¿Se acuerdan cómo era la vida antes? Antes uno tenía tiempo. En esa antigüedad no tan antigua, la gente iba al trabajo y salía de allí tipo 5 o 6, llegaba en media hora a la casa y se olvidaba de eso hasta el otro día. Los que tenían hijos se sentaban a ayudarles con las tareas y, los que no, podían verse con amigos y charlar un rato, o ir a cine, o cualquier cosa. Antes salir a las 8 de la noche era muy tarde y era muy de vez en cuando.

Ahora es diferente. Si sale uno y todavía hay sol se siente raro, como si uno estuviera llegando a Narnia. Ver la ciudad de día es casi mágico. Y en cuanto a ir a cine, al menos en Bogotá, no se puede ir improvisado porque toca reservar las entradas como tres días antes. Sin contar que debes salir con cuatro horas de anticipación para superar el trancón y no perder la reserva. Si quieres ir a cine sin planearlo solo consigues entradas para cine arte. Y yo no soy tan culto, ahí perdonarán.

Verse con algún amigo entre semana es impensable, porque siempre habrá algún imprevisto: que mi jefe pidió, que el cliente llamó, que la reunión se alargó. Por ejemplo, la semana pasada yo pretendía verme con dos amigos, una me canceló por algo del trabajo, el otro no pudo porque tenía que viajar de afán a visitar un cliente. Con otra gran amiga me pasa que ya me da pereza llamarla para un café. Paso junto a su oficina y pienso «debería llamarla» pero recuerdo que nunca puede y se me pasa. Y la razón por la que yo quería ver a alguno de ellos es porque ando pasando por mal estado de ánimo (y una de mis amigas también). Tengo un grupo de amigos cercanos con quienes nos conocimos en redes sociales, tenemos un grupo de Whatsapp y hablamos todos los días y a toda hora. No nos vemos hace como seis meses. Y eso es poco comparado con los amigos de la U (feliz cumpleaños, Roci, no te pude llamar por estar trabajando, pero yo sé que tú me perdonas). Al final los únicos amigos que uno frecuenta son los de la oficina. Y si eres independiente y trabajas solo, ‘pior’. No se me depriman, amigos independientes, los entiendo. Yo soy del combo que trabaja en la casa y que le hace los chistes a la orquídea o al mandarino.

El ritmo de vida que traemos ahora no nos da tiempo sino para trabajar y dormir.

¿Cuántos tienen hijos y deben dejarlos con niñera? ¿Y para pagar la niñera deben trabajar más, en un ciclo sin fin? Y que nos inventamos un montón de compromisos a los que solo vamos por compromiso: los compañeritos del jardín ya no solo cumplen años sino que tienen veinte mil eventos. Está bien, rico compartir, pero estamos olvidando dejar tiempo para nosotros mismos, para estar solos, para dejar que la mente divague.

La situación se agravó cuando empezamos a usar Whatsapp como medio principal de comunicación laboral, porque esa vaina no se apaga, porque siempre “tenemos que estar disponibles”. Un cliente o el jefe pueden escribir a horas no laborales, que cada vez es un concepto más incierto, porque igual salimos de la oficina a las 8 de la noche. El problema no es que escriban a las 8 o 9, el problema es que esperen respuesta inmediata. OK, hay casos urgentes y se entiende, pero hay cosas que pueden esperar respuesta al otro día. Y ahí también fallamos nosotros: debemos aprender a poner límites y aprender a decir que no. Difícil pero necesario. O si no nos vamos a enloquecer y seguiremos jodiéndonos la vida.

Acá les dejo unos consejos para bajarle al estrés un poquito: «Que el trabajo no te robe la felicidad«.


Precisamente, huyéndole al ruido y al estrés me fui a Guatavita la semana pasada. Una sola noche, ya que no podía quedarme más tiempo por los compromisos que tenía en Bogotá al día siguiente. Como decía antes, les confieso que estoy pasando por días complicados anímicamente, de esos días en que uno no se halla ni con GPS, que uno no sabe por dónde coger o qué hacer. A veces porque hay mucho por hacer, a veces porque el estado de ánimo te bloquea hasta el espíritu. Días en que cuesta hasta desayunar, que sabes que tienes que comer pero no tienes hambre; en que pocas cosas te motivan y no encuentras muchas razones para levantarte.

Casualmente ayer vi el video de Residente de ‘René’. Esa es la banda sonora de la semana. «Y aunque en la calle me reconocen, ya ni mis amigos me conocen. Estoy triste y me río, el concierto está lleno pero yo estoy vacío.»

Pues tratando de resetearme y de mejorar un poco el estado de ánimo me fui para este hotel, pequeñito y bonito, en Guatavita. De paso, se los recomiendo si quieren descansar, se llama Abadía de Tominé, publiqué unas fotos en mi Instagram; díganles que yo les pasé el dato y que soy el man que fue un miércoles y comió hamburguesa esa noche. Y también les recomiendo la hamburguesa, jajaja.

Volviendo al tema, conocí al dueño y a su esposa y me contaron su historia. Resulta que él es arquitecto. Toda su vida viviendo y trabajando en Bogotá, con un ritmo de trabajo muy acelerado, como todos acá. Pues un día se empezó a sentir mal y después de mucho aplazar la cita fue al médico; incluso esa vez por poco tampoco va porque no tenía tiempo. Estando allá el médico le dijo “¿dónde está su acudiente, su acompañante?», -«No, pues vine solo, no pensaba venir, entonces mi esposa no sabe que estoy acá», – «Me hace el favor y la llama ya. Usted se tiene que quedar en observación, porque en cualquier momento le da un paro cardiaco».

Para acortarles la historia, después de ese episodio él decidió cambiar su vida, vendió sus cosas, empezó a manejar los negocios de manera virtual (a punta de whatsapp y video llamada) y se compró un terreno en Guatavita. Obvio toda la familia les dijo que estaban locos, qué cómo se les ocurre irse a vivir “tan lejos”. Pero cuando empezaron a disfrutar de la calma que tantos extrañamos, vendieron lo que les quedaba en Bogotá y con eso construyeron el hotel allá.

Hoy viven felices, atienden el hotel los fines de semana, porque por ahora no se llena entre semana, y el resto del tiempo lo tienen para ellos, para disfrutar de la vida. Trabajas tranquilo tres días a la semana, con eso ganas lo que necesitas para vivir, no estás obsesionado con lo que tienes y lo que no, con tener más ropa, tener más tenis o más joyas. Lo que importa es tener más tiempo. Cuando yo me hospedé, él acababa de llegar en su moto porque andaba con un amigo en el Puente de Boyacá tomando chocolate con arepa. Entre semana, a las 3 de la tarde. Mientras él pensaba «hace unos años esto era imposible. Yo a esta hora comiendo rico y en Bogotá todo el mundo estresado corriendo, esclavizado».

El man no tiene tanta plata como antes, no tiene tantas cosas como antes. Y vive el doble de feliz. Tiene lo que realmente importa: tiempo para él y para sus seres queridos. Mientras nosotros acá jodidos porque no podemos hacer nada diferente a trabajar y dormir mientras vemos pasar la vida por la ventana de la oficina o del TransMilenio.

¿Cuándo fue la última vez que se dijeron “hoy no hago nada” y no hicieron nada? ¿Recuerdan algún día en que se hayan levantado sin ningún compromiso en la agenda? ¿Hace cuánto no le dedican un día entero a sus amigos, familia, hijos o lo que sea?

Sobretodo los independientes, los emprendedores. Debemos aprender a decir que no, debemos aprender a descansar, a recuperar los amigos. No hacer nada es bonito y está bien. De hecho es necesario. De eso voy a escribir más adelante, prometido. Mientras tanto yo sigo tratando de aprender muchas cosas, ando en el plan de optimizar mi tiempo, de hacer más trabajando menos, usando herramientas y técnicas que he ido aprendiendo en estos meses. Me he salido de montones de listas de correos que me llenaban de notificaciones el celular. Si entran llamadas a ofrecerme tarjetas de crédito cuelgo inmediatamente. No tienen idea lo mucho que estresa inconscientemente cada que ese aparato suena. Pongo el celular en modo noche o modo avión cada que necesito concentrarme, el resto del mundo puede esperar. No me jodan.

@OmarGamboa


Les dejo otras entradas que quizás les pueden interesar: «Cómo optimizar el tiempo: No trabajes más, trabaja mejor«, «¿Construyo mi marca personal o la de mi empresa?«, «¿Cómo crear tu marca personal?«

Hace un tiempo les contaba de un taller de Contenido para Redes Sociales y para Blogs. A los que me han preguntado, ¡muchas gracias! En serio eso motiva mucho, y más por estos días. Es bonito saber que a alguien le interesa escuchar lo que has aprendido. Bueno, pues les cuento que ¡YA ESTÁ LISTO!

El 18 de marzo (de 6 a 9 p. m.) tendremos Taller de Contenido en Redes Sociales, y el 19 de marzo (6 – 9 p. m.) Taller de Contenido para Blogs. En ambos vamos a habar de técnicas para hacer mejor contenido, y también veremos el aspecto técnico tanto de redes sociales como de blogs, qué plataformas usar, por qué, cómo, cuándo, a qué hora. Y respondemos todas las preguntas que tengan, porque así es más rico, charladito. Será en Bogotá, en el barrio El Polo, por la 83 con 23. Súper central y sin trancones. Y con precio preferencial de lanzamiento.

Les dejo el enlace acá, por si quieren ver más información y para los que quieran asistir.

¿Cómo hacer contenido que cautive en Redes Sociales?

Allá los espero y charlamos un rato.

Nos leemos acá la próxima semana, o todos los días en LinkedInTwitterInstagram y Facebook.

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Algunas entradas anteriores: «La verdad de vivir solo«, «El país de la doble moral«, «La DIAN nos tiene jodidos«.