Acabo de ver un documental sobre los discursos de Barack Obama y me puse a pensar en el paro nacional del jueves. El documental estaba enfocado en la manera de escribir y de hablar de Obama, en su forma de comunicar; pero lo que más me llamó la atención fueron los momentos en que dio sus mejores discursos y el impacto que tuvieron: Uno fue tras un tiroteo en una escuela (uno de tantos). Otro fue en Charleston tras un tiroteo en una iglesia de una comunidad negra. Uno más fue en Selma, 50 años después del Bloody Sunday. ¿Les suena la canción de U2? Este Bloody Sunday sucedió en Irlanda del Norte, en 1972, y empezó como una marcha pacífica, hasta que algunas personas empezaron a lanzarles piedras a los policías quienes, después de un rato, respondieron con gases lacrimógenos. Todo empezó a escalar hasta que llegó a su triste consecuencia: Trece personas murieron ese mismo día.
Con los dos últimos logró grandes cambios. El tiroteo de Charleston fue producto del racismo, y en su discurso, además de cantar Amazing Grace, pidió que bajaran la bandera Confederada. Ese discurso fácilmente pudo ser lleno de indignación, pudo ser violento y agresivo —solo imaginemos cómo habría sido en manos de Trump—. Por el contrario, fue un discurso pacífico y pausado, sin arengas, lleno de amor y mensajes de unión. Sin levantar la voz en lo más mínimo, logró que se quitara esa bandera del Capitolio de Carolina del Sur y sus alrededores, después de cinco décadas ondeando “orgullosa”. 30 minutos de discurso tranquilo cambiaron 54 años de historia.
Con el discurso de Selma se conmemoraron los 50 años de la marcha pacífica de 25 mil personas que demandaban el derecho al voto de la población negra en Estados Unidos. Sin encapuchados, sin violencia, mostrando el orgullo de ser negros. Miren lo importante de ese hecho: Se trató de una marcha pacífica que cambió profundamente el país. Luego las tropas de Alabama atacaron a los manifestantes, todo se volvió violencia y el resto es historia (todo eso lo pueden ver en la película Selma. Es muy interesante).
Con el tercer discurso buscaba que en EE.UU. prohibieran el uso libre de armas, que es la segunda enmienda. Es un cambio muy grande y hay muchos poderes detrás. Por eso no lo logró, el Congreso se quedó callado frente a eso. Pero lo intentó, pacíficamente.
El jueves 21 de noviembre hay paro nacional en Colombia. Mucha gente saldrá a las calles a protestar por una serie de cosas que, mucha de esa misma gente, no tiene claro. Cada quién protesta por algo diferente. Y eso tiene dos lecturas: Por un lado, que hay muchas cosas por qué protestar, que la gente está cansada de muchas situaciones y que hay que cambiarlas. Yo, personalmente, estoy cansado de la cantidad de impuestos que debemos pagar como ciudadanos y eso nos tiene arruinados. Estoy cansado de la inseguridad en Bogotá (producto del descaro de los jueces que tenemos, de esos que sueltan al otro día a los atracadores), cansado de la corrupción y, en general, de nuestra clase política. Otros desean cambios en la educación, en el sistema de pensiones, y mil cosas más.
La segunda lectura es que como hay tantos motivos entre los protestantes, no se va a lograr cambiar nada con esas marchas. Me duele decirlo, pero es así. Una de las claves de la comunicación es que el mensaje sea claro y conciso. Si yo quiero decir veinte cosas, no puedo decirlas todas al tiempo. Eso se lo enseñan a uno en primaria: Tiene que haber un emisor, un receptor y un mensaje. Si alguna de esas cosas no está, no hay comunicación. Punto.
Les aseguro que si alguien se para en medio de la marcha y les pregunta a los manifestantes por qué están marchando, no habrá dos que digan lo mismo. ¿Por qué? Pues porque nadie sabe bien. Así que el mensaje no es claro, y como no es claro, nadie nos va a entender.
Hay tanto que decir que no vamos a decir nada. Debemos escoger el mensaje central y protestar por ello».
Somos colombianos ‘haciendo un Colombia’. Somos buenísimos para muchas cosas, apasionados, talentosos y emprendedores. Pero somos pésimos trabajando en equipo, como se va a notar en la marcha. Cada uno saldrá con una idea diferente de lo que es la marcha. Y así cada quien tira para su lado, como suele pasar en Colombia. Buenos en deportes individuales (ciclismo, bicicross, boxeo, pesas, triple salto), pero pésimos en deportes de equipo, como fútbol y baloncesto.
Para que la marcha funcione, si queremos lograr cambios reales, necesitamos tres cosas:
Que todos pidamos lo mismo. Todos. Que el discurso sea claro y conciso. Por ejemplo “No más corrupción”. Cárcel o penas muy fuertes para los corruptos. Incluso pena de muerte ¿Por qué no?
Todo aquel funcionario público que sea deshonesto debe ser castigado fuertemente. Eso abarca muchas cosas. Y créanme que si empezamos por ahí, los atracadores de la calle pagarán sus penas, los violadores también. Igual que los reclutadores de niños.
Segundo, necesitamos decirlo pacíficamente. Gritando uno no le entiende a la gente. No hay necesidad de ser violentos para comunicar las cosas, eso invalida cualquier buena intención.
Y tercero, algo muy importante: No salgamos porque el político de turno nos dijo. Los populistas existen porque los dejamos, porque les creemos. Esos políticos solo quieren su beneficio propio. No caigamos en su juego. Si vamos a protestar o a marchar, que sea por nosotros, no por ellos.
Antes tenía el hábito de compartirles una canción al final de cada entrada. Les dejo Amazing Grace (busqué varias versiones y esta fue la que más me gustó).
Por otro lado, les cuento que ya el 5 de diciembre son los PremiosTW, premios a lo mejor de las Redes Sociales en Colombia. Celebramos 10 años. Serán en Lío Bar, en la 84, en Bogotá. Muchas gracias a todos los que me han colaborado con el evento. Para los que quieran ir, déjenme acá un comentario a ver si conseguimos invitaciones, y para los que estén fuera de Bogotá, habrá streaming en PremiosTW.co
Nos leemos acá en unas semanas, o todos los días en LinkedIn, Twitter, Instagram y Facebook.
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