfono. ¡YA NO TOCA PARARLOS EN LA CALLE! La locura.

Eso hizo que a Uldarico le fuera tan bien que ya no tenía que buscar taxistas para contratar, sino que la gente le rogaba que los dejara trabajar, y entonces él empezó a cobrarles para poder trabajar para él y tener un cupito. Qué negociazo. ¿No?

En fin, lo que Uldarico quizás no ha notado (aunque yo creo que sí) es que el mundo cambió y ya hay nuevas tecnologías. Ya no hay que parar taxi en la calle, ya no hay que llamarlo por teléfono desde la casa. Ahora uno está en cualquier lado, presiona un par de veces la pantalla del celular y aparece el transporte en frente de uno. Y los cambios tecnológicos a él también le sirvieron y los aprovechó. Lo que pasa es que él fue más… «creativo» y movió las cosas políticamente. Mientras que los muchachos de Tappsi lo único que quieren es prestar un servicio sensato y honesto y ganar plata en el proceso. Se la merecen.

El mundo cambia, las tecnologías aparecen, y la naturaleza del ser humano es que el que mejor se adapte es el que prevalece. Por eso desapareció el Neandertal cuando apareció el Homo Sapiens. Eso es darwinismo puro.

Amigos, estamos viviendo una época fascinante, con cambios tecnológicos increíbles, cambios que suceden todos los días, sin exagerar. Gracias a Internet el mundo cambió. Luego aparecieron los teléfonos celulares, los smartphones, y cualquier cantidad de tecnologías que nos trajeron a este punto. Y alguien lo está aprovechando para cambiar el transporte de personas. Y somos nosotros los que debemos adaptarnos a ese cambio. El gobierno no puede tapar ese fenómeno con un dedo y no puede prohibir las apps porque sí, porque alguien tenga un interés particular. Debe primar el interés común.


El gobierno no solo cobra impuestos. También busca regular los servicios que el sector privado presta, poner leyes y esas cosas. Y eso lo hace para garantizarle a los usuarios un buen servicio. Hasta ahí todo muy bonito. El problema es que el gobierno NO nos garantiza ni un buen servicio ni nuestra seguridad. Si fuera así, no habría paseos millonarios. Si fuera así a mi amiga Claudia no la habrían golpeado hasta dejarla en la clínica cuando cogió un taxi a las 8 de la noche en el parque de la 93. Si fuera así a nadie le daría miedo pedir taxi. Si fuera así no existiría UBER.

Los taxistas hoy nos hacen otro paro. El anterior fue en noviembre, cuando escribí esta entrada «Estamos mendigando un servicio«. Y la pelea de los taxistas se enfoca en UBER, porque es algo que está cambiando las reglas del juego, modificando el negocio. Y no lo entienden (lo que no se entiende, asusta). Y si don Uldarico no se adapta, le va a pasar lo que a Blockbuster le pasó con Netflix (que también es tema de otro Marmotazo).

Los taxistas pelean porque UBER no tiene que pagar impuestos de rodamiento, ni pagar un cupo para estar en la empresa de Uldarico, ni tienen que pagar radioteléfono. Bueno, pues despertemos: el cupo para poder manejar taxi es el negocio de Uldarico, eso deben arreglarlo es con él. Lo de los radioteléfonos también se soluciona (y gratis) con las nuevas apps como Tappsi. Lo de los impuestos sí me parece razonable discutirlo, y el gobierno debe buscar la manera de regular UBER. Y en esas discusiones debe incluir también a los usuarios, no solo a Uldarico y sus colegas.

Si el gobierno fuera efectivo, no habría algunos taxistas ladrones (unos pocos dañan la imagen de todos). Si el gobierno fuera efectivo, nos garantizaría que el taxista nos lleva donde necesitamos los pasajeros, no donde al taxista se le dé la gana. Pero si el gobierno fuera efectivo, también les garantizaría a los taxistas un trabajo bien remunerado y no tan competido. Las empresas de taxis deberían seleccionar bien a sus empleados, pero eso tampoco pasa. Cualquier pendejo es taxista, aunque la licencia de conducción le haya salido en una caja de Chococrispis. Como no hay control ni del gobierno ni de las empresas, entre los taxistas se cuelan los ladrones. Ahí fallan el gobierno y las empresas.

Pues como el servicio es malo, lo natural es que el usuario busque otras alternativas y esté dispuesto a pagar más por ello. Este problema tiene muchas raíces: de leyes, de igualdades, de garantías. Prohibir no es una opción. La única solución es adaptarse al cambio de la mejor manera. La joda es que los colombianos somos felices complicando las cosas y más si son del gobierno. No en vano Colombia tiene una de las Constituciones más largas del mundo (quizás la más, pero eso me lo corregirán ustedes).

Alguien con la suficiente capacidad para entender el mercado, el mundo y las tecnologías debe sentarse y determinar una buena manera de regular estos nuevos servicios. Si no, seguiremos los pasos del Neanderthal.

@OmarGamboa


Como notaron, estamos estrenando fachada. Cambiaron la interfaz de los blogs y ahora se ve más limpia. Mis felicitaciones al equipo de ElTiempo.com, muy bonita les quedó.

Un saludo para todos los que me han escrito. Particularmente a los que han escrito desde Bonita Springs en Florida, Brisbane y Melbourne en Australia, Viena, Nueva York, y otras ciudades que no recuerdo. Mis disculpas a los que no mencioné.

No supe qué banda sonora dejarles esta vez (y no, no les voy a dejar esa de me paró el taxi, no sean pachucos). Entonces dejaré la de MC Hammer, por aquello de que Uldarico no quiere que le toquen el negocio. ¿Entienden? Jajajaja, qué chiste tan pendejo 🙁

Aún les estoy debiendo los podcast. Pido excusas. Como siempre, salió más trabajo del esperado y no logré separar el tiempo para eso, pero lo tengo entre ceja y ceja. También estoy trabajando en sacar al aire otros blogs, que sé que les va a llamar la atención.

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Bueno, eso es todo. Les dejo un abrazo a todos y pásenla bueno. ¡Chau!


Entradas anteriores: «Sal con alguien valiente«, «Bogotá tiene la ventana rota«, «La novia no-modelo«.


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