Es posible que ahora mismo te sientas mal. Que sientas que, de alguna manera, has fracasado o, incluso, que eres un fracaso.
Quizás sientes que nada de lo que haces funciona, que no sabes para dónde ir o qué decisión tomar y te llenas de todos esos temores por historias que has escuchado o por cosas que te han pasado.
Puede que estés sintiendo algo de eso, y si no, seguro alguna vez lo has sentido.
Si es así, lo primero que quiero que sepas, es que no estás solo o sola. No estás solo porque yo lo he sentido muchas veces, más de las que quisiera aceptar.
Es más, te confieso que ahora mismo no estoy pasando por mi mejor momento y he tenido situaciones de bastante desánimo. Este año ha sido particularmente difícil para mí. Así que, por mal que lo veas, mínimo ya somos dos.
Venga ese abrazo, amigo triste. Abrazo apretado, con sentimiento. Que se sienta, carajo.
Ahora te voy a contar qué he hecho cuando eso me pasa.
Lo primero, que no siempre se puede, es buscar amigos. Alguien con quién hablar, así no sea de cómo me siento, sino con la intención de distraerme y pensar en otras cosas. Aunque, si se puede hablar de eso, mucho mejor. Si puedes contarle a alguien cómo te sientes y desahogarte, genial. Eso sirve un montón, más de lo que te imaginas.
Ahora, no lo hagas con la intención de que te den consejos o que te solucionen la vida porque si no pasa, te vas a estrellar. Si hablas de eso, que sea solo para sacarlo de tu sistema, para sentirte menos solo. Ya lo demás es ganancia.
Si no puedes salir con algún amigo porque no tienen tiempo, porque el trancón, la lluvia, el pico y placa, los niños, los compromisos y todas esas razones/excusas que nos ponemos (sobre todo en Bogotá)… Sal solo, a caminar. Yo en este momento, por ejemplo, ando en un Juan Valdez para no estar encerrado en mi casa. Me obligué a salir y acá al menos veo gente.
A cambiar de ambiente. Es increíble todo lo que puede hacer en el estado de ánimo el solo hecho de cambiar de ambiente.
Peeeeeero, pero pero… sal prestando atención a lo que tienes alrededor. Es decir, deja de pensar en los problemas todo lo que puedas y más bien fíjate en lo que escuchas, lo que sientes a cada paso que das, literalmente. Si vas por pasto (cesped, prado), ¿se siente suave? Si vas en asfalto, ¿cómo se siente? ¿Tienes zapatos duros? ¿Tenis suaves?
Hace un tiempo adquirí el hábito de fijarme en lo que escucho cuando camino saliendo de mi apartamento y me sorprendió absolutamente la cantidad de pájaros que escuché. ¡Un montón! Pero jamás los había “escuchado”. O sea, podría haber jurado que no hay pájaros en mi barrio. Hasta que me puse a escuchar conscientemente. Y eso me hace sonreír.
¿Sabes qué me ha servido también? Si no puedo verme con algún amigo, puedo al menos intentar llamar y caminar mientras hablo. ¿O hablar mientras camino? Me pasó ayer mismo, que llamé a una de mis grandes amigas de la vida, que casualmente ahora vive en Canadá y, como suele suceder en esos casos, ahora hablamos más que cuando vivía acá.
Y te confieso que antes de llamarla me dio “mamera”. Pensaba… «estoy ocupado trabajando, mejor termino esto», «no estoy animado, ¿de qué le voy a hablar? Yo como que mejor no la llamo». Tan pendejo que soy. (Perdón, Roci, la verdad sí me dio mamera).
Pues al final me aventé porque bruto, pero decidido. La llamé. ¡Y me reí! Le conté una cosa que me había pasado y sentí como si la tuviera en frente, tomándonos un café, diciendo frases pendejas, de esas que nos hacen reír solo de decirlas. Chistes idiotas que tanto alimentan el alma. Y terminé con una sonrisa esa llamada, con el alma más liviana.
Pero ahora te voy a dar el mejor truco. Bueno, no el mejor, pero sí el menos común: toma un papel y lápiz. Lo digo en serio, agarra papel y agarra lápiz o algo con qué escribir.
Dale, yo te espero acá mientras haces eso.
Miraré al horizonte mientras tanto… tarareando una canción de Soda Stéreo que tengo pegada.
Turururu… rururu… rururu (Así suenan todas las canciones hasta las de Soda).
…
¿Listo?
Bien, ahora vas a pensar en tres momentos en que te has sentido orgulloso de ti.
Recuerda ese gran logro que tuviste en el trabajo, ¡o en la vida! Ese día que algo salió muy bien gracias a ti. Esa fiesta que organizaste y salió muy bien. Esa vez que tu jefe te felicitó, o que el cliente te agradeció.
Recuerda esos Greatest Hits de tu vida. Seguro hay varios y anótalos. Si no para qué carajos te pedí el papel y el lápiz, ¿a ver?
Sonríe pensando en esos logros. Recuérdalos, ¡siéntelos! Seguro hay varios. Si tienes menos de tres, no importa, ya los irás recordando. Y si tienes más de tres, ‘pos’ también. Anota todos los que quieras.
Y cuando te sientas desanimado, sientas aquel famoso síndrome del impostor, recuérdalos de nuevo.
Si quieres vuelve a leer lo que escribiste, pero mejor si los vuelves a escribir. Escribir a mano tiene una magia que no te puedo explicar.
Y si quieres, escríbeme un correo de vuelta, cuéntame cómo te sientes. Soy todo ojos.
Al final para eso estoy. Antes que ser coach de marca personal, soy amigo, soy persona. Y las personas nos ayudamos.
Pero te tengo otro consejo. Con ese interés de conocer más personas, de renovar mi inventario de amigos, creé un grupo/comunidad para mayores de 30.
Tenemos varios grupos. Como uno de clasificados y negocios, porque siempre es bueno tener uno de esos y ayudarnos entre nosotros.
O grupos por localidades en Bogotá (que es donde está la mayoría de los 100 miembros), para que sea más fácil armar planes presenciales. En esta ciudad le ponemos pero a irnos a algún lugar más allá de 30 minutos de trayecto, que es básicamente el barrio de al lado.
Si leíste hasta acá, muchas gracias. Si te unes a la comunidad, bienvenido.
Como notas, este no lo escribí para darte consejos de Marca Personal ni para venderte nada, pero eso no quiere decir que no lo necesites.
Si quieres trabajar en tu Marca Personal y encontrar una fuente adicional de ingresos, llena este formulario.
Ahí te la dejo.
Ahora sí, Shaolín
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