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Previously on “Le pasó a un amigo”. 

Andrés no conocía a Mayra, la vigilante de su edificio, que estaba más buena que un bollo limpioEs que ella es costeña. Pero por cosas de la vida, terminaron hablando, cruzando WhatsApps y decidieron salir un fin de semana. (Acá puedes leer la primera parte completa)

Peeeeeero, pero pero… justo ese fin de semana había elecciones, por tanto ley seca. Eso fraguaba todos los planes que tenía Andrés, llevarla a ese bar, bailar toda la noche y, ojalá, cerrar ese negocio. (Acá puedes leer la segunda parte completa)

Nota del traductor: Los chats de WhatsApp están copiados tal cual para ser fieles a la historia, por eso puede que veas errores de redacción y ortografía.


«¡Carajo Mayra, tienes toda la razón! No tengo idea cómo se me pasó ese “pequeño detalle”. Además hoy es la noche ideal por todo. ¿Qué hacemos? »

 

Andrés pensó de todo. Evaluando mil opciones le dijo:

—Pues… no sé cómo lo veas, pero si quieres vamos a mi apartamento. Tengo cervezas, tequila… lo que quieras.

 

Mayra le respondió un audio, con esa voz dulce y acento costeño que dan ganas de todo. Más o menos decía algo como lo que sigue:

—Pues qué te digo. Yo me imaginé que me ibas a dar esa idea de ir a tu apartamento, pero yo no puedo, porque acá está Alexandra y ella es como chismosita.

 

Alexandra es otra de las vigilantes. Está en todo, que es otra manera de decir que no se pierde una y que donde pille a Mayra en esas la hace echar.

—No pero imagínate yo cómo voy a entrar al conjunto, y cómo voy a salir? Peor! —continuó ella.

—Uh, sí, te entiendo Mayra. Yo acá pensando en borrador, podríamos entrar en el carro al sótano y te pones ropa larga, como para que te tape los puntos claves, la cara y eso… ¿¿O SABES QUÉ?? Estamos en octubre, ¡hasta un disfraz te puedes poner! Nadie te va a reconocer, jajaja.

—Jajaja, marica —le dijo otro amigo a Andrés— usted es el único que no las quiere con puti-disfraz sino todo lo contrario.

—La enfermera anti sexy. Con verruga y todo, jajaja.

 

Mayra estaba entusiasmada con la idea, pero no era nada fácil esa misión: Imposible.

 

En otro audio ella le respondió:

—Yo te iba a preguntar eso, si tenías carro, para que hiciéramos eso. Yo me fuera a la casa, me organizara, me recogieras y me metieras por el sótano. Pero yo tendría que abrigarme, ponerme chaqueta, tapabocas, porque obviamente la cámara capta aquí cuando uno entra.

 

Continuaron un rato planeando la entrada, Mayra se la pasó mirando las cámaras para ver cómo podría entrar sin llamar mucho la atención. Pensaron en que Andrés fuera en ese momento a la portería a distraer a quien estuviera ahí, pensaron en disfraces, en pedir domicilio para confundir… en fin. Pero ninguna opción parecía ser lo suficientemente buena.

Hasta que Andrés le propuso irse a un hotel en Melgar, como “por joder”.

Para su sorpresa, ella le respondió con un «Vamos ajjajajaja» y ahí Andrés explotó. De la dicha, malpensados.

 

—A mí sí se me pasó por la cabeza —siguió Mayra con sus audios— pero no sabía cómo lo ibas a tomar tú o yo, porque como te digo quería aprovechar que hoy teníamos la posibilidad. Te lo digo porque tengo mis razones.

—Ah no, fresca con eso. Yo estoy soltero, no tengo ningún problema en escaparme contigo. Al contrario, ¡rico!

— [También en nota de voz, con acento costeño] Qué te digo. Yo sé que no es el lugar indicado para verme contigo. Cómo te digo, está la oportunidad. Quisiera de pronto aprovechar, distraerme, digamos que es como un lugar, creería yo, digamos, que es un lugar para tomarnos la cervecita que tenemos pensado, charlar… y sí… no sé si me hago entender.

—AJOOOOOOO, ¡¡Andrésssss!! —le dijo La Gorda, otra de nuestras amigas que también estaba con el grupo cuando Andrés nos contó, y le brindó con la cerveza en señal de aprobación— Tú ya estás más que ganado con esa vieja. Muy bola tú si no le haces, jajajaja.

—Imagínate, gordis. Pues claro, yo andaba feliz de la vida. A ese negocio solo le faltaba firmarlo. O pisarlo, no sé. Pues yo me puse a buscar hoteles de una. Busqué por Melgar, Girardot, La Mesa, La Vega, vi como 20 hoteles. Hasta que recordé uno bien bonito en el que estuve hace un tiempo. Más cerquita, para no durar 4 horas metidos en un carro. Saliendo por Chía. Le compartí a esta nena las fotos a ver si la convencía.

 

Con otro audio Mayra le respondió.

—¿Sí? ¿Y es amplio el hotel? ¿Las habitaciones? Donde uno pueda… sí, charlar… cómo es la vista. Porque ajá, la idea no es entrarse a un cuarto y charlar y charlar sino que esté con una vista buena, ¿sí me entiendes? Algo así.

—Pero claro que te entiendo. Y sí, ese hotel tiene restaurante, es bonito, cómodo. Piscina no creo, pero miramos. Entonces… ¿te animas? ¿Reservo de una para esta noche?

—La idea de ir a otro lugar me parece mucho mejor porque tú sabes que acá es mi trabajo y eso sería meterme en un grandísimo lío, pero sí, ¡VAMOS!

 

Para bajarle un poco a la tensión de la situación y salvar su reputación, el típico “qué dirán”, Mayra empezó a tratar de justificarse, diciendo que rico un hotel pero que no pensaran que eso significaba nada más.

—[Audio] Y te digo con respeto porque ajá, no vayas a pensar lo que yo te estoy diciendo, que vayamos a ese lugar… Sino que la situación no se presta en este momento, porque la idea era que fuéramos a una discoteca, o estar en otro ambiente. Pero… lo que te digo, aprovechar la oportunidad.

 

Andrés trató de bajarle a la presión, tranquilizarla diciéndole que claro, que tranquila, que era plan de amigos, salir, tomarse algo, charlar y ya. Claro, en un hotel.

La verdad es que a los hombres nos tiene sin cuidado eso, más si es alguien para parchar, con quien no se quiere nada serio. Y claramente Andrés no quería nada serio con ella.

 

—¿Y para irnos para allá cómo sería? ¿No molestan por los vehículos hoy en la noche?

—Cero rollo, Mayra. Además es bien cerquita. Casi que ni salimos de Bogotá. Tú no te preocupes por eso.

 

Ya con esa pregunta todo estaba dicho. Estaba más cantado que el himno nacional.

— [Audio] Me parece perfecta la idea. Ya es que tú tengas la disposición, que gustes y que puedas conseguir el hotel. Y sí, voy a la casa, me organizo, me recoges y nos vamos… pues… Y qué te digo, pues, no sé… Si nos vamos a quedar por allá, cómo nos venimos… a media noche, no sé.

—Yo pienso que lo mejor es quedarse —le respondió Andrés, oooobviamente—. Si pagamos una noche de hotel pues muy pendejos nosotros si no la aprovechamos. Además qué mamera venirse en plena madrugada. Y yo no tengo mañana nada qué hacer. O sea, ir a votar, que tampoco me afana. ¿Qué opinas?

—La ida a ese hotel Me parece perfecto, chévere si tuviera piscina para cerrar el momento con todas las de las ley —le dijo ella ya sin preocuparse tanto por esas pendejadas de la reputación.

—Ahhhh nooooo parceeee —le dije a Andrés, más feliz que él— ya eso está súper cantado! Le salió super bien. Se ahorró la bailada y se la llevó directamente al hotel. Marica, ud sí es muy de buenas en la vida, jajajaja.

—Ah sí, no me puedo quejar. Mi Diosito me tiene guardados mis bocaditos de vez en cuando.

 

Y así fue. Todo charlado, todo negociado, hotel reservado. Solo faltaba que llegara la hora.

 

Corte a las 9 de la noche, Andrés frente al edificio de Mayra, esperándola para recogerla.

Esta mujer sale y, si se veía bien en uniforme, “en la civil” estaba absurdamente buena. Jean apretado, blusa escotada y medio transparente, insinuadora y no tan insinuadora. Mejor dicho, un espectáculo completo de mujer.

 

Salieron para Chía, más o menos 40 minutos de camino. Hablaron de cualquier cosa en el carro, Mayra ya iba tomándose una cerveza, para ponerse en ambiente, o para quitarse los nervios, vaya uno a saber.

Andrés ya se sabía de memoria ese camino al hotel, casi que hasta los vigilantes lo conocían.

Llegaron tipo 10 de la noche, se registraron y subieron a la habitación, tratando de mantener la compostura y la decencia. Como para no ser tan obvio, y distensionar un poco la cosa, porque estaba muy tensa, Andrés propuso bajar al restaurante y comer algo.

 

Ella, que poco salía a hoteles de ese estilo, estaba dichosa mirando la carta y no sabía qué escoger. Andrés le dijo «escoge los dos platos que más te gusten. Los pedimos ambos y comemos mitad y mitad.»

—Ajooooo, matadorrrrrr —le dijo la Gorda— Ese Andrés sí es bien conquistador, jajaja. A mí me haces eso y hasta yo te lo doy, jajaja.

—Jajaja, no diga pendejadas, Gorda. Normal, ¿no? Así come uno de todo un poco.

—Y de postre come suero costeño también, jajajaja.

—Arep’e huevo, jajaja.

—Bueno Gorda, no interrumpa más, deje que Andrés termine, que estoy que me voy al baño pero no me quiero perder la historia —le dije con emoción, intriga, y afán por ir al baño.

—Pues nada —continuó Andrés—. Comimos, subimos a la habitación…

—¡Y se comieron!

—GORDAAAAAAA, ¡deje contar la historia no joda! Siga Andrés, ¡siga!

—Bueno, subimos, ya con la barriga llena, ella contenta. Pusimos música, salsa de alcoba (de esa que empieza uno bailando pegadito pero termina acostado), hablamos rico… hasta que ya la cosa se puso (más) caliente. Ahí fue cuando ella me dijo «oye, ¿tienes aceite? ¿O crema? Y me haces un masajito.

Andrés no lo podía creer. «No lo puedo creer», se dijo mentalmente.

«Qué delicia un masaje, no tuve ni que proponerle nada más. ¿Pero de dónde coños saco yo aceite a esta hora?»

 

 

¿Será que firman ese negocio? ¿O se dañará por no tener aceite a la mano?

¿Será que Andrés consigue el dichoso aceite a media noche en medio de la nada? ¿Le tocará irse a la cocina y usar uno de girasol con Omega 3?

¿Se pondrá a tocar de puerta en puerta a ver si algún otro huésped tiene bebés y le regalan aceite Johnson?

¿Será que la Gorda deja de interrumpir y nos deja terminar la historia?

¿Será que para de llover tanto en Bogotá?

La respuesta a estas y más preguntas en el episodio final deeee…. ¡LA GUARDA!

 

Continuará…

Efectivamente, la próxima entrega es el final de La Guarda. De la historia, es decir. Ella sigue vivita y coleando, por lo que nos contó Andrés. Pero ya les contaré esa parte.

Muchas gracias a los lectores fieles, a los nuevos y a los viejos.

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Ahora sí, Shaolín.

@OmarGamboa

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